En noviembre de 1975, la muy prestigiosa revista científica “Physical Review Letters” publicó en su número 35 un artículo titulado “Two-, Three-, and Four-Atom Exchange Effects in bbc3He”, título que no nos atrevemos a traducir debido a nuestros limitadísimos conocimientos de física, donde se explicaba detalladamente el comportamiento de los átomos a diferentes temperaturas. El artículo, que en años posteriores sería citado en numerosas ocasiones – concretamente ciento siete veces hasta el año 2022 –, estaba firmado por Jack H. Hetherington y F.D.C. Willard, dos profesores de Física de la Universidad Estatal de Michigan.
No hubo ningún revuelo hasta 1978, año en que se celebró la Decimoquinta Conferencia de Física de la Temperatura celebrada en Grenoble, Francia, cuando salió a la luz que uno de los autores, F.D.C. Willard, era un magnífico gato siamés. La comunidad científica no se inmutó, pero los editores de la revista no se lo tomaron con tanta calma, aunque no denunciaron al profesor Hetherington, responsable del engaño.
¿Cómo se descubrió que F.D.C. Willard se llamaba en realidad Chester y que compartía el hogar de Hetherington y su mujer? Muy sencillo. Después de dejar pasar un tiempo prudente – casi dos años – de la aparición de la aplaudida publicación, el profesor mandó copias del artículo a algunos de sus amigos y colegas firmadas por ambos autores. Obviamente, F.D.C. Willard lo hizo con su huella.
Pero ¿por qué quiso Jack Hetherington que Chester compartiera los honores autorales de tan prestigioso artículo? ¿Había sido Chester parte íntegra de la investigación como ocurrió con la gata Asya y Yuri Knorózov, el lingüista que descifró la escritura maya? (https://gatosyrespeto.org/2024/04/11/una-gata-codices-mayas-y-yuri-knorozov/). Para nada, la razón es mucho más sencilla y práctica.
Antes de presentar el artículo a la revista para su publicación, el profesor Hetherington le pidió a un amigo que lo revisara, y fue este quien expuso el problema. Al parecer, el autor había usado el pronombre “nosotros” en toda la redacción y el amigo le recordó que “Physical Review Letters” no aceptaría el artículo, ya que tenía un único autor.
Hoy en día, el problema ni se plantearía. El profesor Hetherington habría hecho una búsqueda en el ordenador y todo se habría cambiado automáticamente, pero estábamos en 1975. Había máquinas de escribir eléctricas, desde luego; incluso estaba la famosa Selectric, también llamada “la de bola de IBM”, que revolucionó el mercado, pero la corrección suponía reteclear todo el artículo.
Además, el Sr. Hetherington tampoco tenía muchas ganas, por varias razones, de incluir a un coautor. Primera, lo había escrito sin ayuda de nadie; segunda, la compensación económica tendría que dividirse y, tercera, la reputación del autor depende de los estudios publicados. Después de una noche en vela reflexionando en cómo solucionar el problema, el profesor tuvo una brillante idea. ¿Por qué no podía el gato Chester ser coautor del artículo?
El padre de Chester se llamaba Willard, pero añadir un coautor llamado Chester Willard era un poco arriesgado, muchos compañeros conocían al siamés. Además, era un nombre demasiado sencillo, no inspiraba confianza. Se le ocurrió que podría usar la inicial C seguida por otras dos, las de “Felis domesticus”, y así obtener F.D.C. Willard. No lo dudó más. Al día siguiente fue a ver a la secretaria del Departamento de Física y le pidió que cambiara la portada del artículo. Lo presentó y, como se sabe, la revista lo aceptó sin rechistar y no se molestó en comprobar la identidad del segundo autor.
En el libro “More Random Walks in Science” (Más paseos aleatorios por la ciencia), de R.L. Weber, publicado en 1982, el profesor reconoce que no se arrepintió, ni siquiera después de que se desvelara el engaño: “¿Por qué estuve dispuesto a hacer algo tan irreverente?”, y se contesta, diciendo: “La mayoría de nosotros cobramos según la cantidad de artículos publicados, y nuestra reputación sufre un poco si hay un coautor. Por otra parte, no podía ignorar el valor publicitario. Si se descubría la identidad del segundo autor, estaba claro que todos recordarían el artículo más fácilmente. Decidí hacerlo y, en general, no he tenido que lamentarlo”.
Acaba diciendo que a la mayoría de la gente le pareció muy divertido que Chester fuera el coautor, excepto a los editores de la revista: “Por alguna razón desconocida por mí, no vieron la vertiente humorística del asunto”. La comunidad científica no se inmutó, a pesar de que muchos investigadores ya le habían agradecido a F.D.C. Willard “la importante contribución realizada con este artículo o conferencia”. Una universidad incluso contempló la posibilidad de ofrecerle un puesto en su departamento de Física.
El profesor Hetherington tenía sentido del humor y a menudo se refería a su querido Chester como el “Asesor en depredación roedora” de la Universidad de Michigan. Unos años después, en 1980, F.D.C. Willard fue el autor en solitario de otro artículo titulado “L’hélium 3 solide: un antiferromagnétisme nucléaire” (Helio 3 sólido: un antiferromagnetismo nuclear) en la revista científica francesa “La Recherche”. Por lo que hemos podido saber, el profesor Hetherington no tuvo nada que ver.
En este caso se trataba de varios autores que no acababan de ponerse de acuerdo en cómo presentar la idea y ninguno estaba dispuesto a firmar el artículo, por lo que utilizaron a F.D.C. Willard, dándole aún mayor relevancia en el mundo académico. Sin embargo, este último estudio fue poco citado, solo cinco veces en comparación a las ciento siete del primero.
En 2013 publicamos un artículo sobre la gata Zoe D. Katze, doctora en hipnoterapia (https://gatosyrespeto.org/2015/05/13/la-gata-zoe-d-katze-doctora-en-hipnoterapia/ ), que trataba de todo lo contrario, demostrar lo fácil que era obtener títulos en ciertas universidades a cambio de dinero.
Dedicamos esta entrada a Samantha.















