
La intrépida y extraordinaria fotógrafa Margaret Bourke-White no solo fue la primera fotoperiodista de la revista Life y la primera fotógrafa de la revista Fortune (hasta entonces solo habían contratado a hombres), también fue la primera corresponsal de guerra a la que se autorizó a acceder a zonas de combate durante la Segunda Guerra Mundial, además de ser la primera fotógrafa occidental en pisar la Unión Soviética. El primer hombre tardó unos años en obtener el permiso necesario.

Nació en el Bronx el 14 de junio de 1904, hija de Joseph White y Minnie Bourke, y creció en un entorno familiar estricto donde se prohibían el chicle, las medias de seda y las revistas de historietas. Armada con una Reflex Ica de segunda mano con el objetivo roto, empezó a hacer fotos del campus y a venderlas a sus compañeros universitarios. Después de licenciarse, abrió un estudio en Cleveland, Ohio, y descubrió el paisaje de las fábricas, “un paraíso fotográfico”, según ella. Henry Luce, el editor de la revista Time, se entusiasmó con sus fotos de la fábrica Otis Steel y la convenció para que se mudara a Nueva York y trabajara en Fortune, una revista dedicada a la industria y también publicada por él.

Puede decirse que fue una de las “madres fundadoras” de la revista Time (otra idea de Henry Luce), cuyo primer ejemplar se publicó en 1936 con una fotografía suya en la portada. Para entonces, Margaret Bourke-White ya se había convertido en una brillante y exitosa fotógrafa en un mundo reservado a los hombres.

Protagonista de una carrera sin par, varó en una isla del Ártico, fue torpedeada en el mar Mediterráneo, ametrallada por la Luftwaffe, bombardeada en Moscú y rescatada en la bahía de Chesapeake después de que su helicóptero se cayera.

Nada parecía poder detenerla cuando iba en busca de una fotografía y tenía el don de estar en el sitio oportuno en el momento oportuno. El fotógrafo Alfred Eisenstaedt, su amigo y compañero de trabajo, dijo una vez que era una gran fotógrafa porque para ella, nada de lo que le encargaban carecía de importancia. Tenía la osadía, la astucia y la intuición de adivinar dónde iba a producirse una noticia.

Se casó en dos ocasiones, la primera en 1924, siendo estudiante, con Everett Chapman, del que se divorció dos años después, y en 1939 con el escritor Erskine Caldwell, con quien colaboró en varios libros, entre otros “You Have Seen Their Faces” (Han visto sus rostros), documentando la Gran Depresión en el sur de Estados Unidos. Después de su divorcio en 1942, empezó a usar su apellido de soltera añadiéndole el de su madre.

En 1934 también se dedicó a fotografiar campañas publicitarias, un trabajo muy rentable, con el que ingresó 35.000 dólares en un año. Pero Fortune le encargó fotos de las terribles consecuencias de la sequía en el centro del país y abandonó las fotos comerciales. El 15 de febrero de 1937, la revista Life publicó la famosísima foto de una fila de personas negras, víctimas de las inundaciones, haciendo cola debajo de una enorme valla publicitaria en la que se ve a la típica familia blanca estadounidense y una frase que reza: “El nivel de vida más alto del mundo” y, más abajo: “No hay nada comparable al sistema americano”.

Además de ser la primera fotógrafa en entrar en la Unión Soviética, en 1931, para documentar el rápido desarrollo del país, cubrir zonas de combate como corresponsal de guerra en zonas, recorrer Alemania al acabar la contienda y entrar en Buchenwald, el terrible campo de concentración, también es conocida en India y Paquistán por sus fotografías de Babasaheb Ambedkar, defensor de los derechos de la mujer y de la casta de los intocables, y uno de los padres de la actual Constitución India. También documentó la violenta separación de Paquistán e India, y entrevistó y fotografió a Mahatma Ghandi unas horas antes de que le asesinaran.

En 1949 pasó cinco meses en Sudáfrica para plasmar el horror del apartheid y de las terribles condiciones de las minas, y en 1952 viajó a Corea para fotografiar los dramas familiares producto de la guerra. Poco después de su regreso de este último país, empezó a sentir los primeros síntomas de la enfermedad de Parkinson, con la que lucharía hasta el final de sus días. No le quedó más remedio que trabajar menos e instalarse en su casa de Darien, Connecticut.

La enfermedad no le fue diagnosticada hasta 1958, y se sometió a dos intervenciones para aliviar los temblores y las dificultades para caminar. Dimitió como miembro del personal de la revista Time solo dos años antes de su muerte, a pesar de no haber contribuido con ninguna fotografía desde hacía mucho. Falleció el 27 de agosto de 1971.

Aparte de la fotografía de una guapísima y joven Margaret Bourke-White en una tumbona con un gatito, hay varios retratos suyos con su gato en la casa de Darien. Tampoco fotografió gatos, quizá porque tendía a sujetos que normalmente posaban, o se centraba en edificios y otras construcciones.

Margaret Bourke-White, que abrió el camino para las fotorreporteras y corresponsales, dijo: “La cámara es un instrumento extraordinario. Basta con saturarse del sujeto, y la cámara casi te lleva de la mano”. Y también: “La verdad absoluta es esencial, es lo que me conmueve cuando miro por el objetivo”.
