El gato montés escocés, antaño rey de la antigua Caledonia, está a punto de desaparecer por culpa de la pérdida de hábitat, las persecuciones y, más recientemente, por cruzarse con el gato doméstico. El futuro del “tigre de las Tierras Altas” no es nada prometedor.
Pero ¿por qué es tan especial el gato montés escocés? Análisis morfológicos y genéticos indican que es un descendiente del gato montés europeo que quedó aislado hace entre 7.000 y 9.000 años debido al incremento del nivel del mar después del último máximo glacial. El gato montés ha estado presente en Gran Bretaña desde el Holoceno, cuando Gran Bretaña estaba conectada a Europa a la altura de la desembocadura del Támesis por el Doggerland.
Se calcula que se extinguió en el sur de Inglaterra en el siglo XVI; a mediados del XIX solo se le encontraba en el centro de Gales, Northumberland y Escocia, pero unos cuarenta años después, su refugio era el oeste y norte de Escocia. En 1915, únicamente se avistaban ejemplares en el noroeste de Escocia. Con la disminución de guardabosques privados y un programa de reforestación, la población volvió a crecer ligeramente en estas zonas.
Lo curioso es que el gato montés escocés parece que no se cruzaba con el gato doméstico a pesar de haber convivido durante unos 2.000 años, pero todo cambió hace unas siete décadas. En unos cuantos decenios, el genoma del gato montés escocés se corrompió hasta tal punto que casi puede dársele por extinguido, según un estudio publicado el 6 de noviembre de 2023 en la revista “Current Biology”.
Los gatos domésticos llegaron hace miles de años a Europa, siguiendo a poblaciones venidas de Oriente Medio y ocupando el territorio de un primo lejano, el gato montés europeo. La verdad es que no son muy diferentes. Ambos pertenecen al género Felis, el doméstico es F. catus, y el montés, F. silvestris; este último es atigrado y su pelo recuerda al del gato romano. Ahora bien, F. silvestris es bastante más grande que F. catus (20% mayor), su pelo es mucho más denso y su cola proporcionalmente más corta. También es un solitario que no quiere nada con los seres humanos.
Aunque el gato doméstico ya proliferaba en tiempo de los romanos, los marcadores de ADN de gatos actuales y de huesos antiguos no muestran una superposición genética entre ambas especies. Una explicación lógica puede ser que sus hábitats eran diferentes: uno vivía cerca o dentro de las casas, mientras que el otro rehuía el contacto humano y prefería los bosques y montes.
Ocurre lo mismo con los perros y los lobos, según Gregor Larson, biólogo evolutivo de la Universidad de Oxford. Hace 11.000 años que conviven en el hemisferio norte, pero el mestizaje es casi inexistente.
Pero la barrera acabó por caer. El estudio, basado en el ADN de docenas de gatos domésticos y gatos monteses libres, en cautividad y en museos, demuestra que ya a mediados de 1950, más del 5% de marcadores genéticos en el montés escocés se parecía mucho al doméstico. A partir de 1997, la cifra alcanza el 74%.
Como hemos dicho antes, fueron perseguidos hasta quedar arrinconados en las lejanas tierras altas de Escocia, su último refugio. Pero a mediados del siglo pasado, una enfermedad viral diezmó la población de conejos, el principal alimento de los gatos monteses. Se cree que no llegaron a superar los 30 individuos y no les quedó más remedio que aparearse con el gato doméstico si no querían desaparecer del todo.
Hoy en día, el genoma del gato montés escocés está “anegado” con ADN de gato doméstico y se considera como “genómicamente” extinto, según los autores del estudio. No queda más que un enjambre híbrido, una mezcla confusa de ADN doméstico y salvaje. Se han dado casos en los que las llamativas rayas del gato montés han sido sustituidas por manchas y colores desconocidos en él hasta ahora.
Jo Howard-McCombe, conservacionista genetista de la Real Sociedad Zoológica de Escocia (RZSS), autor principal del estudio, dice: “La evolución de miles de años de estos gatos monteses se está perdiendo en unas pocas generaciones”. Las conclusiones duelen muy especialmente en Escocia donde el gato montés simboliza la valentía y la independencia, y cuya imagen ha sido utilizada por numerosos clanes históricos.
Lo irónico es que si el gato montés escocés no ha desaparecido aún es gracias al ADN del gato doméstico. Los investigadores descubrieron que su ADN estaba fuertemente enriquecido con genes procedentes del sistema mayor de histocompatibilidad, que ayuda a los gatos domésticos a luchar contra enfermedades letales como la leucemia felina o el virus de la inmunodeficiencia. Pero también es verdad que el gato montés solo pudo estar expuesto a estas enfermedades porque entró en contacto con el gato doméstico.
Quizá quede algo de esperanza gracias a los ciento sesenta gatos monteses que viven en cautividad, ya que solo el 18% de sus marcadores de ADN son domésticos. Helen Senn, coautora del estudio y encargada del Proyecto “Salvar a los gatos monteses”, apoya un proyecto para reintroducir gatos cautivos en la naturaleza. Este pasado verano de 2023 se soltaron diecinueve animales en un parque nacional escocés. El equipo espera que los gatos se adapten a su nuevo entorno y que, al cabo de unas cuantas generaciones, empiecen a perder el ADN doméstico.
Sin embargo. Steve Piper, antiguo presidente de la Scottish Wildcat Association (Asociación del gato montés escocés), una ONG conservacionista, no está nada convencido. En su opinión, los gatos monteses cautivos están genéticamente demasiado contaminados para poder recuperarse. Propone introducir gatos monteses de Rumanía u otras zonas de Europa donde aún prosperan.
Helen Senn es optimista, pero consciente de que probablemente nunca se recupere el 100% de los genes del gato montés escocés. “Hay que empezar por algo”, dice.

















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