Robert Colquhoun nació el 20 de diciembre de 1914 en Kilmarnock, Escocia; Robert MacBryde nació el 5 de diciembre de 1913 en Maybole, Escocia. El primero obtuvo una beca para estudiar en la Escuela de Arte de Glasgow, el segundo trabajó cinco años como albañil antes de ingresar en la misma escuela también con una beca. Allí coincidieron en 1933 y jamás volvieron a separarse, compartiéndolo todo. No tardaron en ser conocidos como “los dos Robert” (the two Roberts).
A ambos les concedieron una beca para viajar a Francia e Italia entre 1937 y 1939. De regreso al Reino Unido, el primero se unió al Cuerpo Médico del Ejército como conductor de ambulancia. Volvió a Londres en 1941 después de resultar herido y se reunió con MacBryde. Compartieron casa con John Minton, y a partir de 1943 con Jankel Adler (https://gatosyrespeto.org/2018/09/13/gatos-y-un-pintor-ignorado-jankel-adler/). En esta entrada, publicada en 2018, nos preguntábamos si el pintor alemán no había compartido casa con alguien que tuviera gatos… Los dos Robert tenían uno o dos gatos, aunque de los dos, solo Colquhoun los incluyó en sus cuadros.
A mediados de los años cuarenta empezaron a conocer el éxito y al comienzo de la década de los cincuenta eran considerados como dos de los principales artistas de su generación, exponiendo regularmente en la galería Lefevre de Londres. Entre su círculo de amigos estaban los pintores Francis Bacon, Lucian Freud y Michael Ayrton, así como los escritores Dylan Thomas y Elizabeth Smart, entre otros.
En los años cuarenta, una vez acabado el Blitz (1941), el Soho de Londres se convirtió en el corazón de la escena bohemia. La homosexualidad no se despenalizó en Inglaterra hasta 1967 (1980 en Escocia y 1982 en Irlanda del Norte), pero en el Soho, los Robert podían vivir libremente como artistas y amantes. A pesar de adorarse, mantenían una relación muy tempestuosa, entre otras cosas porque Colquhoun era bisexual y sus aventuras con mujeres sacaban de quicio a MacBryde.
En esa época, los dos Robert también diseñaron decorados para obras como “Macbeth” y “El rey Lear”, dirigidas por John Gielgud, así como el ballet “Donald of the Burthens”, de Massine, para el Covent Garden en 1951, lo último importante que se les encargó. El marchante Duncan MacDonald, de la galería Lefevre, que había muerto dos años antes, era una de las pocas personas que sabía cómo tratarlos, con una mezcla de tacto y de saber hacer comercial, además de creer firmemente en sus obras.
¿Por qué fue tan vertiginosa la caída de los Robert, por qué dejo de gustar su pintura? Contemporáneos suyos como Keith Vaughan, John Piper y John Craxton (https://gatosyrespeto.org/2017/09/14/los-gatos-cretenses-de-john-craxton/) siguieron teniendo éxito y han sido objeto de grandes retrospectivas en diversas ocasiones, pero Colquhoun y MacBryde estuvieron prácticamente olvidados hasta 2014, cuando las Galerías Nacionales de Escocia les dedicaron una exposición. A pesar de que Colquhoun no pintó muchos cuadros con gatos, el escogido para la portada del catálogo (con más de 90 ilustraciones) es el de una mujer sentada con un gato.
En cuestión de dos o tres años pasaron del éxito más absoluto a no tener dinero para comer. Se ha hablado de que la moda cambió, pero también se sabe que ambos eran hombres difíciles que no tenían pelos en la lengua y no estaban dispuestos a adular a las personas adecuadas. Y también existe la mala suerte.
Pero su amiga Elizabeth Smart, la autora de “En Grand Central Station me senté y lloré”, no les abandonó. En 1951 era madre de cuatro hijos de su unión con el poeta George Barker y los criaba sola en una granja de Sussex. Había conocido a los Robert en el Soho y les invitó a que vivieran con ella y la ayudaran a cuidar de los niños.
Era un arreglo nada convencional, pero los dos artistas podían seguir juntos y pintar. Siguieron con su mismo estilo, negándose tajantemente a adaptarse a las nuevas modas, como la abstracción y el nacimiento del pop. Al cabo de cuatro años, Elizabeth Smart ya ganaba bastante dinero como para mandar a sus hijos a un internado y los Robert regresaron a Londres. La escritora también pagó su deuda en el pub local, que al parecer ascendía a 1.500 libras, una cifra asombrosa para la época.
Una vez en Londres siguieron pintando y pasándolo bien, a pesar de no tener dinero. En 1962, una galería ofreció la posibilidad de una exposición a Colquhoun, pero su salud ya no era buena, y después de pasar una noche retocando cuadros, falleció en los brazos de MacBryde el 20 de septiembre de 1962 a los 47 años.
Anthony Cronin, gran amigo de ambos, en el libro “Dead as Doornails” (1976) dice que Colquhoun era “un hombre alto, apuesto, algo torpe y casi no hablaba; sin embargo, su dulzura y calidez eran palpables porque cuando se le conocía, no se guardaba nada”. MacBryde quedó devastado por la muerte de su compañero. Se mudó a Irlanda, siguió bebiendo y cayó en el más profundo olvido. El 6 de mayo de 1966, mientras bailaba delante de un pub de Dublín en medio de la calle, le atropelló un coche. El día anterior había cumplido 53 años. Sobrevivió cuatro años al otro Robert.
Según Anthony Cronin: “MacBryde siempre tuvo, hasta el final, la capacidad de abandonarse totalmente a la vista y al momento, de tal forma que, según con quién estaba, era capaz de alcanzar la incandescencia. Tenía una voz preciosa y un largo repertorio de canciones escocesas que pocas veces se negaba a interpretar”.
Colquhoun murió a los 47 años y MacBryde a los 53, pero lo asombroso es cómo consiguieron pintar tanto en tan pocos años en condiciones nada fáciles: la bebida, la falta de dinero… MacBryde realizó algunos de sus mejores cuadros mientras estaba obligado a dormir en el sofá en casa de amigos.
La historia de los dos Robert es trágica, pero estamos seguros de que solo podía separarles la muerte. Vivieron una vida bohemia y nunca dejó de animarles sus enormes ganas de crear y el gran afecto que les unía. Aunque pareciera que el mundo entero estaba en su contra, nunca se rindieron.
En algunos de los cuadros de Colquhoun que hemos incluido aquí es difícil encontrar al gato, pero hay uno en todos. ¿Por qué solo uno de los Robert dedicó algunos lienzos a los gatos? Nunca lo sabremos.




















