Albert Schweitzer (14 de enero de 1875 – 4 de septiembre de 1965), teólogo, organista, filósofo y médico, nació en Alsacia y Lorena, entonces parte del Imperio Alemán. Fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1952 por su filosofía de “Respeto por la vida” y, sobre todo, por haber fundado y ocuparse del hospital Albert Schweitzer en Lambaréné, entonces África Ecuatorial francesa, actual Gabón.
Obtuvo el doctorado en Filosofía en 1899 y en Teología en 1902, ambos en la Universidad de Estrasburgo. Paralelamente desarrolló una brillante carrera como musicólogo y músico.
Decidió irse a África a ejercer de médico y no de pastor, por lo que empezó a estudiar Medicina en 1905 y obtuvo su diploma en 1913. Se trasladó inmediatamente a Lambaréné, donde fundó un hospital. En 1917 fue recluido en un campo de prisioneros, junto a su esposa, por el gobierno francés, que les consideraba “enemigos alemanes”. Liberados un año después, permaneció en Europa hasta 1924 predicando, dando conciertos de órgano y especializándose en ramas de la medicina. Regresó a Lambaréné, y allí pasó el resto de su vida exceptuando cortos periodos en los que viajaba a Europa. En los años sesenta, el hospital constaba de 60 pabellones con más de 500 camas. Con los 33.000 dólares del Premio Nobel fundó una leprosería. Falleció a los 90 años en Lambaréné, donde está enterrado. Su antimilitarismo le llevó a criticar las acciones bélicas hasta su muerte. Un amigo suyo, Albert Einstein, dijo: “En este triste mundo nuestro, es un gran hombre”.
Para el Dr. Schweitzer, la vida sin animales casi no merecía ser vivida. No solo apreciaba su inteligencia, sino ciertas cualidades que suelen atribuirse a los seres humanos. Phylas y Sultán fueron dos de los perros con los que vivió en Alsacia cuando era pequeño. En Lambaréné tuvo a Caramba, Amos, Porto, Hanibal, César, Kimmy y su gran favorita, Tchu Tchu.
Vivió rodeado de gatos. Sizi, por ejemplo, siempre estaba a su lado mientras escribía y tenía por costumbre dormirse en su brazo izquierdo. Al parecer era zurdo, pero en vez de despertarla, prefirió aprender a escribir con la derecha. Sizi fue encontrada cuando apenas tenía cinco semanas y vivió 23 años. Otro gato suyo, Piccolo, siempre dormía en una pila de papeles en su mesa. Si entre esos documentos había alguno que debía ser firmado con cierta urgencia, todo el mundo esperaba a que Piccolo decidiera despertarse de la siesta.
También recogió chimpancés, pelícanos y antílopes.
Citaremos tres frases suyas, una de las cuales encabeza este blog:
– Existen dos medios de refugio de las miserias de la vida: la música y los gatos.
– El niño que sabe preocuparse por un animal que sufre, sabrá dar la mano a su hermano.
– Al socorrer a un insecto amenazado, no hago más que intentar devolver a los animales en su conjunto un poco de la siempre creciente deuda de culpabilidad que los hombres han contraído con ellos.