1953

Hace algún tiempo encontramos la foto de un hombre de semblante muy serio sosteniendo un gato siamés en brazos. Según el pie de foto, se trataba de Yuri Knorózov, el científico que descifró la escritura maya en 1952, aunque este hecho pasó sin pena ni gloria durante mucho tiempo por culpa del lingüista británico Eric S. Thompson, entonces el mayista más reputado y cuya opinión no coincidía con la del investigador ruso. Su descubrimiento no fue reconocido hasta finales de los sesenta.

Yuri Knorózov

Pero ¿por qué la foto de Knorózov con su gata Asya en brazos está reproducida incluso en su tumba en el cementerio Kovalevsky de San Petersburgo? Muy sencillo: la nombró coautora de su investigación cuando publicó “Drevnyaya pis’mennost’ Tsentral’noy Ameriki” (Escrituras antiguas de América Central), aunque al parecer, la editorial omitió el nombre de la gata y Knorósov se enfadó muchísimo.

Asya y Tolsty Kys

El lingüista siempre dijo que había descubierto la “fórmula” viendo a Asya enseñar a su gatito Tolsty Kys (Gordito Kys) a cazar. Observándola, algo le llevó a pensar que el alfabeto maya no era ideográfico, sino silábico; es decir, que se basaba en sílabas y en sus diferentes sonidos. Es mucho más complicado que esto, claro, pero fue la primera pista para descubrir el alfabeto logosilábico de los maya.

Tolsty Kys

Yuri Knorósov adoraba a los gatos. Dicen que se acordaba de los nombres de todos los gatos de las personas que conocía – aunque quizá no de todos los dueños – y que siempre preguntaba por ellos. Como puede verse por otras fotos de él ya con setenta años, también tuvo un gato negro y un perro. En una de estas dos fotos, sonríe con cara de pillo, dejando atrás el semblante serio de la foto más conocida.

Tan conocida que los dos monumentos que le dedicó México, uno en Cancún inaugurado en 2012  y otro en Mérida en 2018, reproducen esta foto. Ya había sido galardonado por las autoridades mexicanas y guatemaltecas. En 1990 recibió la Gran Orden del Quetzal, la distinción más importante de Guatemala, y en 1994 fue condecorado con la Orden Mexicana del Águila Azteca en la Embajada de México en Moscú, donde en español dijo: “Mi corazón siempre es mexicano”.

Cancún

Yuri Knorósov no viajó a México ni a Guatemala, ni vio una ruina maya antes de 1990, cuando se restablecieron relaciones diplomáticas entre Guatemala y Rusia, y el presidente Vinicio Cerezo le invitó a viajar al país. A partir de entonces, ya con setenta años cumplidos, volvió varias veces a Guatemala y a México, aunque también dijo: “Soy un científico de despacho, no necesito trepar por las pirámides”.

Mérida, Yucatán
Mérida, Yucatán

Quizá porque fue capaz de descubrir la escritura de un pueblo mítico, su figura dio pie a varias leyendas. La más famosa es que, durante la II Guerra Mundial, sirviendo en el ejército soviético que entró en Berlín, se hizo con un valioso libro de la Biblioteca Estatal Prusa que contenía una reproducción de tres códices maya conocidos como de Dresde, Madrid y París. Sin embargo, su alumna Galina Ershova no encontró ninguna prueba de que saliera del oblast de Moscú entre 1943 y 1945.

Otra leyenda cuenta que Knorósov era un chamán y que obligaba a sus discípulos a cruzar los cielos nocturnos sobre gatos salvajes, lo que nos parece francamente exagerado. Sobre todo porque a ningún chamán se le habría ocurrido una idea tan estrambótica. Pero es verdad que su detractor, Eric S. Thompson, se aprovechó de la tensión producida por la guerra fría para decir que la genialidad de Yuri Knorósov no era más que propaganda soviética.

De nombre completo Yuri Valentinovich Knorósov, nació el 19 de nombre de 1922 en un pueblecito cercano a Járkov, entonces capital de la recién formada Ucrania. Fue un  niño rebelde al que casi expulsan del colegio, pero era un alumno brillante – excepto en Lengua –, tocaba muy bien el violín y de adolescente escribía poemas románticos. A los 17 años se fue a estudiar Etnología a la Universidad Estatal de Moscú, especializándose en Egiptología.

Al acabar la II Guerra Mundial, reanudó sus estudios en sistemas de escritura antigua, sobre todo jeroglíficos; también leía japonés y árabe medieval. Su compañero de cuarto decía que cuando cobraba la beca, se gastaba la mayoría en libros y malvivía hasta la próxima paga. En 1947 escribió una disertación sobre “el alfabeto de Landa”, del obispo Diego de Landa (1524-1529), que supervisó la destrucción de numerosos códices maya, supuestamente después de haber transliterado el alfabeto. El único problema es que dicha transliteración no funcionaba muy bien.

En 1952 publicó su estudio “Escrituras antiguas de América Central”. Como hemos dicho, fue rechazado por Eric S. Thompson, lo que no impidió que Yuri Knorósov siguiera en el empeño. En 1960 dio a conocer la monografía “La escritura de los indios maya” y publicó varias traducciones de escritos mayas en 1975. Ya durante los sesenta, unos cuantos investigadores empezaron a defender su trabajo, aunque seguían siendo pocos. Pero al final, el mundo tuvo que rendirse ante la evidencia de que Knorósov no estaba equivocado y que había descubierto la llave que permitía descifrar la escritura maya.

Cementerio Kovalevsky (San Petersburgo)

También contribuyó a otros campos, como la arqueología y la semiótica, e investigó las migraciones de pueblos en el continente americano y la evolución de la mente. Llegó a indicar un lugar en Estados Unidos donde podría estar ubicado el legendario Chicomoztoc, la tierra mítica de donde decían proceder los pueblos de habla nahuatl.

Falleció de neumonía el 31 de marzo de 1999 en San Petersburgo a la edad de 77 años. En 2022, la Universidad Estatal Rusa de Humanidades desveló una placa conmemorativa por el centenario de su nacimiento en la que, una vez más, sostiene a su gata Asya en brazos. Pensándolo bien, es muy probable que él mismo exigiese que siempre se reprodujese la misma imagen.

Universidad Estatal Rusa de Humanidades

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