
El descubrimiento, en verano de 2010, de parte del esqueleto de un gato en una tumba pagana con fragmentos de un cráneo humano en Ingiríðarstaðir despertó la curiosidad de arqueólogos e historiadores. Hasta entonces no se había dado mucha importancia al gato en la vida religiosa y cotidiana de la zona escandinava.


Sin embargo, más de un siglo antes, en 1904, el arqueólogo noruego Haakon Shetelig y el arqueólogo sueco Gabriel Gustafson habían descubierto el famoso barco de Oseberg en la provincia de Vestfold, Noruega. La tumba, dedicada a dos mujeres, también contenía un carro ceremonial con el panel trasero decorado con numerosos gatos.

Para redactar esta entrada nos hemos basado sobre todo en la interesantísima tesis de Brenda Prehal titulada «Freyja’s Cats: Perspectives on Recent Viking Age Finds in Þegjandadalur North Iceland» (Los gatos de Freya: Perspectivas de los recientes descubrimientos de la era vikinga realizados en þegjandadalur, en el norte de Islandia). La autora empieza diciendo que la importancia del gato en algunas culturas, como la egipcia, queda demostrada con creces, y piensa que su presencia en la mitología escandinava es más abundante de lo que pueda parecer a primera vista.
Efectivamente, sin buscar demasiado, hemos encontrado varios ejemplos de representaciones de gatos en broches y otros objetos de la época pagana escandinava.

Aunque existen pruebas de que el gato ya convivía con el hombre desde el 4.000 a. C. (y se cree que incluso mucho antes), es muy posible que los escandinavos no entraran en contacto con este animal hasta las primeras incursiones de los barcos vikingos en las islas británicas, donde llevaba tiempo domesticado. En Suecia había sobrevivido una subespecie del gato salvaje a la era de la glaciación, lo que también podría indicar que ya estaba domesticado antes de la gran época vikinga. Personalmente, nos inclinamos más por esta explicación, sobre todo si tenemos en cuenta que se descubrieron restos de un gato doméstico en una tumba de Vestregotia, Suecia, del siglo II.


De ser así, la importancia del gato en Islandia y en Suecia no se habría basado en la necesidad de controlar a los roedores, ya que no aparecieron en estos países hasta una época mucho más reciente, probablemente en el siglo XVII. También se sabe que los escandinavos veneraban a los felinos desde hacía mucho, como lo demuestra el hallazgo en una tumba neolítica de huesos pintados de ocre pertenecientes a gatos salvajes.
Pero puede que la mayor prueba sea la diosa Freya, hermana de Frey, esposa de Odr, que siempre va acompañada de gatos. Se la describe montada en su carro tirado por dos gatos machos.



La diosa pertenecía a los Vanir, la tribu de la fertilidad, y se la relaciona con la diosa germana Nerthus. Los ritos asociados a ambas tenían que ver con carros. En este caso, la fertilidad se refiere tanto a la procreación como a la tierra y a las cosechas, por eso se decía que «es especialmente amable y generosa con aquellos mortales que se acuerdan de colocar un cazo de leche en el campo de trigo para que sus gatos beban».

Se piensa que el gato y el perro eran atributos de la nobleza, de las personas adineradas, como ocurrió al principio de la introducción del gato en Japón. Freya significa «señora», lo que podía entenderse como «la que es rica». Pero Freya tenía muchos atributos, no solo en el ámbito de lo domestico, la sexualidad femenina o la abundancia, también era señora de la magia. Ella es quien daba el seiðr a los dioses, la gran magia, convirtiendo a la mujer en poseedora de ese poder, y colocándose al mismo nivel que Odín. Podía cambiar de forma, era una hechicera y una adivina directamente relacionada con la muerte, compartía a los guerreros caídos en batalla con Odín, que se llevaba la mitad al Valhala, y Freya la otra mitad al Folkfangr.
En la Saga de Erik el Rojo se habla de la bruja llamada Thorbjorg, que lleva guantes de piel de gato y una capucha forrada con piel de gato que le confieren poderes mágicos.

Volviendo a la importantísima tumba de Oseberg, es muy probable que fuera la de una sacerdotisa o sacerdotisas dedicadas a Freya, lo que explicaría la gran cantidad de representaciones de gatos. Además del magnífico carro, también se encontraron tres trineos cuyos palos frontales están rematados con figuras de animales que presentan rasgos felinos.
No lejos de Oseberg, en Borre, también en la provincia de Vestfold, se descubrió otra nave enterrada en el suelo que corresponde a la época de la gran expansión vikinga, datada entre el 830 y el 975.

La tumba contiene numerosos objetos de bronce, muchos de ellos con representaciones de animales en el llamado estilo Borre, y entre ellos bastantes gatos con un aspecto característico: cara triangular, cejas marcadas, orejas redondeadas.

Un ejemplo más de que el gato acompaña al ser humano en su día a día y en otros recorridos desde hace mucho tiempo.