Todo empezó hace unos cuantos años, concretamente en 1966, cuando Henriette van Weelde salió a la calle y encontró a una gata y a su camada debajo de un árbol enfrente de su casa en la orilla del canal Herengracht. Henriette no lo dudo un momento y se los llevó a casa. A las pocas semanas encontró otro gato sin hogar, luego otro y otro.
Pronto se la conoció como “la señora de los gatos” y la gente empezó a llevarle gatos que ya no podían valerse solos. Acabaron por llenar su casa, la azotea y el jardín. Pero los gatos seguían llegando y era necesario encontrar una solución.
Casualmente, la respuesta estaba en el canal al otro lado de la calle. En los barcos atracados a lo largo de los canales vivía mucha gente, ¿por qué no podían hacer lo mismo los gatos? Y a Henriette se le ocurrió comprar uno. Adquirió el primero en 1968, una vieja barcaza cuyo interior fue remodelado completamente para adecuarse a las necesidades de sus nuevos residentes. Los primeros no tardaron en llegar: gatos sin hogar, gatos enfermos o gatos cuyos dueños ya no podían hacerse cargo de ellos.
Por suerte para Henriette, que ahora tenía un barco y una casa llena de gatos, también empezaron a llegar personas que amaban a los felinos y querían echar una mano: los primeros voluntarios.
Al cabo de tres años no cabía un gato más en la barcaza. Compraron y acondicionaron un segundo barco en 1971. Se había corrido la voz y cada vez acudía más gente dispuesta a adoptar o simplemente por curiosidad. Un refugio flotante para gatos no es algo que se ve todos los días. Diez años después hubo que sustituir la primera barcaza. Esta vez, un astillero se encargó de reformar especialmente el barco para convertirlo en una auténtica “arca” gatuna. Ambas barcazas están atracadas en el canal Singel.
El 3 de junio de 1987, y con el beneplácito del Ayuntamiento, la Stichting de Poezenboot o Fundación del Barco de los Gatos obtuvo un estatuto oficial. En 2002, el segundo barco fue totalmente rehabilitado como un moderno refugio para animales.
Ya se sabe – o al menos se dice – que los gatos y el agua no se llevan bien, pero basta con entrar en el Poezenboot para descubrir a varias docenas de gatos felices, que no parecen darse cuenta del agua que los rodea. El barco puede visitarse unas pocas horas cada día y se ha convertido en una de las atracciones turísticas de Ámsterdam. No todos los residentes proceden de la capital, algunos son de provincias. Los gatos se mueven libremente por el barco, no están encerrados en jaulas. Algunos no son muy sociables y probablemente nunca encontrarán otro hogar, pero la gran mayoría de ellos acaban por ser adoptados.
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