Siempre se dice que a Salvador Dalí (de nombre completo Salvador Domingo Felipe Jacinto Dalí i Domènech, nacido el 11 de mayo de 1904) le gustaban los gatos. Bueno, puede ser, pero sinceramente lo dudamos. El hecho de que tuviera un ocelote no demuestra para nada que le gustaran. Era un ocelote llamado Babou al que paseó alegremente por el mundo atado a una fina cadena de oro. Hay un sinfín de anécdotas acerca de Babou, cómo se escapó un día en el lujoso hotel Meurice de París y toda la clientela salió huyendo…
Dalí contaba que se lo había regalado el presidente de Colombia. Llevó a Babou a Nueva York a bordo del paquebote SS France, y una vez allí fue a cenar con él a un restaurante de Manhattan. Para calmar a los asustados comensales, les dijo que era un gato algo más grande de lo normal y que él mismo había pintado su pelaje. No sabemos si le creyeron, pero sería un gato bastante grande, dado que los ocelotes suelen pesar unos 11 kilos.
Dalí tenía un ocelote y no un gato por la sencilla razón de que un gato no habría llamado la atención, pero un ocelote sí. Hay pocas fotografías del pintor con un gato en brazos, solo hemos podido encontrar dos. En una de ellas se le ve con un gato de pelo largo, sujetando sus patas delanteras a modo de precaución, lo que podría indicar que no le daban miedo y estaba acostumbrado a cogerlos. Puede haber sido realizada a finales de los años 40.
En las otras, los gatos son utilizados de simple atrezo, incluso en la foto en que Dalí tiene un siamés en el regazo.
Pero siempre nos ha intrigado la famosa foto hecha en 1948 por el fotógrafo Philipe Halsman (Riga, 2 de mayo de 1906 – Nueva York, 25 de junio de 1979) titulada “Dalí Atomicus”, en la que todos los componentes, animales, persona y objetos están suspendidos en el aire. Los trucos ya existían, desde luego, pero eran mucho más complicados de realizar que en la actual época digital.
Según varios artículos publicados en Internet, antes de que el fotógrafo y el pintor decidieran tirar tres gatos al aire, Dalí sugirió que volaran a un pato con dinamita, una idea sobre la que no haremos comentarios. Halsman siempre quiso alzar el velo que cubría a las personas que retrataba. En una ocasión dijo: “El fotógrafo auténtico quiere captar la verdadera esencia de un ser humano”. E inventó la “jumpology” o, si prefieren, la “saltologia”. Después de cada sesión fotográfica con famosos, les pedía que dieran un salto. “Cuando alguien salta, su atención se centra en el salto, la máscara cae y aparece la verdadera persona”, explicó.
Pero antes de convencer a Audrey Hepburn, Grace Kelly, Richard Nixon, los duques de Windsor y Jean Seberg (también con un gato) a que se lanzaran al vacío, realizó la sorprendente fotografía de Dalí, de quien se había hecho amigo cuando le fotografió por primera vez en 1941 en una azotea de Nueva York. En 1954 publicó un libro con 36 fotos del bigote encerado de Dalí y le fotografío numerosas veces durante cuatro décadas.
Uno de los retratos más icónicos quizá sea “Popcorn Nude” (Desnudo de palomitas), de 1949, en el que Dalí da una patada al aire haciendo explotar palomitas y baguettes alrededor de una modelo desnuda. Para crear “In Voluptas Mors” (1951), el fotógrafo tardó tres horas en colocar a las modelos hasta conseguir la apariencia de una calavera.
Lo mismo ocurrió con “Dalí Atomicus”, para la que Philippe Halsman se inspiró en el cuadro “Leda Atómica” (1949), empezado cuatro años antes y que se ve en la parte derecha de la fotografía aún inacabado. El problema era que todos los elementos debían estar suspendidos en el aire.
La fotografía sin retocar revela sus secretos: Un ayudante sujeta la silla a la izquierda, el caballete y el cuadro están colgados de unos alambres, y la pequeña banqueta se apoya en algo para elevarse por encima del suelo. Pero quedaba fotografiar a los tres gatos en el aire. Para cada toma – hubo un total de 26 –, los ayudantes del fotógrafo, incluidas su esposa Yvonne e Irene, una de sus hijas, lanzaron a los gatos y el contenido de un cubo de agua al aire. Después de cada intento, Halsman revelaba la foto mientras Irene recogía a los gatos y los secaba.
En las seis fotografías rechazadas por el fotógrafo se leen las siguientes anotaciones empezando desde arriba a la izquierda: “Dali se prepara”, “El agua salpica a Dalí en vez de a los gatos”, “Dalí salta demasiado tarde”, “El agua tapa la cara de Dalí”, “El secretario se mete en la foto” y “La silla tapa la cara de Dalí estropeando una foto perfecta”.
Si se fijan, en la foto de la línea superior a la derecha, solo salta un gato; en las tres siguientes, dos gatos, y en la última, tres gatos. Ahora bien, cualquier persona que conozca un poco a los gatos estará de acuerdo en que es casi imposible volver a lanzar a un gato por segunda vez al aire sin que se revuelva como un loco. La historia no lo cuenta, pero nos parece que la única explicación plausible es que los pobres animales estuvieran bastante drogados, aunque no tanto como para impedir que reaccionaran.
Y esta es la historia detrás de la famosa foto. O mejor dicho, la historia “oficial”.














