La vida de Elena Garro podría resumirse en unas cuantas líneas: Nacida en la ciudad de Puebla (México) el 11 de diciembre de 1916, creció en Iguala, estado de Guerrero. A los 20 años se casó con el Premio Nobel Octavio Paz y estuvieron juntos 22 años. En 1964 fue galardonada con el Premio Xavier Villaurrutia por “Los recuerdos del porvenir”, considerada la novela precursora del realismo mágico, movimiento que dio fama a Gabriel García Márquez y a los escritores del llamado boom latinoamericano.

Con Octavio Paz (Archivo periódico El Universal)

En 1968 se exilió por razones políticas, primero a Estados Unidos y luego a Francia sufriendo grandes dificultades económicas. Regresó a México en 1993 y se instaló en un modesto piso que le dejó su hermano en Cuernavaca, donde residió con sus adorados catorce gatos hasta el final de su vida. Ya está, así de sencillo. Pero en la vida de Elena Garro hay luces y sombras, acusaciones políticas que ella siempre desmintió, una gran historia de amor y mucho más… Lo triste es que nunca se reconoció su enorme talento como escritora hasta después de su muerte, el 22 de agosto de 1988, a los 77 años.

A pesar de haber nacido en 1916, Elena Garro mantenía que había visto la luz en el año 1920. Era hija del español José Garro y de la mexicana Esperanza Navarro. Siempre dijo que sus progenitores fomentaron su imaginación, las realidades múltiples, el amor por los animales, el baile, la música, el orientalismo, el misticismo y la poca importancia del dinero.

Archivo periódico El Universal

En 1937, un año después de matricularse en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, conoció a Octavio Paz y se casó con él. No siguió con sus estudios universitarios, y ese mismo año la pareja viajó a España para asistir al II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas que se celebró en Valencia. Después de ir a París, regresaron a México.

Elena Garro y Octavio Paz con un grupo de intelectuales mexicanos en el Teatro Español, plaza de Santa Ana, Madrid (1937)

Decidió hacerse periodista en 1940 porque, en sus propias palabras, “así no opacaba a nadie”. Y añadió: «Me dediqué a callar porque había que callar», refiriéndose a su marido, con el que se llevaba realmente mal. Otro recuerdo de esos años es el siguiente: “Paz me criticaba porque yo era vegetariana, y cuando se enfadaba me decía: ‘¿Sabes que Hitler también es vegetariano?’”.

Elena fotografiada por Barry Domínguez

Pero fue Octavio Paz quien alentó a su esposa a escribir, y en los círculos donde se movían eran considerados como un matrimonio envidiable. Sin embargo, a finales de la década de los cuarenta, el futuro Premio Nobel entabló relaciones con la pintora Bona Tibertelli de Pisis, y Elena Garro se enamoró locamente el 17 de junio de 1949 del autor argentino Adolfo Bioy Casares, casado a su vez con Silvana Ocampo. La pareja Garro-Paz no se divorció hasta el año 1959.

Elena y Adolfo se conocieron en París cuando el matrimonio argentino visitó a la pareja mexicana en el hotel George V, uno de los más lujosos de la capital. El flechazo fue inmediato, pero solo se vieron tres veces en los nueve años que duró la relación epistolar: esa primera vez en París, de nuevo en la ciudad de las luces en 1951 y otra vez en Nueva York en 1956. Se escribieron 91 cartas, 13 telegramas y tres postales.

Elena Garro, Adolfo Bioy Casares, Octavio Paz y Helena Paz en Nueva York, 1956 (Archivo Siglo Nuevo)

Como periodista, siempre defendió a los campesinos, a los más pobres, e hizo hincapié en la situación de la mujer en un entorno sexista, pero curiosamente no parecía ser una persona de izquierdas y dejó muy claro que deseaba que los zares volvieran a ocupar el poder en Rusia.

El 2 de octubre de 1968 tuvo lugar la masacre de la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. Murieron entre 200 y 300 universitarios a manos de la policía y del ejército y 2.500 fueron arrestados. Elena Garro acusó abiertamente a muchos intelectuales mexicanos de izquierdas de haber instigado la rebelión de los estudiantes y de no dar la cara después.

Elena en Cuernavaca

Sus críticas tuvieron dos consecuencias: su exilio a Francia y el fin de su relación epistolar con Bioy. Según dicen, a punto de irse de México, no se fió de nadie para cuidar de sus gatos y se los envió al escritor en Argentina por avión sin contar que ya tenía varios perros. Este los acogió varios días en su casa de Buenos Aires, pero parece que la convivencia era imposible y decidió llevarlos a una finca a las afueras de la ciudad. Elena Garro se enteró y rompió la relación de inmediato por no haberse ocupado de sus queridos compañeros.

Elena en Cuernavaca

Todo en Elena Garro era una contradicción. Así, su cercanía a los políticos que pretendían un cambio y sus ataques a las formas autoritarias del PRI hicieron que  la CIA y la DFS, la policía secreta mexicana, la vigilaran. A la vez, se la acusó de haber delatado a algunos de los organizadores de los movimientos estudiantiles. Entre los supuestos acusados por la autora están los filósofos Luis Villoro y Leopoldo Zea, los escritores Emmanuel Carballo, Rosario Castellanos y Eduardo Lizalde, el cronista Carlos Monsiváis, así como la pintora Leonora Carrington.

Los años de exilio fueron duros para Elena y su hija Helena, no solo por estar lejos de México, sino por pasarlo realmente mal económicamente, sobre todo entre los años 1974 y 1981. Después de “Los recuerdos del porvenir”, de 1963, no volvió a publicar otra novela hasta 1981, pero entonces aparecieron tres novelas en tres años. La vida era algo más fácil. Transcurrieron otros ocho años sin ninguna publicación nueva, y entre 1991 y 1998 salieron a la venta seis novelas.

Elena y Helena (Archivo Siglo Nuevo)

También escribió numerosos cuentos, relatos y obras de teatro, una de ellas titulada “Sócrates y los gatos”, publicada cinco años después de su muerte, donde cuenta el terror que vivió en los meses anteriores a verse obligada a exiliarse debido a la presión del gobierno mexicano.

¿Quién era realmente Elena Garro? Las opiniones son tan contradictorias como ella misma, pero hay dos cosas muy claras: amaba profundamente a los gatos y fue una espléndida escritora injustamente oscurecida por la fama de Octavio Paz.

Foto realizada por Gabriela Bautista
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