El estilo cubista no era propenso a retratar animales, y muy pocos de los grandes pintores cubistas incluyeron algún que otro gato en sus cuadros, a excepción de Jean Metzinger y otros dos, Fernand Léger y Picasso, a los que dedicaremos un artículo en otra ocasión.

1940

Jean Dominique Anthony Metzinger, nacido en Nantes el 24 de junio de 1883, no solo se dedicó a la pintura, también fue crítico, escritor y poeta. De hecho, en 1912 escribió con Albert Gleizes el primer tratado teórico sobre el cubismo, titulado “Du ‘Cubisme’”, en el que acerca este estilo a las matemáticas.

1946

Antes de la aparición del cubismo, el pintor se limitaba a plasmar el objeto desde un único punto de vista. Ya en 1910, en el artículo “Note sur la peinture” (Nota sobre la pintura), Metzinger habló del interés que tenía representar el modelo desde diferentes experiencias subjetivas dentro de un contexto espaciotemporal. Según él, artistas como Georges Braque, Robert Delaunay, Henri Le Fauconnier y Picasso “se habían despojado de la perspectiva tradicional y se autorizaban la libertad de girar en torno a los objetos”.

Sus primeros trabajos, desde 1900 a 1904, se vieron influenciados por el neoimpresionismo de Georges Seurat; inmediatamente después y hasta 1907 se inclinó por el fovismo, lo que le llevaría a sus primeros trabajos cubistas. En 1903 mandó tres cuadros al Salón de los Independientes, y eso le permitió mudarse casi inmediatamente a París.

A pesar de haber nacido en el seno de una familia burguesa, nunca pidió ayuda a su padre y pudo mantenerse desde los 20 años con la venta de sus cuadros. Exhibió por primera vez en la galería de Berthe Weill – la primera en vender obra de Picasso – en 1903 y desde entonces participó en varias exposiciones colectivas con André Derain, Léger, Picasso, Georges Rouault y Kees Van Dongen (https://gatosyrespeto.org/2023/08/31/gatos-fovistas-y-kees-van-dongen/).

Jean Metzinger hacia 1912

Amigo de Max Jacob y de Guillaume Apollinaire, se convirtió en un habitual del Bateau-Lavoir, el inmueble donde numerosos pintores tenían talleres – algunos incluso vivían allí – debido al bajo precio del alquiler, aunque el lugar no era muy cómodo, parece ser: una heladera en invierno y un horno en verano. Publicó varios poemas, sobre todo en la revista “La poesía simbolista”, fundada por Apollinaire.

Su talento como escritor le convirtió en uno de los primeros críticos en dar a conocer a los artistas de Montmartre, que generalmente no solían participar en ninguno de los salones de pintura de la época. Durante la I Guerra Mundial adoptó un estilo menos fragmentado y complejo dentro de una armadura geométrica heterogénea. En esa época cofundó la segunda fase del movimiento, conocida como el Cubismo de Cristal, término acuñado por el poeta Maurice Raynal; las composiciones adquieren claridad y sentido del orden, una especie de purificación en un esfuerzo por escapar al caos de esa terrible guerra.

Jean Metzinger fue llamado a filas en 1914 y declarado inútil en 1915 después de sufrir una grave herida. Para él, el periodo de Cristal representó el regreso a “un arte sencillo y robusto”, abriendo un abanico de posibilidades. Defendió la simplificación de la técnica, el abandono del “truco” del claroscuro, así como los artificios de la paleta. Creía que había llegado la hora de deshacerse de “la multiplicación de tonos y detalles de la forma sin razón alguna”. Al final de la Guerra, la gran mayoría de cubistas, a excepción de Gleizes, Delaunay y unos pocos más, regresaron a formas de clasicismo, pero el cubismo había dejado una profunda marca en la pintura. En su libro “Du ‘cubisme’”, reeditado 15 veces y traducido a más de 30 idiomas, Metzinger y Gleizes dicen: “Si se desea relacionar el espacio de los cubistas con la geometría, habría que referirlo a lo matemático no euclidiano; habría que estudiar algunos de los teoremas de Riemann”.

Desde entonces se han realizado un sinfín de analogías, similitudes y paralelismos entre la ciencia moderna y el cubismo, pero nadie parece ponerse realmente de acuerdo en cómo deberían interpretarse los escritos de Metzinger y Gleiser en cuanto a la “simultaneidad” de varias perspectivas.

Además de las matemáticas, Jean Metzinger daba mucha importancia a las sensaciones y a la inteligencia. Reprochó la falta de esta última cualidad a los impresionistas y fovistas, que pretendían basarlo todo en las sensaciones. Para él, la inteligencia debía ir de la mano de la sensación para aportar la base de la construcción cubista. Metzinger había estudiado Matemáticas de joven y probablemente se dio cuenta muy pronto de la relación. Muchos críticos dicen entrever la geometrización del espacio característica del cubismo en obras suyas de 1905, tal como ya se notaba en Seurat y Cézanne.

Arthur I. Miller, profesor emérito de Filosofía e Historia de la Ciencia en la University College de Londres, en su libro “Einstein, Picasso: Space, Time and the Beauty that Causes Havoc” (2022) (Einstein, Picasso: Espacio, tiempo, y la belleza que causa el caos) defiende que “el cubismo ayudó directamente a Niels Bohr a descubrir el principio de la complementariedad en la mecánica cuántica, algo puede ser una partícula y una onda a la vez, pero siempre se medirá como una u otra. Bohr leyó el libro “Du ‘cubisme’” acerca de la teoría cubista, y le inspiró para postular que la totalidad de un electrón es una partícula y una onda al mismo tiempo, pero cuando se observa, se escoge un solo punto de vista”.

Niels Bohr (1885-1962), físico danés y principal fundador de la mecánica cuántica, colgó en su despacho un gran cuadro de Metzinger, “La mujer a caballo”, pintado en 1911, ahora en el Statens Museum for Kunst, la Galería Nacional de Dinamarca. Arthur I. Miller sigue diciendo: “Si el cubismo es el resultado de la ciencia en el arte, la teoría cuántica es el resultado del arte en la ciencia”.

La mujer a caballo (1911)

Jean Metzinger siguió pintando hasta su muerte, el 1 de noviembre de 1956 en París. Se casó dos veces, en 1908 con Lucie Soubiron y en 1929 con Suzanne Phocas. Dio clase en centros tan prestigiosos como la Académie de la Palette en París, entre otros. Creemos que le gustaban los gatos.

Jean Metzinger (1913)

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