
François-Augustin de Paradis de Moncrif (París, 1687 – 19 de noviembre de 1770) fue un escritor y poeta francés de origen inglés. Ejerció como secretario del conde de Argenson y del conde de Clermont, antes de convertirse en el lector de la reina María Leczinska, casada con Luis XV, y de ocupar el puesto de secretario general de Correos.

Ingresó en la Academia Francesa en 29 de diciembre de 1733, ganándole la partida a Marivaux, un autor teatral entonces muy de moda. Dicen que un bromista soltó un gato durante la ceremonia y que el público imitó los maullidos del pobre animal desorientado.
¿Y a qué se debió semejante comportamiento? Sencillamente porque Moncrif era el autor del primer libro dedicado íntegramente a los gatos, “Histoire des chats” (Historia de los gatos), publicado en 1727 por Quillau. Este libro obtuvo un éxito considerable y no tardó en imprimirse de nuevo en Ámsterdam y, posteriormente, en Rótterdam bajo títulos como “Les chats” (Los gatos) o “Lettres philosophiques sur l’histoire des chats” (Cartas filosóficas acerca de la historia de los gatos). Efectivamente, está dividido en once epístolas dirigidas a la misteriosa marquesa de B***, seguidas por el “Epitafio de Belaud” que Dubellay dedica a su gato en 1568; dos fábulas, la primera de La Fontaine y la segunda del caballero de St. Gilles; la correspondencia entre Tata y Grisette, del propio Moncrif, como lo es también la pequeña obra teatral titulada “Tragedia de Grisette y Cochon”.

En realidad, el libro es una sátira de primer orden donde compara los maullidos del gato a una música celestial de acordes divinos. En otro momento afirma que el gato es un animal monógamo y que la gata es una esposa irreprochable. Sin embargo, nos parece obvio que el autor no se hubiera molestado en redactar una obra de 204 páginas si no se hubiera sentido atraído por los gatos. Su indignación es sincera cuando evoca las siniestras hogueras de Metz, pero también se divierte provocando y burlándose del lector.
A continuación traducimos las primeras frases del libro
¿No le latió el corazón durante la velada, señora? Han hablado de gatos en la casa donde estaba, se han cebado con ellos, y ya sabe cuán difícil es soportar semejante injusticia. No le contaré todos los vicios y las ridiculeces de las que han acusado a los gatos.
Y acaba diciendo, al final de la obra:
Tranquilicémonos, señora; algún día, el mérito de los gatos será por todos reconocido. Es imposible que en una nación tan iluminada como la nuestra, la prevención le gane la partida durante mucho a la razón. No lo dude, en sociedad, en los espectáculos, en los paseos, bailes, incluso en las academias, se recibirá a los gatos, incluso se buscará su compañía. Es imposible que no nos demos cuenta de que un gato es un amigo que hace buena compañía, un pantomimo admirable, un astrólogo nato, un músico perfecto, en fin, un conjunto de talento y gracia…

Unos cuantos años después de la publicación del libro, Moncrif intentó que el público olvidara esa obra escrita en su juventud por considerarla indigna de su puesto en Correos. Por suerte para nosotros, no lo consiguió.