El patinegro es el gato más pequeño del continente africano y uno de los más pequeños del mundo. Mide entre 36 y 52 centímetros, con un rabo de entre 12 y 20 centímetros, y un peso que oscila entre 1 y 2,5 kilos. En realidad, solo tiene la planta de los pies negra o marrón oscura, por lo que llamarle “patinegro” puede parecer un poco exagerado. Dispone del camuflaje perfecto gracias a su pelaje moteado.
El primer felis nigripes del que se tiene noticia fue descubierto en el norte de la meseta del Karoo, en la zona sudafricana, en 1824. A finales de los años sesenta del siglo pasado fue avistado en varias ocasiones en Botsuana y en Namibia. Está incluido entre las especies vulnerables de la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza desde 2002 al menguar su población por causa de la caza furtiva para consumo humano, atropellos de coche y depredación por parte de perros y otros felinos, incluso gatos domésticos.
Además de ser el felino más pequeño del continente, el gato patinegro también es el más eficaz a la hora de cazar. El león no consigue cazar más del 25 por cien de las presas que acecha, pero el diminuto felis nigripes alcanza el 60 por cien, matando de diez a catorce roedores, pájaros o insectos cada noche. Tiene un metabolismo acelerado que le obliga a cazar casi sin parar.
Utiliza tres técnicas para hacerse con sus presas: la primera es la caza rápida, en la que corre dando saltos por zonas de hierba alta, asustando a pájaros y roedores que dormían; la caza lenta, en la que se aposta delante de una madriguera y espera con enorme paciencia; y finalmente, una versión menos rápida de la primera que le permite sorprender a la presa.
El pelaje es suave, denso, de color dorado con numerosas manchas que, en ocasiones, llegan a unirse en círculos. Tiene ojos grandes de color ámbar o gris tirando a marrón. La barbilla, pecho e interior de los muslos es más claro. Como muchos gatos de pequeño tamaño, dos rayas oscuras le cruzan las mejillas. La cola es más bien corta, aproximadamente la mitad del largo del cuerpo, con dos o tres anillas oscuras, y la punta siempre es negra.
Las orejas son proporcionalmente más anchas y grandes que las de otros felinos para poder oír mejor en zonas desérticas o semidesérticas donde no abundan las presas. A menudo aplanan las orejas, lo que les proporciona una apariencia agresiva que en realidad sirve para pasar más desapercibidos en zonas con poca protección. Las plantas de sus pies son peludas para aislarles de suelos calientes.
Su hábitat principal son las llanuras de hierba media y alta, y los desiertos de matorrales y de arena, como el Kalahari y el Karoo. Evitan terrenos con arbustos y rocosos, quizá por ser el hogar de otros carnívoros peligrosos para ellos. La precipitación anual en esta zona es de 100 a 500 mm.
Su presencia es escasa comparada a la de otros pequeños felinos en Sudáfrica. Hace varias décadas que empezó a estudiarse su comportamiento y ecología en la Reserva Natual Benfontein y en dos grandes granjas de Sudáfrica. Se ha descubierto que en un área de 60 kilómetros cuadrados, la densidad de población puede alcanzar los 0,17 por kilómetro cuadrado, pero en hábitats con poca caza, la densidad baja drásticamente. El territorio de los machos es el doble de las hembras y suele superponerse al de cuatro hembras.
A pesar de su pequeño tamaño, nada parece amedrentarle. Existe una leyenda del pueblo san en la que se dice que el gato patinegro es capaz de matar a una jirafa seccionándole la yugular, algo no deja de ser un tributo a su valentía y tenacidad. Se ha visto a chacales de lomo negro acosarle, pero el pequeño gato siempre ha atacado a su enemigo, aunque es mucho más grande que él, consiguiendo alejarle.
Un felis nigripes puede consumir hasta 3.000 roedores en un año, además de pájaros e insectos en mucha menor cantidad, y poquísimos reptiles. Los machos más grandes pueden cazar liebres de su mismo tamaño. No hacen ascos a los huevos, rompiéndolos delicadamente con la boca antes de lamer el contenido.
Descansan durante el día en montículos de termitas abandonados, por lo que les llaman “tigres hormigueros”, o en madrigueras desocupadas. Son de hábitos nocturnos; suelen salir a la media hora de ponerse el sol, volviendo a la madriguera 30 minutos antes del amanecer. No tienen ningún problema para trepar a árboles o vallas cuando se trata de buscar nidos, pero las acacias que pueblan su hábitat ofrecen poca comida comparada con la que encuentran en el suelo. Pueden saltar a metro y medio de altura para cazar a un pájaro.
Son animales solitarios, excepto las hembras con camada y durante la época de apareamiento. Al cabo de una gestación de entre 63 y 68 días, nacen de uno a cuatro gatitos de unos 70 gramos en el fondo de una madriguera. Las hembras dan a luz dos veces al año, y la madre cambia de cubil a menudo, probablemente para evitar a los posibles depredadores. Los gatitos abren los ojos al cabo de siete días y son totalmente independientes pasados tres o cuatro meses, aunque tardan en alejarse de la madre. Aprenden a cazar muy pronto, una clara señal de que viven en un ambiente difícil.
El pequeño gato patinegro se enfrenta a muchas amenazas que dificultan su supervivencia. Su hábitat se ve cada vez más reducido por el excesivo pastoreo. El uso indiscriminado de veneno para matar a los caracales (otro gato africano al que dedicaremos una entrada) y a los chacales le afecta al ser carroñero, y lo mismo ocurre con los productos usados para eliminar las plagas de langostas. Son atacados por los perros usados para ahuyentar a los chacales.
Esperamos que se implementen medidas para salvar de la extinción a este diminuto gato y no acabe relegado a los zoológicos. Actualmente, el zoo de Wuppertal en Alemania alberga la mayoría de la población en cautividad con un excelente éxito en su reproducción. Pero ninguna especie animal – sea la que sea – nacida para vivir en la naturaleza debería verse obligada a residir en un zoo o similar por el hecho de “salvarla”.