El 13 de septiembre de 2014, menos de un año después de haber comenzado esta web, dedicamos una corta entrada a Edward Gorey. Revisándola, nos ha parecido que una persona a la que le gustaban tanto los gatos – siempre tenía un mínimo de seis viendo con él –  merecía algún comentario más. Además, hay bastantes fotos del dibujante y escritor con sus gatos.

Edward Gorey (Foto de Eleanor Garvey, 1961)
Diecisiete gatos en las escaleras de la calle Maple, 82

Uno de sus biógrafos reconoció que, muy posiblemente, “el mayor reto a la hora de escribir una biografía del Sr. Gorey es que era un hombre al que nunca le pasó nada. No se le conoce ningún amante”. En el famoso “Cuestionario de Proust”, publicado en la revista Vanity Fair en 1991, contestó que el amor de su vida eran los gatos y que su viaje favorito era “mirar por la ventana”.

Edward Gorey

Hablando de viajes, a pesar de ser un anglófilo empedernido, solo realizó un breve viaje a Escocia, y fue la única vez que pisó un país extranjero. Da la impresión de que Edward Gorey pasó gran parte de su vida inclinado sobre un libro. Se sabe que su pasión por el cine podía llegar a la obsesión; incluso llegó a decir que había visto mil películas en un año. Edward Gorey murió con el cambio de siglo (el 15 de abril de 2000, a los 75 años), y ver mil película en un año suponía ir a muchos cines y videoclubs. No existían las plataformas ni el cine bajo demanda.

Pero cuando no estaba en el cine o en su casa dibujando y escribiendo con sus gatos, Edward Gorey estaba sentado en el patio de butacas de un teatro asistiendo a la representación de uno de los ballets del gran coreógrafo George Balanchine (https://gatosyrespeto.org/2015/10/08/el-gato-mourka-el-coreografo-y-la-bailarina/), que solo tuvo un gato al que enseñó a bailar. Parece ser que nunca se perdió un solo ballet de Balanchine durante treinta años. El coreógrafo falleció en 1983, más o menos la época en que Edward Gorey se mudó permanentemente a una casa de Cape Cod que había comprado en 1979. Nada le retenía ya en la ciudad.

Mark Dery, autor de una biografía del artista titulada “Born to Be Posthumous: The Eccentric Life and Mysterious Genius of Edward Gorey” (Nacido para ser póstumo: La excéntrica vida y misterioso genio de Edward Gorey), escribió: “El Ballet de la Ciudad de Nueva York era su Vaticano. Y decía de George Balanchine que era su dios. Viajaba ampliamente entre sus dos oídos, era el Magallanes de la imaginación”.

Gato con el número 3

Edward Gorey disfrutaba profundamente de la compañía de sus gatos y una vez dijo: “Los gatos comparten con los bailarines la elegancia de movimientos. Como artista, sus expresiones me fascinan y me frustran eternamente”. Como no podía ser de otra manera, ilustró el famoso libro de T.S. Eliot “Los gatos sensatos de la vieja zarigüeya” (https://gatosyrespeto.org/2018/12/20/los-gatos-sensatos-del-viejo-possum/).

Escribió un libro que se presenta como una sesión doble de cine: “Una sesión doble de Edward Gorey: Gatos danzones y Asesinas desatendidas”. A la izquierda, una pequeña sinopsis de ambas historias: “Edward Gorey presenta un curioso acontecimiento en dos partes”. Y debajo: “Todos los gatos se divierten. Un gato mariposa (y otro) dejándose llevar un sábado por la tarde, un gato entrando, gatos en la barra de ballet, un gato emperador, un gato ladrón, una gata animadora. Y más.”

Edward Gorey (Foto de Tim Gray)

Edward Gorey, nacido el 22 de febrero de 1925, fue un niño prodigio. Ya dibujaba a los 18 meses y aprendió a leer solo a los tres años. Su educación fue caótica debido a las constantes mudanzas de sus padres en Chicago, lo que no le impidió saltarse varios cursos. A los 12 años ya había publicado varios dibujos en periódicos de esa ciudad. Fue reclutado por el Ejército y se quedó hasta 1943, pero solo sirvió en Estados Unidos.

En 1946 se matriculó en Harvard. Aunque obtenía excelentes notas, estuvo a punto de ser expulsado en varias ocasiones. Al trasladarse a Nueva York en 1953 para trabajar en la editorial Doubleday Anchor como ilustrador, no tardó en hacerse un nombre en el mundo del diseño. Pasó por diferentes editoriales hasta trabajar por su cuenta. No se sabe realmente cuántos libros ilustró para otros escritores, pero se calcula que más de quinientos. Ilustró y escribió su primer libro (“The Unstrung Harp”) en 1953, considerado hoy en día un precursor de la novela gráfica.

Su interés por el teatro le llevó a involucrarse en producciones off-Broadway. Durante los veranos en Cape Cod, trabajó con actores no profesionales en la producción de obras experimentales en las que incluía marionetas. En 1973 diseñó una obra de teatro en torno a Drácula para un pequeño teatro de Nantucket que cuatro años después se estrenó en Broadway como “El Drácula de Edward Gorey”, ganadora de dos premios Tony y un enorme éxito comercial. Estuvo en cartel casi tres años antes de salir de gira por Estados Unidos, Reino Unido, Australia y otros países.

Gracias a los derechos de autor de la producción de “Drácula” se compró una antigua casa en Dartmouth que había pertenecido a un capitán de barco y empezar a reformarla. Después de mudarse allí definitivamente en 1983, se volcó aún más en el teatro experimental, además de seguir publicando, dedicarse a los grabados y aceptar numerosos trabajos comerciales. En una famosa foto se le ve tumbado en un sofá rodeado de gatos, pero nos da la impresión de que Edward Gorey no tenía mucho tiempo para echarse la siesta.

Nunca quiso explicar sus enigmáticos dibujos en las entrevistas que concedió. A un periodista que le preguntó por su filosofía de vida le contestó que se consideraba taoísta y quizá surrealista. En 1978 explicaba: “El surrealismo me atrae. Si tengo una filosofía, es esta. Sobre todo me atrae una idea que lanzó Paul Eluard. Dijo que hay otros mundos, pero están en este”.

La imagen más conocida de Edward Gorey es la de un hombre alto con una bufanda de la Universidad de Harvard y un voluminoso abrigo de piel, vaqueros y zapatillas gastadas. Una imagen ostentosa para un hombre sencillo. Edward Gorey era persona y personaje. En su casa, disfrutaba viendo series como “Buffy, cazavampiros” y “Las chicas de oro” rodeado de sus gatos y haciendo crucigramas.

Defensor acérrimo del bienestar animal, siempre tuvo gatos, sobre todo cuando vivía en Nueva York y en Cape Cod. Dejó todos sus bienes a “The Edward Gorey Charitable Trust”, una entidad que creó para la defensa de todas las criaturas vivas, no solo gatos y perros, sino también murciélagos, insectos e incluso invertebrados.

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