El 1 de septiembre de 2019, pronto hará cuatro años, Almudena Grandes publicó en su columna del diario El País un maravilloso artículo titulado “Mi gato me mira mal”, en el que habla del final de las vacaciones a través del comportamiento de su anciano gato. Al ser de dominio público, lo reproducimos íntegramente.

“De entrada, desde que volvimos a Madrid me mira poco, porque pasa largas horas en su butaca favorita, sobre su manta favorita, y ya no viene a buscarme. Tengo que buscarlo yo y, cuando lo encuentro, me mira sin demasiado interés. Luego se deja rascar, acariciar, incluso cepillar, con una indiferencia casi desdeñosa, como si nada de lo que yo pudiera hacer por él mereciera su perdón”.

Lorenzo Goñi

“Mi gato tiene ya 14 años. Es un gato gaditano, pero no se acuerda. El primer verano, cuando lo devolvimos a su pueblo, a la urbanización donde mi hija pequeña lo rescató de debajo de un coche, todos nos congregamos a su alrededor, expectantes ante su reacción, y el resultado fue que no hubo reacción. Mi gato se había naturalizado madrileño por su propia voluntad y lo extrañó todo, la humedad del aire, la casa, el patio, el temblor rojizo de las buganvillas que bailaban sin cesar a merced del viento. Pero después de pasar dos días arrugado en una esquina, se atrevió a salir y descubrió una nueva manera de ser feliz. En sus primeros veranos, apenas lo veíamos. Estaba todo el día por ahí y llegaba por sorpresa de vez en cuando, sucio, cansado, a menudo con algo entre los dientes. Eran regalos para mí, ratones y pájaros que cazaba por instinto para depositarlos a mis pies. Mis hijos le chillaban, pero yo nunca dejé de acariciarlo, de felicitarlo con mi voz más cantarina, de premiarlo con un trocito de pescado crudo. Porque es un gato, un animal doméstico sólo cuando no puede ser otra cosa. Y en verano, en la playa, recobra su auténtica naturaleza de cazador salvaje”.

Gatos de una colonia de la calle Arturo Soria, Madrid

“Mi gato, que es viejo, ha cazado este verano cinco pajaritos. Hemos podido salvar a cuatro, aunque no sé si habrán sobrevivido porque eran muy pequeños. Se habían caído del nido. Su verdugo no puede hacer nada más que esperar los regalos que caen del cielo, porque ya no es capaz de saltar la valla, pero nadie lo diría al verlo. Mi gato rejuvenece extraordinariamente cada verano. Sus sentidos se afilan, su cuerpo se estira, su cuello se alarga mientras mira a su alrededor, evaluando el panorama con un interés casi humano. Pendiente de cada voz, de cada ruido, estímulos imperceptibles para mí lo impulsan a saltar, a salir corriendo a toda prisa, aunque ya no pueda aventurarse en el mundo que empieza más allá del jardín. Por fortuna, porque cuando era más joven a veces volvía a casa malherido, medio muerto una vez”.

«Mi gato es un gato de ciudad. No sabe pegarse. Esa era nuestra inquietud, verano tras verano, cuando desaparecía y nos lo encontrábamos en la calle después de mucho buscarlo, merodeando alrededor de otros gatos, machos alfa callejeros a quienes la lucha por sobrevivir a base de rebuscar en los cubos de basura había hecho mucho más hábiles, más pendencieros y victoriosos. Eso también se le ha olvidado. Mi gato no tiene memoria ni para lo bueno ni para lo malo, las heridas de guerra que su pelo ha ido cubriendo, nuestras visitas a la veterinaria que las cosió demasiadas veces, el miedo que le retenía dentro de casa, arrinconado en un sofá que yo forraba con mis pareos de la playa, hasta que llegaba el momento de volver a Madrid, al único hogar que sí es capaz de reconocer tras cualquier ausencia”.

Lorenzo Goñi

«Pero en Madrid, mi gato se aburre. Es su casa, es su butaca, es su manta. Es su balcón y son sus tejados, el paisaje que mejor conoce, el que ha contemplado día tras día durante su vida entera. Pero se cansa de estar tumbado, de recorrer una y otra vez los mismos pasillos, los suelos de madera donde no puede escarbar, los techos de los que no caen pajaritos, los balcones que no desembocan en ningún jardín. Por eso me mira poco, me mira mal, y no trepa hasta mi mesa para acomodarse alrededor de mi ordenador, no me muerde en la punta de un dedo para recordarme mi obligación de acariciarlo, y ni siquiera parece disfrutar demasiado cuando voy a buscarlo con un lomo de boquerón, como los que en la playa son su golosina favorita. Porque las vacaciones han terminado y todo es más seco, más pálido, más gris. Nadie lo sabe mejor que mi gato, que aún necesitará un par de semanas más para perdonarme”.

¿Oda a un gato mayor cuyo nombre ignoramos o lamento por la sensación que todos vivíamos de pequeños – y no tan pequeños – al final de las vacaciones? La primera novela que publicó Almudena Grandes fue “Las edades de Lulu”, ganadora del undécimo Premio La Sonrisa Vertical en 1989 y adaptada al cine por el director Bigas Luna un año después. Además de las seis novelas incluidas en “Episodios de una guerra interminable”, escribió otras nueve, la última – “Todo va a mejorar” – publicada póstumamente.

Lorenzo Goñi

En 1997 fue galardonada con el Premio Rosone d’Oro de literatura por la totalidad de su obra. No solo era la primera vez que lo ganaba un autor de nacionalidad española, tampoco se había entregado nunca a una mujer. Almudena Grandes nació en Madrid el 7 de mayo de 1960, era seguidora del Atlético de Madrid, y siempre vivió en Madrid, donde falleció el 27 de noviembre de 2021.

Hablando de su gato, una vez dijo: “Parece mentira que se pueda querer tanto a un animal, pero si la medida del amor es el miedo a perder al ser amado, de un tiempo a esta parte quiero a mi gato más que nunca. Sé que nunca volverán a existir unos ojos más verdes que los suyos”.

Y sobre las mujeres en España, comentó: “En España decimos que las mujeres perdieron la guerra dos veces y los hombres sólo una, porque ellos perdieron la guerra, mientras que ellas además de la guerra, el franquismo las retrotrajo a una situación anterior.Cuando Franco llegó al poder, España no volvió a 1931 – que es cuando se formó la República–, se implantó un código penal de 1870 que estuvo vigente durante la mayor parte de la dictadura”.

Riña de gatos (Francisco de Goya)

Dedicamos esta entrada a Yolanda, gran amante de los gatos y fundadora del Proyecto Nube, en Biurrún, Navarra, para la acogida y rescate de gatos.

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