Al final de sus días, Michel Eyquem de Montaigne, más conocido sencillamente como “Montaigne”, insertó una pregunta en un ensayo escrito años antes: “Cuando juego con mi gato, ¿quién sabe si se divierte conmigo o yo con él?” No suele mencionarse lo que añadía: “Nos entretenemos mutuamente con pequeñas locuras, luchando por una liga, y si soy libre de empezar o negarme, también él. Si no nos entendemos mejor es porque no comprendo su idioma, o quizá se ría con ganas al ver cómo me esfuerzo para entretenerle”.
Maravilloso comentario de quien inventó el género del ensayo, del francés “essai”, cuyo significado más exacto sería “intento”. Los Ensayos, publicados por primera vez en 1580, comprenden tres tomos divididos en 107 capítulos con temas tan diversos como los carros, la crueldad, el canibalismo, los pulgares y los olores. Escritos con ingenio y humor, es posible que dos siglos después abrieran el camino a la Ilustración.
También es considerado uno de los fundadores del humanismo moderno. El escepticismo de Montaigne se volcaba sobre todo hacia el ser humano. Según él: “De todas las criaturas, la más desgraciada y frágil es el hombre, y también la más entregada al orgullo”.
Su interés por antiguas filosofías le llevó a convencerse de que ninguna podía igualar a la sabiduría de los animales tratándose de vivir con la que les había dotado la naturaleza: “Puede que nos consideren bestias brutas por la misma razón que nosotros lo hacemos con ellos”.
Montaigne planteó seriamente la capacidad de hablar de los animales, al menos de comunicación, y sugirió que nosotros los seres humanos somos incapaces de entenderlos, pero no que ellos no nos entiendan. El deseo de comunicar con los animales viene de muy lejos. En el Paraíso Terrenal, Adán y Eva hablaban con los animales, en la Edad de Oro griega también hablaban. En los cuentos, los animales hablan, sobre todo los gatos (https://gatosyrespeto.org/2019/11/21/el-gato-con-botas/).
La idea de que los animales podrían comunicarse con los humanos no tiene nada de antropocéntrica y era sorprendente en pleno Renacimiento. Montaigne criticaba la tendencia que tenemos los humanos a sentirnos superiores a otros seres vivos. Quiso demostrar la debilidad de la razón e impulsar una sabiduría prudente, basada en el sentido común y la tolerancia. No fue estoico, ni epicúreo, ni siquiera escéptico, aspiraba a fomentar un diálogo abierto entre los seres vivos.
Michel de Montaigne nació el 28 de febrero de 1533 y consagró la mayor parte de su vida a la escritura de los Ensayos, que nunca dejó de retocar hasta su muerte el 13 de septiembre de 1592. Su bisabuelo era un mercader de Burdeos que había hecho fortuna y comprado la tierra de Montaigne (en viejo francés “Montaña”). Sus tíos eran magistrados. Su padre, oficial del rey y veterano de las Guerras de Italia, fue nombrado alcalde de Burdeos. Su madre procedía de una familia de ricos comerciantes judíos convertidos al protestantismo.
Su padre se ocupó de su educación y le enseñó latín desde muy pequeño, idioma que llegó a dominar a la perfección. Parece ser que de estudiante se metió en bastantes líos antes de empezar una carrera en la magistratura de Périgueux, lo que le llevaría en 1556 al Parlamento de Burdeos. Allí conoció al filósofo y también magistrado Étienne de la Boétie, al que le unió una profunda amistad hasta la muerte de este último en 1563.
Nombrado diplomático en una época en que las Guerras de Religión (auténticas guerras civiles entre católicos y protestantes) asolaban Francia, fue trasladado a París. En 1569 publicó en la capital una traducción de “Teología natural”, del catalán Raimundo de Sabunde, libro escrito en latín.
De vuelta a Burdeos publicó por su cuenta una primera edición de los Ensayos en dos tomos que dedicó al rey Enrique III. Una segunda edición vio la luz en 1588 en París ya en tres tomos. Como hemos dicho antes, nunca dejó de enriquecer los Ensayos mientras vivió, y una tercera edición se publicó póstumamente en 1595.

Al morir su padre en junio de 1568, heredó las tierras y el título de “Señor de Montaigne”, lo que le permitió dejar la magistratura y dedicarse plenamente a la escritura y a la edición. Incluso así, sigue estando muy activo en la vida política de la región y fue nombrado alcalde de Burdeos en dos ocasiones entre 1581 y 1585.
Al principio de la octava Guerra de Religión fue uno de los negociadores clave entre el mariscal de Matignon y Enrique de Borbón, rey de Navarra y jefe del partido protestante. Como muchos otros católicos moderados, siempre prestó su apoyó al futuro Enrique IV, quien dijo: “París bien vale una misa”, antes de convertirse al catolicismo.
Es muy probable que empezara a sufrir de cálculos en los riñones a partir de 1578, enfermedad que no tardó en agravarse. Sin nunca dejar de escribir, decidió satisfacer su curiosidad viajando a países que de joven le habían fascinado. Curiosamente, los Ensayos, empezados en 1572, fueron muy bien tolerados por las autoridades francesas hasta 1676, cuando el Santo Oficio los prohibió.
Michel Eyquem de Montaigne falleció en su castillo a los 59 años. Está enterrado en el monasterio real de Saint-Bernard de Burdeos.
Montaigne especuló acerca de la naturaleza de la inteligencia animal y planteó una pregunta: ¿Quién es realmente el “amo” en una relación entre humanos y animales?” Hoy en día, cuando las mascotas se han convertido en un lucrativo negocio para las multinacionales (comida, ropa, juguetes, etcétera), esta pregunta no choca a nadie. Pero en su época, sugerir que las golondrinas, las arañas y los gatos pudieran enseñar algo al ser humano era inaudito.
En medio de las sangrientas guerras de religión de la época, Montaigne defendió la tolerancia y llegó a decir que “es poner un precio muy alto a las creencias quemar vivo a un hombre por defenderlas”. También habló de la tortura: “¿Por qué me obligaría el dolor a confesar la verdad antes de decir una mentira?”
Ignoramos el nombre del gato de Montaigne, si tuvo uno o varios, pero de lo que estamos seguros es de que amaba a los animales. Dedicamos esta entrada a nuestra amiga Mireille, que cuida de varios gatos.






















