No es broma, hay gatos camioneros, o quizá deberíamos decir que hay camioneros que viajan con sus gatos. No sorprende a nadie ver a un perro bajar de la cabina de un enorme camión, pero… ¿un gato? Bueno, para empezar, no bajan de la cabina a menos que lleven un arnés; como contaremos después más de un camionero se ha vuelto loco buscando a un gato que se ha escapado en una parada.
Muchos camioneros recorren cientos de kilómetros solos, durmiendo en aparcamientos, algunos más cómodos que otros, pero no siempre hay duchas o una cafetería cerca. Por eso, algunos palian la soledad con un amigo de cuatro patas, perro o gato. Estamos seguros de que el compañero más habitual es el perro, pero según muchos camioneros, el gato tiene ventajas: ocupa menos sitio, no pide tanta atención, se le puede dejar solo en la cabina durante unas horas sin que se desespere…
Pero no todas las empresas permiten viajar con animales. Los gatos camioneros que cruzan fronteras deberán llevar un pasaporte en regla y algunos países pondrán más trabas que otros para dejarlos entrar, pero para Sylvie y Filou da igual. Llevan 14 años recorriendo Europa a bordo de un 38 toneladas y poco importan las fronteras, España, Alemania, Bélgica, Holanda, Suiza y a menudo Italia son paisajes habituales para los dos. Sylvie no entra en un restaurante si no aceptan a Filou: “Donde voy yo, va él”, dice. Y añade, riendo: “Nadie me pregunta cómo estoy yo, sino cómo está Filou”. No le hace falta un arnés, es un gato muy tranquilo y duerme en el salpicadero, en el asiento de pasajeros o en su litera.
De Francia pasamos a Turquía, donde Samet Ayyuldiz cuenta cómo encontró a su pequeño compañero: “Vi a alguien tirar algo desde una ventanilla de un coche; no sé por qué, pero frené y paré. Vi a un gato diminuto maullando. Le llevé al veterinario más cercano; era demasiado pequeño para comer y le di el biberón durante un par de semanas. Ahora somos inseparables, no voy a ninguna parte sin él”.
Seguimos hacia el norte y llegamos a Rusia. Danila Borodin, cuya base está en Kemerovo, Siberia, a 3.600 km de Moscú, viaja únicamente en compañía de Ev (diminutivo de Evgeni o Eugenio). En principio, Danila pensó en un perro, pero por casualidad vio un anuncio de un gato que buscaba un hogar. El gatito solo tardó unos días en acostumbrarse a vivir en la cabina y vigila con mucha atención la carga y la carretera. Además, tiene un blog muy popular con Danila en torno a la vida de los camioneros.
Toca saltar el Atlántico y llegar a Chile para conocer a Joaquín y a Chikitita (que tiene más de 42.000 seguidores en TikTok). Joaquín reconoce que Chikitita es una gata muy consentida. En la cabina hay de todo, agua, comida, arenero, incluso chalecos reflectores para su seguridad y chalecos para protegerla del frío. Al cabo de un año de viajar juntos, Joaquín reconoce que no imagina hacer un viaje sin ella.
Pero como era de imaginar, donde más abundan los gatos camioneros es en Estados Unidos. Jay Jones y la gata Maggie pasaban más tiempo a bordo del enorme camión doble que en casa. El 11 de enero de 2013, Jay paró a comprar comida en Florence, Kentucky; cuando salió, el camión había desaparecido. No solo había perdido su ropa, ordenador, cámara y bastante dinero, también a Maggie, con la que llevaba viajando cuatro años, desde que era una gatita.
De regreso a Clanton, Alabama, empezó a llamar a todos los refugios de la zona y a los medios de comunicación con la esperanza de encontrar a Maggie. Aún no sabía que la cabina ya había sido encontrada a unas treinta millas; la policía no vio a Maggie a pesar de buscar huellas, etcétera, y llevaron la cabina a Rushville, Indiana. Jay no se enteró hasta cuatro días después, su empresa no se lo comunicó. Los conductores de la grúa encontraron a Maggie y la llevaron al refugio de Rushville. Cuando por fin le avisaron, Jay alquiló una camioneta, condujo toda la noche, llegó al refugio a las cinco de la mañana y espero a que abriera. En cuanto le vio, Maggie se volvió loca y saltó a sus brazos maullando. Por suerte, los ladrones estaban interesados en la carga, y Jay no solo recuperó a Maggie, también sus pertenencias.
Otra historia de amor es la de Abdirahman Abdul y Aisha. El camionero acababa de cargar el vehículo, un camión de pequeño tonelaje. Ya en la autovía, un coche le adelantó a toda velocidad y atropelló a una gata que cruzaba con sus gatitos. Abdirahman paró, la gata estaba muerta. Empezó a buscar a los gatitos, pero solo encontró a uno, a Aisha.
Desde entonces son compañeros de viaje. “Me hace mucha compañía”, dice. “Nos necesitamos mutuamente. La necesito, me necesita, somos un equipo”. Aisha va donde va Abdirahman. Se ha acostumbrado a llevar un arnés con correa, y los dos comen juntos en las cafeterías de las autopistas, incluso van al lavabo juntos.
Acabaremos con una historia bastante increíble, la del gato Percy. Una mañana de finales de febrero de 2017, Paul Robertson, que no se sentía muy bien, decidió parar en un aparcamiento de una autopista en Ohio. Se tumbó en la litera con Percy a su lado. Unas horas después, el frío le despertó: una ventanilla estaba bajada y Percy había desaparecido.
No era la primera vez que Percy abría la ventanilla, había aprendido qué botón pulsar. Paul dio la vuelta al camión sacudiendo la bolsa de comida seca al tiempo que le llamaba. Nada. Recorrió el aparcamiento, los alredores, nada. Para colmo de males, anunciaban tormenta. Varias personas se unieron a la búsqueda sin éxito. Empezó a llover, hacía frío. A pesar del retraso, Paul pasó la noche allí con la esperanza de encontrar a Percy por la mañana. No podía esperar más, llevaba una carga que debía entregar a tiempo: “Me sentí como si abandonara a mi hijo”. Percy tenía chip; todos le prometieron llamarle en cuanto le encontrasen. Paul hizo su primera entrega; para la segunda ya llevaba 600 kilómetros sin su gran amigo. Salió de la oficina hacia su camión y vio a un gato salir de debajo del vehículo. Y le reconoció, era Percy.
Había recorrido más de 600 km en invierno, escondido debajo del camión. Apestaba a gasóleo, estaba sucio, mojado, helado, pero se recuperó. Paul cree que debió encontrar un hueco encima de la caja de cambios o entre los depósitos de combustible.


















