Las “fake news” o noticias falsas existen desde hace mucho, incluso involucrando a gatos antes de que estos estuvieran tan de moda como ahora. Ya a finales del siglo XIX, el periódico The New York Times, conocido por su seriedad, no tenía reparos en publicar noticias falsas de índole satírica, y algunas referentes a gatos.

Al parecer, el periodista que se encargaba de redactar muchas de estas noticias era William L. Alden (1837-1908), escritor, humorista y auténtico entusiasta de la canoa, deporte que ayudó a popularizar en Estados Unidos después de fundar el Club de Canoa de Nueva York en 1871. En la sección editorial de The New York Times daba rienda suelta a su imaginación con una columna titulada “Minor Topics” (Temas menores).

En septiembre de 1877 se publicó una recopilación de numerosos artículos suyos bajo el título “Domestic Explosives: And Other ‘Sixth Column Fancies’, from The New York Times”, es decir: “Explosivos domésticos y otros caprichos sexta columnistas de The New York Times”. William L. Alden no engañaba a nadie, el título deja muy claro de qué tratan los “caprichos”.

En 1875 se hizo miembro de la Sociedad Teosófica, creada por Helena Blavatsky. Diez años después fue nombrado cónsul general en Roma, ciudad en la que permaneció durante los cinco años de su mandato. Posteriormente se trasladó a París y Londres antes de regresar a Nueva York, donde falleció en el 14 de enero de 1908.

Es curioso, pero también se le atribuye la autoría – como recopilador – del libro “Lords of the Rooftops: Thirteen Cat Tales” (Señores de los tejados: Trece cuentos gatunos) en las ediciones más recientes (2010 y 2017); sin embargo, en la edición de 1921 solo se le menciona como contribuidor, y a Carl Van Vechten (https://gatosyrespeto.org/2016/08/25/el-tigre-en-la-casa-de-carl-van-vechten/) como autor-recopilador.

Pero pasemos a las noticias falsas. Una de las primeras, publicada el 4 de marzo de 1876, volvió a llamar la atención no hace mucho en las redes sociales, casi 50 años después. Nos referimos a los famosos gatos carteros de Lieja, Bélgica. El periodista escribe con un estilo mordaz muy acorde a su época y con la más absoluta desfachatez. El artículo empieza así: “Aquellas personas que tengan un trato íntimo con el gato doméstico se preguntarán por qué no se ha intentado desarrollar sus poderes intelectuales. No cabe duda de que el gato posee una inteligencia tan poderosa como sutil, además de la capacidad de utilizarla por el bien de la humanidad”.

Sigue cantando las alabanzas del gato y acaba el primer párrafo diciendo: “Lo peor para el gato es considerarlo el Alcibíades de los animales. Si se dedicara la mitad de los esfuerzos que se prodigaron en la educación del notorio griego a la educación del gato, no cabe duda de que demostraría su superioridad innata ante el mejor Pericles de los mastines o de los Terranova”.

A continuación pasa a describir cómo la Sociedad Belga para la Elevación del Gato Doméstico “invitó” a treinta y siete gatos residentes en la ciudad de Lieja a demostrar que podían ser portadores de mensajes liberándolos a las dos de la tarde en plena campiña a una distancia prudente de Lieja. Según cuenta, los treinta y siete gatos regresaron a su hogar, el primero a las 18:48, el resto algo más tarde. Los miembros de la Sociedad, alentados por el experimento, propusieron que los gatos fueran usados como mensajeros.

La noticia acaba con unos cuantos comentarios irónicos suplementarios y no reaparece hasta el año 2015; de nuevo, con más ímpetu, en 2018 y finalmente hace un par de años, dando por hecho que se intentó entrenar a treinta y siete gatos para entregar cartas en Lieja en 1878. Por cierto, dos años después de que Alden publicara su noticia. Va acompañada de un gatito etiquetado británico – nada que ver con Lieja – dentro del casillero de reparto de Lynton & Lynmouth, pequeña localidad costera situada en el canal de Bristol.

El 5 de abril de 1876, un mes después, Linden vuelve a publicar una noticia aún más estrambótica y mucho más cruel referente a una lluvia de gatos en la ciudad de San Francisco. Entre 1875 y 1885, el periódico publica nada menos que diecinueve noticias “satíricas” – entiéndase falsas – en torno a gatos con títulos como “Impuestos y gatos”, “Gatos científicos”, “Gatos de moda” y “Vacantes para gatos”, entre otras. Muchas de ellas son de un humor dudoso, pero creemos que merece la pena acabar esta entrada con “El triunfo de los gatos”, publicada el 15 de agosto de 1881.

Empieza así: “El mundo ha tardado en aprender la utilidad del gato. Los antiguos egipcios lo incluyeron en su religión, pero como en todos los demás pueblos, su uso práctico se limitó al exterminio de ratones”. Dicho eso, el autor – algo nos dice que era Linden – explica que un científico estadounidense acaba de descubrir el inestimable valor del gato para proteger del rayo a los edificios, lo que explica “la auténtica razón de la existencia del gato”.

Sigue diciendo: “A nadie se le escapa que ningún gato ha caído fulminado por un rayo, al contrario de otros animales, como caballos, vacas, ovejas, perros, cerdos, pájaros e incluso algún que otro pez. Es un hecho científico demostrado que el gato es inmune a los rayos; un rayo puede fulminar a toda una familia en un cuarto y dejar al gato indemne. También se sabe que el rayo jamás cae en las vallas traseras de los jardines”.

A partir de ahí, el supuesto profesor Schmidt, de la Universidad de Virginia del Oeste,  investigó la relación entre las vallas y los gatos. Varios experimentos le permitieron asegurarse de que las vallas no eran inmunes a los rayos; pero se sabe a ciencia cierta que el gato está lleno de electricidad positiva de la mejor calidad. Basta con acariciar a un gato en la oscuridad para ver chispas volar. El rayo también es electricidad positiva y dos corrientes del mismo tipo no se atraen. Conclusión: El rayo no quema las vallas traseras de los jardines porque siempre hay uno o más gatos encima.

Por lo tanto, si una casa contiene un número equis de gatos según los metros cuadrados (el profesor hizo el cálculo), estará perfectamente protegida contra el rayo. El autor adelanta que las aseguradoras rehusarán muy pronto asegurar casas que no tengan el número requerido de gatos.

Por cierto, parece ser que The New York Times sigue publicando noticias falsas sobre gatos – tendremos que indagar –, pero de momento lo dejamos aquí. Dedicamos esta entrada a Gusa. Sin ella, probablemente no nos habríamos enterado nunca de la existencia de los gatos carteros de Lieja.

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