Cada día bajamos a poner comida a los «gatos pobres» a la entrada de la urbanización, en una zona con árboles donde no pasa nunca nadie, detrás del punto de limpio. Escogimos un árbol alejado de cualquier casa. Les llevamos pienso y agua, aproximadamente 1 kilo cada día y desaparece. Lo ponemos en dos cacharros de plástico que limpiamos regularmente. Ya es la segunda vez que nos ocurre, pero anoche, los cacharros estaban rotos. Los habían volcado y aplastado pisándolos. Este verano les dábamos comida en el punto limpio. Un buen día, los cacharros desaparecieron y nos dejaron una preciosa nota (ver foto). Nunca dejará de sorprendernos el miedo que algunas personas tienen a los animales. En una urbanización, algunas colonias felinas controladas son muy útiles para, a su vez, controlar las ratas de campo. No nos referimos a ratoncitos, sino a ratas. No tenemos nada contra ellas, pero los gatos mantienen el equilibrio en la población «ratuna».