Es posible que Warbird Bob, como le llamaban, no fuera muy conocido, aunque llegó a tener una página web que dejó de «estar viva» en 2013, pero creemos que merece dedicarle una entrada. Conocimos su existencia casualmente gracias al Facebook de «Purr ‘n’ Fur» (http://www.purr-n-fur.org.uk/index.html), una magnífica web británica sobre gatos. La recomendamos. El 17 de junio anunció que Warbird Bob había fallecido. Al ignorar quién era el gato Bob, entramos en el artículo de su web y nos enteramos de que se trataba de un gato que vivió en los hangares y oficinas de American Aero Services, una empresa dedicada sobre todo a la restauración y mantenimiento de aviones procedentes de la II Guerra Mundial a los que se conoce con el popular nombre de «Warbirds» (Pájaros de guerra).
Buscamos en Internet, pero fuimos incapaces de encontrar más información que la aportada por «Purr ‘n’ Fur». Efectivamente, la página creada por un miembro del personal de American Aero Services en honor a Bob ya no existe, pero la mayoría de las fotos reproducidas aquí están en Internet Archive.
Ante esta falta de información, pedimos permiso a la web británica para traducir su artículo, lo que nos concedieron con inmediata generosidad. Así que, ¡muchas gracias, Purr ‘n’ Fur! Thanks a million, Purr ‘n’ Fur! Eso sí, la revista gratuita «Gulf Coast Computing» le dedicó la portada del número de julio de 2004.
Y ahora, la historia de Warbird Bob:
Un buen día de noviembre de 1997 un bonito y joven gato atigrado apareció en el hangar de American Aero poco después de que un bombardero Boeing B-17 entrara para el mantenimiento anual. Después de comer y beber, se dedicó a inspeccionar uno a uno a todos los humanos y a los aviones, pero no tardó en quedar claro que el B-17 era su favorito. Es posible que llegara como polizón en el avión, ya que parecía conocerlo a fondo, hasta el rincón más escondido. Viniese de donde viniese, le gustó el hangar y decidió quedarse. Acabó llamándose «The Hangar Cat», es decir «El gato del hangar», un nombre no muy imaginativo. Ese último comentario lo hemos añadido nosotros.
Comprobaba a fondo cada uno de los aviones que llegaba, metiéndose en los lugares más inverosímiles. En más de una ocasión, un mecánico alumbraba con una linterna el interior de una escotilla de inspección y se encontraba con dos ojos brillantes observándole, o metía la mano en un rincón de lo más inaccesible y una suave pata le daba un golpecito o le agarraba. Los técnicos reconocen que, al principio, se llevaron unos cuantos sustos.
Pasó el tiempo y, un día, el Gato del Hangar llegó maullando de dolor, con la cola destrozada. Puede que se acercara demasiado a una correa de ventilador y se quedara atrapado. Fue llevado a toda prisa al veterinario, de donde regresó unos días después con mucho menos rabo. Inmediatamente, el personal decidió llamarle «Bob», supuestamente por «bobtail» (cola corta). Los mecánicos se dieron cuenta de que sentía una clara preferencia por los aviones de guerra, los «warbirds», en comparación a los civiles, y empezaron a llamarle «Warbird Bob».
Bob tuvo otro percance por culpa de una familia de ardillas que vivía al otro lado de la calle. Sabía perfectamente que debía quedarse en el hangar o en las oficinas, y que debía evitar la calle. Pero las ardillas se burlaban de él, corriendo por la acera antes de cruzar a toda velocidad y subirse a un árbol. Un día no pudo resistirse, las siguió y le pilló un coche. Volvieron a llevarle corriendo al veterinario. Esta vez tenía las dos patas traseras rotas y estuvo varias semanas enyesado, pero se recuperó y volvió a su rutina habitual.
Pasó el tiempo y ocurrió algo curioso: Bob empezó a comportarse como si los Warbirds fueran suyos, sobre todo con un mecánico al que no dejaba acercarse a los aviones. En una ocasión, el pobre fue perseguido por el hangar y acabó subido a una escalera con Bob gruñendo y escupiendo abajo. Todos lo consideraron una divertida anécdota, pero les preocupó que pudiera arañar a un cliente si consideraba que se acercaba demasiado a «su» avión. No quedó más remedio que jubilar a Warbird Bob y trasladarle a la casa de uno de los mecánicos, ¿Kent Jeffrey, quizá?
En 2013, con 17 años, seguía muy feliz en su casa con otros cuatro gatos más jóvenes a los que protegía. Se había convertido en un gato amable que dormía en la cama de sus humanos. Estos estaban convencidos de que su comportamiento agresivo se debió probablemente al estrés causado por el ruido y el movimiento de los aviones en el enorme hangar.
Cojeaba ligeramente por el atropello y tenía diabetes, pero estaba bajo control. Aparte de eso, disfrutaba de buena salud y pasaba mucho tiempo al lado de la piscina, donde tenía una tumbona reservada para él.
En septiembre de 2016 llegaron más noticias. Seguía con diabetes; sin embargo, en vez de inyecciones, un veterinario había recomendado añadir insulina a la comida y le iba muy bien. Aún le gustaba ocupar su tumbona para ver pasar los aviones.
Warbird Bob ya no mira ni escucha los aviones. Tuvo dos accidentes graves y era diabético, pero vivió 20 años, una edad más que respetable.
Mi esposo trabaja en la aviación y se emocinó con tu post! Aquí te dejo un link en donde hablo de mis gatos, espero que te guste! https://wordpress.com/read/feeds/46439268/posts/1548158822
Gracias por el comentario. El enlace que me has dejado vuelve al mío, no al tuyo, no entiendo por qué. Inténtalo otra vez, por favor, tengo muchas gana de saber de tus gatos.
https://lemonfieldsblog.wordpress.com/2017/09/27/un-relato-de-gatos/
Ahí va! Gracias! 🙂
Hola, Diana, he leído tu post. Es muy triste, pero tyambién muy bonito. Perder a gatos es muy duro. Nosotros tenemos once, además de alimentar a muchos más, no sabemos cuántos en realidad. Hace poco murió Rumi, solo tenía 11 años. NUnca te acostumbras a que se vayan, y por muchos que haya en casa, cada uno de los que ya no están sigue teniendo un sitio vacío. Ningún otro le sustituye nunca. Un abrazo.