No recordamos que hubiera gatos en la famosa película “Blade Runner” (1982), en la que Harrison Ford, el Blade Runner, tiene la misión de “retirar” a cuatro replicantes que han regresado a la Tierra en busca de su creador. Uno de esos replicantes es Roy Batty, interpretado por Rutger Hauer, un magnífico actor con un físico imponente. Las cinco frases – no son más – que le dice a Rick Deckard en la azotea del edificio son inolvidables.

«Blade Runner» (1982)

Rutger Hauer falleció el pasado 19 de julio a los 75 años después de una breve enfermedad. Trabajó en más de 140 películas y es el actor holandés de mayor fama internacional. Debutó con el director Paul Verhoeven en la serie “Floris”, a la que siguieron títulos como “Delicias turcas” (1973), que le dio a conocer en todo el mundo al ser nominada al Oscar a la Mejor Película de Habla Extranjera.

«Delicias turcas» (1973)

En 1981 trabajó con Sylvester Stallone en “Halcones de la noche” y con Timothy Dalton en “Coco Chanel”, antes de que Ridley Scott le escogiera para encarnar al carismático Roy Batty. Ganó un Globo de Oro por su papel en “La escapada de Sobibor” (1987).

El actor creó una fundación llamada “The Rutger Hauer Starfish Association” dedicada a apoyar, ayudar y cuidar a niños y mujeres embarazadas con VIH/sida, así como a educar para la prevención de esta enfermedad. El nombre “Starfish” (Estrella de mar) está inspirado en un antiguo proverbio indio: “Dale un pez a un hombre y comerá un día, pero enséñale a pescar y comerá cada día”.

Gato en un café de Ámsterdam

En la web de Rutger Hauer encontramos dos pequeños artículos acerca de un gato negro que decidió vivir con él. En todo Internet solo hay dos fotos del actor con un gato, pero no es negro, sino atigrado. Ambos parecen conocerse. Por una vez, nos hemos permitido añadir en la entrada fotos de gatos desconocidos; eso sí, todos holandeses, concretamente de Ámsterdam y de Utrecht, la ciudad natal del actor.

Café Belgie, Utrecht

Y esta es la traducción del primer texto en la web de Rutger Hauer:

“Nada más graduarme en la escuela de arte dramático, empecé a trabajar en los escenarios. Vivía en una pequeña granja con unas veinte vacas ruidosas y un pajar en la parte trasera. Delante, una pequeña cocina, un pequeño salón, todo era pequeño. No había agua corriente, la bombeaba del pozo y salía realmente helada en invierno. Para llegar al retrete, había que cruzar el pajar. Pagaba unos 30 dólares al mes de alquiler y ganaba unos 200. Fue hace mucho tiempo, en 1967”.

Gato negro en Utrecht

“No voy a extenderme, pero os hablaré de dos momentos con el loco gato negro que se hizo amigo mío después de largos preliminares. Cuando decidió adorarme, trepaba a toda prisa por la única cortina con un subidón de adrenalina. Había dos camas empotradas en el pequeño salón; así dormían los granjeros antes. Los trabajadores dormían en la cocina, que solo estaba separada del establo por una delgada pared para que les llegara el calor de las vacas. Yo estaba solo con el corazón destrozado porque mi matrimonio de tres meses se había roto. Tuve que irme, mi mujer y el niño desaparecieron”.

Gato en jardín de Utrecht

“La estufa se apagaba durante la noche. Me levantaba por la mañana, corría a por mis pantalones, me ponía tres jerséis y hacía café. Intentaba ir cada día más rápido. El gato vivía en casa y tenía formas curiosas de demostrar su afecto. Le gustaba tumbarse alrededor de mi cuello, por ejemplo. Le daba igual que me moviera. Por la mañana competía conmigo a ver quién era más rápido. En cuanto salía de la cama y me había puesto los pantalones, me agarraba por la pierna para que me parara y trepaba lentamente… ay… ay… ay… hasta llegar a su sitio favorito, mi cuello. Cómo me divertía. Eso es amor”.

En la introducción a la segunda parte, Rutger Hauer dice que espera que el gato Lucky vuelva, antes de pasar a describir qué le ocurrió con el gato negro que vivía en la granja cuando empezó su carrera de actor.

Gato de Utrecht

“Recuerdo que un día me fui al mercado con él agarrado al cuello. A continuación me desperté en el hospital del pueblo más próximo con una conmoción cerebral, y todavía hoy sigo sin saber lo que ocurrió entre medias. Las enfermeras me contaron que el viejo Peugeot 203 se había salido de la carretera y lo habían declarado siniestro total. Tenía prohibido levantarme y dormía mucho”.

Jacobus Van Looy (1855-1930)

“Al amanecer del día siguiente me despertó una enfermera y me preguntó por mi gato. También le había olvidado, incluso cómo era. Tardé un momento antes de decirle que era totalmente negro. Pensé que iba a anunciarme que había muerto, pero en vez de eso, señaló la puerta y preguntó: ‘¿Es él?’ No podía ser. El hospital estaba a más de 20 kilómetros del lugar del accidente. El gato en el umbral tenía el rabo levantado como una señal de interrogación. Era él. Increíble. Jamás me había creído esas historias. Entonces las creí. Sigo creyéndolas”.

Descansa en paz, Rutger Hauer.

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