El Museo del Ermitage – 90.000 metros cuadrados, 350 salas vigiladas por 300 guardas, 65.000 piezas expuestas que representan únicamente el 5% de la colección completa, y casi tres millones de visitantes anuales – no solo alberga obras de arte, también es el hogar de nada menos que 85 gatos en 2014.
La tradición remonta al año 1737 cuando Pedro el Grande trajo a los primeros gatos desde Holanda para hacer frente a los ratones del Palacio de Invierno original. Su hija Isabel I, que reinó desde 1741 a 1761, siguió la tradición e importó numerosos gatos de la lejana Kazán, una ciudad distante 800 kilómetros de Moscú, mediante un decreto firmado en 1745 especificando claramente qué gatos eran requeridos: “…los mejores gatos, los más grandes, capaces de cazar ratones, y acompañados por una persona que cuidará de su bienestar”. Al parecer, los felinos de esa ciudad tenían fama de buenos ratoneros.
En el reinado de Catalina la Grande (1762-96) los gatos del Palacio de Invierno o Ermitage fueron nombrados “guardas de las galerías de arte”, cuyo mantenimiento corría a cargo del Estado.
Durante el asedio de Leningrado por los alemanes durante la II Guerra Mundial, que duró 900 días (1941-44), los gatos sucumbieron al hambre, a las enfermedades y a los estragos de la guerra. Sin embargo, volvieron al Ermitage muy poco tiempo después del fin de la guerra. Según la leyenda, un tren especial recorrió Rusia en busca de gatos adecuados para prestar sus servicios en el museo.
Los gatos viven en los sótanos del museo y mantienen a raya la población de ratas y ratones. Los sótanos se han adecuado para ellos mediante múltiples gateras que les permiten salir al exterior cuando el tiempo lo permite. Son esterilizados por veterinarios voluntarios, ya que la mayoría procede de las calles de San Petersburgo. Tres personas dedican todo el día a ocuparse de ellos, a alimentarlos, peinarlos, cuidarlos… Irina Papavietz pasa seis horas diarias con ellos y conoce a cada uno por su nombre. Ni el Ayuntamiento ni el Estado se hacen cargo de los gastos generados por los felinos, que dependen de la generosidad de los empleados, de los visitantes y de algún benefactor extranjero.
Cada año, el museo celebra el Día del Gato del Ermitage, durante el que los visitantes pueden ver a los gatos, sus fotos, participar en acciones gatunas lúdicas y dejar algún donativo.
El Ermitage no es el único monumento o edificio de San Petersburgo con una población felina. La Biblioteca Municipal cobija a veintidós gatos.
El siguiente video está en francés, pero es el mejor que hemos encontrado.