Robert Dickerson fue una figura única en el mundo artístico australiano durante décadas. Nació el 30 de marzo de 1924 en Hurstville, ahora en los extrarradios de Sídney. Empezó a dibujar de forma compulsiva desde muy pequeño, sobre todo aviones y buques de guerra, pero su familia no disponía de medios económicos para que estudiara y acabó trabajando en una fábrica a los 14 años, después de dejar el colegio.

No tardó en empezar a boxear y se convirtió en profesional a los 16 años. Según reconoció mucho tiempo después: “Los minutos en el ring parecían años, pero si ganaba un combate, conseguía cinco veces más de lo que me pagaban trabajando 44 horas semanales”. Dos años después se alistó en las Fuerzas Aéreas Australianas y luchó en el sudeste asiático durante la II Guerra Mundial. Inspirado por la novela corta de Somerset Maugham “La luna y seis peniques”, retrataba a los niños de la isla en la que estaba destinado utilizando trozos de lona y pintura de camuflaje.

De vuelta a Australia siguió trabajando en lo que encontraba y pintando en sus días libres. A los 30 vivía en una roulotte con su primera mujer y sus tres hijos. No fue hasta bien entrados los años cincuenta cuando algún que otro galerista empezó a fijarse en su trabajo, pero no se dedicó totalmente a la pintura hasta 1957, después de ganar un premio de cien libras (el equivalente a unas 3.000 libras de ahora) en el concurso de decoración de neveras lanzado por la revista “Australian Women Weekly”. El dinero le permitió comprar materiales y ensayar con nuevos procesos.

Cambió de técnica, pero su inspiración siguió siendo la misma, la soledad, la vulnerabilidad y el aislamiento. Sus personajes son angulosos, tienes largas narices y muchas veces no miran de frente. Una vez dijo: “Siempre he pintado con el mismo estilo, no tengo intención de cambiar”. Fue un creador apasionado y prolífico que nunca dejó de pintar.

En 1959 se unió a un grupo de artistas australianos para fundar los “Antipodeans”, que se oponían al abstraccionismo entonces de moda. Ese mismo año fue el único artista de Melbourne que participó en la exposición organizada por el historiador del arte Bernard Smith. En esta última ciudad encontró el apoyo de sus mecenas, el matrimonio formado por John y Sunday Reed.

En una entrevista de 1964 comentó: “Intento pintar algo que sea diferente de toda la basura que hay por todas partes. Nadie quiere enfrentarse a los problemas, mi trabajo puede considerarse una protesta contra esta actitud. Pero tampoco intento probar algo, solo pinto lo que me apetece”. Y en algún momento le apeteció retratar mujeres y gatos. Hemos escogido 17 cuadros, pero hay más. Nos ha sido imposible saber en qué periodo de su vida los pintó, no hay fechas.

Volvió a casarse y tuvo otros dos hijos. A pesar de beber demasiado, nunca dejó de pintar. El matrimonio duró ocho años, a los que se debe añadir otros tres durante los que se pelearon para obtener la custodia de los niños. En 1969 se mudó a  Brisbane y conoció a la poetisa Jennifer Phillips, su tercera y última esposa, que sería una influencia positiva para el pintor. Con Jennifer convertida en su agente, viajó fuera de Australia, expuso en Londres y acabó por afincarse en Nowra, una ciudad de veinte mil habitantes en Nueva Gales del Sur.

En palabras de Jennifer Phillips: “Llevaba toda la vida nadando contracorriente, y eso le ha hecho fuerte. Las veces que se dejó llevar, se sintió incómodo y se dio cuenta de que debilitaba sus obras. Sabe que la adversidad es su amiga”. Sin embargo, al vivir con Jennifer todo fue mucho más fácil. En Nowra pudo combinar sus dos grandes pasiones, los caballos y la pintura.

Por cierto, siempre se ha rumoreado que cuando ganó el premio por pintar una nevera Kelvinator, apostó las cien libras en una carrera de caballos multiplicando las ganancias… pero no podemos garantizar que eso sea verdad. Su pasión por la cría de caballos de carreras fue recompensada cuando le nombraron artista residente en el Club de Carreras de Monnee Valley en la temporada 2001-2002.

Tampoco sabemos si tuvo gatos, aunque encontramos el retrato de uno con la pata levantada, como si fuera a mojársela para lavarse, titulado “El gato de la familia”. Eso nos hace pensar que sí hubo gatos en la casa de Nowra.

El gato de la familia

Robert Dickerson, además de cinco hijos, tuvo diecisiete nietos y cinco bisnietos. Falleció a los 91 años el 18 de octubre de 2015. Sam Dickerson, uno de sus hijos, es el dueño de la Galería Dickerson de Sídney. Además de las mujeres con gato que mostramos aquí, los temas recurrentes del pintor eran niños, amantes, yoqueis, arlequines, oficinistas solitarios, hombres de negocios. Sus cuadros representan situaciones diarias, familiares, pero desprenden cierta tristeza.

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