“Me gustan los gatos porque me parecen tranquilizadores y armoniosos. Sé exactamente a qué clase de persona le gustan los gatos y a qué clase no. En general, a los solitarios y a los rebeldes les gustan los gatos. También creo que, como los autos de fe y todo lo que tiene que ver con las brujas, los gatos siempre se han relacionado con las mujeres, con la feminidad. Está vinculado con la religión. Los gatos se veían como un concepto más del pecado”.

Eso decía Leonor Fini, a la que dedicamos una entrada en abril de 2016. (https://gatosyrespeto.org/2016/04/21/gatos-suenos-disfraces-y-leonor-fini/).  Por eso no volveremos a repetir la biografía de la pintora, solo nos limitaremos a mencionar alguna que otra anécdota contada por las personas que la conocieron. Leonor Fini era una apasionada de los gatos y casi siempre tuvo entre dos y doce a su lado.

En esta entrada hemos querido mostrar algunas de las sesenta litografías incluidas en el libro “La grande parade des chats” (El gran desfile de los gatos), impreso el 15 de diciembre de 1973, una colección de imágenes de gatos acróbatas, gatos niños, gatos patinadores, gatas grandes damas, gatas modelos…

Leonor Fini, además de pintar, diseñó vestuarios y decorados para el Ballet de París, entre otros los de “Les demoiselles de la nuit”, con coreografía del famoso Roland Petit, protagonizado por “Agatha, la gatita blanca; John Kriza, un joven músico; el gato barón de Crotius, y la gata negra”. Desde luego, con estos personajes, nadie mejor que Leonor Fini para vestirlos.

La artista creó magníficas máscaras gatunas para los bailarines, pero Margot Fonteyn, la primera bailarina, se quejó de que su máscara la hacía parecer grotesca y rehusó ponérsela. Leonor Fini no se quedó atrás y amenazó con prender fuego al teatro si Fonteyn no la llevaba. Por fin, gracias a los ruegos del paciente Roland Petit, llegaron a un compromiso: la pintora accedió a proponer una versión menos ostentosa.

Neil Zukerman, dueño de la galería CFM de Nueva York, siempre dice que todo el mundo acababa discutiendo con ella, pero que solo quedaba olvidarlo y pensar: “Bueno, es Leonor”. Cuando le invitó por primera vez a su piso de París, se le ocurrió ofrecerle un precioso American Shorthair, y a partir de este momento se hicieron muy amigos. Maisie (era una gata) sobrevivió a Leonor, que falleció en 1996, como también lo hizo Misha. Ambos quedaron al cuidado de Richard Overstreet y Joyce Neyman, otros amantes de los gatos.

Los numerosos gatos de la pintora le permitieron estudiarlos. Siempre que pintaba “los gatos se acercaban, rodeaban el caballete, se subían encima”, recuerda Joyce Neyman. El galerista Neil Zukerman añade: “Es fácil reconocer un cuadro o dibujo original de Leonor, basta con buscar algún pelo de gato pegado a la pintura, una marca de pata o un arañazo”.

El fotógrafo Richard Overstreet, del que era amiga desde 1968 cuando Leonor Fini diseñó el vestuario de una película de John Houston en la que él trabajó de ayudante de dirección, cuenta que la más mínima corriente levantaba nubes de pelos de gato en el taller. La pintora pasaba los veranos en una casa en el valle del Loira y sus gatos la acompañaban, cada uno en una cesta de mimbre. Recuerda que podía haber hasta quince cestas en la parte trasera del coche y que era imposible hablar durante el trayecto de tres horas.

Richard Overstreet

Leonor Fini donaba dibujos regularmente a la Sociedad Protectora de Animales francesa para ayudarles a recaudar fondos con el fin de esterilizar y alimentar a gatos callejeros. Parece ser que era del todo incapaz de rechazar a un gato, aunque ya tenía muchos. En los años que se conocieron, su amigo Overstreet contabilizó unos cincuenta. Solía decir que “los gatos son las criaturas más perfectas de la tierra, pero su vida es demasiado corta”.

Se la considera una de las artistas más importantes de mediados del siglo XX, con Leonora Carrington, Frida Kahlo, Meret Oppenheim, Remedios Varo y Dorothea Tanning, y conocía a la mayoría de ellas. Durante sesenta años, nunca dejó de crear: cuadros, dibujos, diseño gráfico y comercial (el famoso frasco con forma de torso para el perfume Shocking, de Schiaparelli, es suyo), ilustraciones de libros, diseño teatral, como hemos dicho antes, pero también para ópera y cine.

Su vida no fue nada convencional. Aprendió anatomía observando los cadáveres del depósito de Trieste, donde creció, y dibujo y composición estudiando a los maestros en libros y museos. Llegó a París desde Milán en 1931.

Su gran inteligencia, burbujeante personalidad y extravagante vestimenta no tardaron en abrirle camino en el mundo artístico de entonces. Se relacionó con pintores y poetas surrealistas como Paul Eluard, Salvador Dalí, Man Ray y Max Ernst, que fue su amante durante un tiempo. No escondía su profunda antipatía por el misógino André Breton. Expuso con ellos en repetidas ocasiones, pero nunca se consideró una pintora surrealista.

El galerista Julien Levy, después de quedarse embelesado por las obras y el encanto de Leonor Fini, la invitó a Nueva York en 1936 para exponer con Max Ernst. Allí conoció a numerosos surrealistas estadounidenses, entre los que estaban Joseph Cornell y Pavel Tchelitchew. Sus obras formaron parte de la exposición Arte Fantástico, Dada y Surrealismo organizada por el MoMA, con pintores como De Chirico, Ernst e Yves Tanguy.

También fue una espléndida retratista; pintó repetidamente a Stanislao Lepri y a Constantin Jelenski, al que llamaba “Kot”, que significa “gato” en polaco, país del que era originario. Stanislao y Kot fueron amantes suyos durante mucho tiempo, y los tres vivieron juntos con más de doce gatos. También retrató a sus amigos: el escritor Jean Genet, las actrices María Casares, Anna Magnani, Alida Valli y Suzanne Flon, la bailarina Margot Fonteyn, el director Luchino Visconti, las pintoras Meret Oppenheim y Leonora Carrington, así como a las mujeres de la alta sociedad Francesca Ruspoli y Hélène Rochas.

A su vez, fue retratada por un sinfín de fotógrafos famosos: Erwin Blumenfeld, Dora Maar, Man Ray, Georges Platt Lynes, Lee Miller, Horst, Brassaï, Cecil Beaton y Henri Cartier-Bresson. Le dedicaron poemas Charles Henri Ford, Paul Eluard y Georges Hugnet, entre otros.

Falleció el 19 de enero de 1996 en París, siete meses antes de cumplir 90 años.

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