La comida del gato (Gérard)

El cuadro “El gato angora” fue pintado en 1783, seis años antes de la toma de la Bastilla, acontecimiento que se produjo el 14 de julio de 1789, fecha que inaugura la Revolución francesa. Reinaba Luis XVI, era la época rococó, el siglo de las Luces, y el ser humano tenía fe en el progreso. La aristocracia francesa se inclinaba por un estilo más libre, más modesto que el anterior y se pusieron de moda las escenas de familia, incluso nos atreveríamos a describirlas como “caseras”.

El gato angora (Gérard y Fragonard)

Lo curioso de este cuadro en el que un gato blanco de pelo largo parece jugar con su reflejo en una bola de cristal – o que no quiera que se le cepille – es que fue pintado por dos artistas, aunque durante mucho tiempo se atribuyó únicamente a Marguerite Gérard, cuñada y discípula del famoso Jean-Honoré Fragonard. Por cierto, merece la pena mirar bien la bola de cristal, donde se ve reflejado lo que trascurre detrás del espectador.

Gato arropado (Fragonard)

Ambos nacieron en Grasse, actual capital del perfume, en Provenza. Fragonard, hijo de un guantero, el 5 de abril de 1732; y Marguerite, hija de un perfumista. el 27 de enero de 1761. Los padres de Fragonard dejaron Grasse por París cuando él tenía seis años, y de no haber sido por el notario con quien empezó a trabajar a los 13 años, probablemente no habría llegado a ser quien fue. Ganó el Gran Premio de Pintura en 1752, a los 20 años. En 1756 realizó el obligatorio “Grand Tour”, trasladándose a Roma, a la Academia de Francia, donde permaneció hasta abril de 1761.

Joven con gato (Fragonard)

A su regreso a Francia le fue concedió un taller en el Louvre con el encargo de que se empapara del contenido de la Galería Gobelins. El cuadro “Coreso sacrificándose para salvar a Calírroe” le abrió las puertas de la Academia y fue todo un éxito en el Salón anual. Sin embargo, abandonó el estilo clásico para dedicarse a las escenas eróticas, muy en boga en la corte de Luis XV. No tardó en convertirse en el pintor de moda realizando también paisajes ilusionistas y retratos. En 1769 se casó con Marie-Anne Gérard, nacida en 1745, con la que tuvo una hija ese mismo año.

Joven con gato y perro (Fragonard)

Marguerite, la menor de siete hermanos, se fue a París en 1775, a los 14 años, con su hermana y su cuñado. Aprendió a pintar y, como solía ocurrir en los talleres de pintores famosos con muchos encargos, participó en la ejecución de obras firmadas por Fragonard, hasta empezar a hacerse un nombre propio gracias a sus paisajes y alguna que otra escena voluptuosa.

Los primeros pasos (Gérard y Fragonard)
Gato tumbado (Fragonard)

Pero se dio a conocer realmente por una serie de retratos cuyos modelos eran los burgueses y aristócratas que frecuentaban el taller de su cuñado, y por plasmar escenas cotidianas en las que, muy a menudo, colocaba a un gato (y un perro). Eso demuestra que ya en el siglo XVIII los gatos y los perros de pequeño tamaño formaban parte del hogar y eran casi miembros de la familia.

La lectura (Gérard)

De hecho, Marguerite Gérard tenía una gata llamada Minette, femenino de Minou en francés, cuya traducción es “gatito”. También es más que probable que Minette fuera una gata persa, muy de moda en la época. Ignoramos si Minette le sirvió de modelo en algunas ocasiones.

El triunfo de Minette (Gérard)
Aguafuerte de Géraud Vidal según el cuadro de Marguerite Gérard

La artista adoptó una estrategia diferente de otras pintoras femeninas y entregó sus obras a dos grandes marchantes, Jean Dubois y Goury de Champgrand; tampoco dudó en explotar el mercado del grabado para asentar su reputación y, de paso, amasar una pequeña fortuna. De las mujeres artistas de su generación, está entre las que mejor supo desenvolverse.

Mujer y niña (Gérard)

Nunca se casó, y vivió en la casa taller del Louvre hasta 1805, cuando Napoleón expulsó a Fragonard del puesto de Conservador del Museo del Louvre que ocupaba desde 1789. La familia no sufrió represalia alguna durante la Revolución al abrazar, como la gran mayoría de burgueses, las ideas revolucionarias. Marguerite, al igual que muchas otras mujeres, donó todas sus joyas a los revolucionarios.

La correspondencia (Gérard)

A partir de 1790 expuso regularmente en el Salón oficial de la Academia, obteniendo tres medallas, pero nunca ingresó como miembro. Tampoco fue perseguida después de la ascensión de Napoleón al poder, y en 1808 expuso en el Salón el cuadro “La clemencia de Napoleón”, que obtuvo un éxito desmesurado y que incluso llegó a comprar el Emperador.

La clemencia de Napoleón (Gérard)

La fama de Marguerite empezó a decaer después de 1824, pero tuvo tiempo de acumular el suficiente dinero para vivir muy cómodamente en París hasta su muerte. el 18 de mayo de 1837, a los 76 años. Fragonard, después de su expulsión del Louvre, se instaló en casa de su amigo Veri, pero falleció el año siguiente, al parecer de un derrame cerebral.

Retrato de Fragonard, por Marguerite Gérard
Retrato de Marguerite Gérard con su gato (Jacques Augustin Pajou)

Puede sorprender la fama que obtuvo Marguerite Gérard en esos años, pero Elisabeth-Vigée Lebrun (que nunca pintó gatos), la retratista favorita de María Antonieta, dijo: “Las mujeres reinaban entonces, la Revolución las destronó”. Es verdad que, a partir de 1793, las artistas debieron doblegarse al nuevo orden impuesto por el poder: la mujer se vio obligada a centrarse en su papel de madre, un discurso que Napoleón haría suyo durante el Imperio.

Niño y gato (Fragonard)
Grabado de Gérard según ‘Niño y gato’ de Fragonard

Sin embargo, Marguerite siguió pintando cuadros muy atrevidos escenificando a una mujer amante de la libertad y decidida a vivir según le parecía, despolitizando el discurso sobre la maternidad y, a la vez, contribuyendo a la exploración de la esfera femenina, algo que llevaba muchos años totalmente silenciado.

Lavando a Minette (Gérard)

El papel de la mujer en los círculos intelectuales no era nada nuevo. A partir del siglo XVII empezó a haber “salones” en París y otras grandes ciudades en los que se reunían políticos, artistas, esposas y amantes. En general, estos “salones” se conocían por el nombre de la mujer que abría las puertas de su casa; al principio eran aristócratas, pero en los años previos a la Revolución, grandes burguesas tuvieron famosísimos “salones” donde se hablaba mucho más de política que de arte. La Revolución prometió libertad e igualdad para todos, mujeres y hombres, negros y blancos… aunque no cumplió su compromiso.

Señora con su gato (Gérard)

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