Louis Joseph Camuti fue el primer veterinario en dedicar sus esfuerzos únicamente a los gatos; más aún, decidió cerrar su clínica veterinaria y visitarlos a domicilio. Decía que meter a un gato en un transportín suponía un estrés innecesario y también le gustaba ver dónde vivía el gato porque le revelaba muchas pistas en cuanto a qué le pasaba a su paciente.

El doctor Camuti en una visita

En su libro “All My Patients Are Under the Bed” (Todos mis pacientes están debajo de la cama), el Dr. Camuti cuenta numerosas anécdotas con mucho sentido del humor tanto de sus pacientes como de sus dueños. Es curioso, pero solo hemos encontrado traducciones en alemán, ninguna en español u otro idioma. Ejerció como veterinario durante seis décadas, hasta su fallecimiento en 1981 mientras iba camino de ver a un paciente. Y durante gran parte de estos años, recorrió las calles de Nueva York a partir de las seis de la tarde con Alex (Alessandra Landi Camuti, su mujer) al volante del coche.

Nunca ha sido fácil aparcar en Nueva York, entonces tampoco lo era. Alex no solo le hacía compañía, sino que se quedaba en el coche – que solía aparcar delante de una boca de incendios – mientras Camuti iba a ver al paciente. Era la única forma de evitar un sinfín de multas que habrían hecho económicamente inviables las visitas a domicilio. Según su marido, Alex tenía un don para convencer al policía de turno para que no les multasen. Con el tiempo, llegaron a conocerla y dejaron de preocuparse.

El Dr. Camuti nació el 30 de agosto de 1893 en Parma, Italia, y llegó a Nueva York con sus padres y hermano a los seis años. Tenía dos años más que Alex, su único amor. Su primer gato, Ci-Nin, era una gatita a la que salvaron de unos gamberros que la maltrataban. A su vez, unos años después, Ci-Nin intentó salvarle la vida. A los 11 años, Joseph enfermó de fiebre tifoidea y quedó prostrado en la cama. Una mañana, su madre salió a hacer un recado y dejó la comida puesta en el fuego. El líquido se evaporó, un humo acre empezó a invadir el piso hasta llegar al dormitorio del niño. Ci-Nin, en vez refugiarse en el salón, trató desesperadamente de obligarle a levantarse.

Louis J. Camuti

Se licenció en Ciencias Veterinarias en 1920. Hasta entonces, la mayoría de veterinarios en ciudades se dedicaban a los caballos, pero ya habían sido sustituidos por los coches. Empezaron a abrirse clínicas para animales domésticos, sobre todo perros más que gatos. A pesar de su preferencia, el Dr. Camuti se ocupó al principio de toda clase de animales; tenía que alimentar a su familia. Fue a partir de mediados de los años 40 cuando inició su andadura como veterinario ambulante.

Muchos de sus clientes no tenían coche, eran solteros o parejas sin hijos y ambos trabajaban, lo que dificultaba ir a una clínica veterinaria. El resultado, según cuenta en el libro, fue que Alex y él tenían un horario nada habitual: empezaban las visitas alrededor de las seis de la tarde, cuando los dueños volvían del trabajo, y seguían hasta las once de la noche. Regresaban, cenaban y se acostaban alrededor de las dos o tres de la madrugada para levantarse a las once…

Con la edad, el Dr. Camuti impuso una condición a sus clientes: Solo subiría hasta el primer o segundo piso. Si en el inmueble no había ascensor y los dueños vivían en un quinto, por ejemplo, veía al paciente en el lobby. Imaginen la cara del portero durante la primera visita y de los vecinos al descubrir a un gato siendo examinado por un veterinario en la entrada de su casa.

La fama del doctor “Cat” creció y atrajo a muchos clientes famosos amantes de los gatos, como Olivia de Havilland, James Mason y su esposa Pamela Kellino, Imogen Coca y Tallulah Bankhead, que según él se comportaba como una niña malcriada, pero cuidaba muy bien a sus animales y seguía al pie de la letra todo lo que le indicaba.

En febrero de 1981, el Dr. Camuti – que tenía problemas de corazón desde hacía mucho – se sometió a la implantación de un marcapasos. En vez de descansar un tiempo prudente después de salir del hospital, insistió en seguir con las visitas unos días después. Sufrió un infarto masivo yendo a ver a un paciente a las 9:30 de la noche; Alessandra estaba a su lado, tenía 87 años.

Durante anteriores hospitalizaciones, que se alargaban demasiado para su gusto, llegó a recibir pacientes a escondidas en su habitación para tratarlos. Todo fue muy bien hasta que una enfermera descubrió varias jeringas en la papelera y cayó en la cuenta. Parece ser que le dieron el alta 24 horas después.

Al tener clientes famosos, le entrevistaban para la radio y la televisión. Tal como dice su hija Nina Danielsen, la fama le importaba poco, pero entendió que era una forma de aportar dignidad y respeto al gato. Utilizaba estas entrevistas para dar su opinión y oponerse a prácticas tan horribles como la desungulación, entonces muy habitual en las ciudades de Estados Unidos. También era un defensor de la esterilización de gatos domésticos tanto en ciudades como en el campo.

Citaremos aquí algunas de sus frases: “No crean que un animal sufre menos que un ser humano; al contrario, lo pasan mucho peor porque no pueden hacer nada para aliviar el dolor”. O también: “El amor por los animales es un impulso universal, un punto en común que puede unirnos. Quizá los seres humanos, amando y entendiendo a los animales, puedan llegar a entenderse entre ellos”. Y la última: “Hay algo en la presencia de un gato… algo que parece alejar la amargura de estar solo”.

Acabaremos con la traducción del primer párrafo del capítulo 18 del libro: “La gente nace y muere. Los gatos nacen y también mueren. A mi edad, recuerdo numerosas muertes – de gente y de gatos – y solo puedo decir que el dolor queda en los que siguen viviendo, y que no hay forma de medir ese dolor. Pero que el ser humano esté por encima del gato en la escala evolutiva, no significa que la muerte de un ser humano sea más dolorosa para los que se quedan que la de un gato. ¿Deberíamos llorar más por un pariente indiferente que por un animal entregado y cariñoso? La persona que así lo hiciera me parecería de lo más extraña”.

El Dr. Joseph Louis Camuti escribió dos libros sobre sus aventuras veterinarias; el arriba mencionado “All My Patients Are Under the Bed”, con Marilyn y Haskel Frankel, así como “Park Avenue Vet” (Veterinario de Park Avenue), coescrito con  Lloyd Alexander.

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