“Cats of Cairo: Egypt’s Enduring Legacy” (Los gatos de El Cairo: El imperecedero legado de Egipto) es un maravilloso libro de fotografías realizadas por Lorraine Chittock. Hay fotografías de gatos en la calle, en tiendas, en mezquitas, y cada fotografía va acompañada de una frase, un poema, un dicho. Es un libro muy recomendable para cualquier amante de los gatos. De vez en cuando publicaremos algún contenido.

Annemarie Schimmel, en una estupenda introducción al libro, dice: “Cuando el orientalista británico E.W. Lane vivía en El Cairo en 1830, se sorprendió al ver cada tarde un gran número de gatos reunirse en los jardines del Tribunal Supremo y a gente llevándoles cestas llenas de comida. Le explicaron que era la forma en que el qadi (juez) cumplía con una obligación instituida en el siglo XIII, cuando reinaba el sultán mameluco al-Zahir Baybars. Este monarca, gran amante de los gatos, había creado un “jardín para gatos”, donde los felinos de El Cairo siempre tendrían lo que necesitaran. Con el tiempo, cambió de manos varias veces y fue reconstruido, pero por ley, la orden del sultán debía respetarse, ¿y quién mejor que el qadi para que se cumpliera el deseo del rey que tanto amaba a los gatos?”
“La tradición sigue vigente hoy en día. Las personas que visitan ciudades islámicas se sorprenden ante los innumerables gatos que pueblan las calles de El Cairo, Estambul, Keruán, Damasco y muchas otras… A menudo encontramos gatos dentro de las mezquitas a los que se les abre la puerta no solo porque ahuyentan a los ratones”.

Y sigue diciendo: “En el Antiguo Egipto se adoraba a Sejmet, la diosa con cabeza de león, y también a Bastet, la diosa con cabeza de gata, cuyo templo se encontraba en Bubastis, en el Delta del Nilo. Sus sacerdotes se entregaban al servicio de la diosa con reglas muy estrictas”.
No sabemos cuándo consiguieron los egipcios domesticar al gato. Quizá los descubrieran en Nubia, donde el gato se sigue considerando como portador de buena suerte, pero no tardaron en entender que el gato podía convertirse en el perfecto defensor de sus inmensos graneros.

Tampoco sabemos cómo ni cuándo conocieron los árabes al gato. Quizá un monje cristiano copto viajó a la otra orilla del Mar Rojo con un compañero peludo. Está claro que los beduinos no son amantes de los gatos, pero en las ciudades de Arabia y de otros países empiezan a tener un importante papel en el folclore a partir de los siglos VII y VIII.
Frases y dichos de gatos contenidos en “Cats of Cairo”:
El nombre del dios que te protege es Gato. (Sortilegio 145, puerta 12 de “El libro de los muertos”, Decimonovena dinastía, 1250 a. de C)
No te mofes de un gato. (Dinastía ptolemáica, siglos IV a III a. de C)
Mis penas se acabarán cuando encuentre a mi compañero gato. (Ahmad Ibn Faris, erudito y filólogo iraní fallecido en 1005)
Qué curioso, qué raro, qué extraño, mirad, ¡un gato negro que tiene cola! (Poema anónimo egipcio sobre la alquimia, entre los siglos XII y XIV)

Se cuenta que el famoso gramático Ibn Babshad se había reunido con unos amigos en la azotea de una mezquita de El Cairo para comer. Pasó un gato y le dieron algo, lo cogió con la boca y se fue corriendo. Después de que el animal volviera una y otra vez a por más comida, los eruditos le siguieron y descubrieron que en una casa vecina le esperaba otro gato ciego al que llevaba la comida. Ibn Babshad se sintió tan conmovido que renunció a sus bienes y vivió en la pobreza absoluta hasta su muerte en 1067. (Tradición oral recogida a finales del siglo XIV por el teólogo y zoólogo egipcio Damiri)
Nota: Las fotos que acompañan esta entrada pertenecen al libro “Cats of Cairo: Egypt’s Enduring Legacy” y han sido realizadas por Lorraine Chittock.