Hace unos años, una amiga inglesa nos mandó una noticia acerca de un gato británico que se subía al autobús cada mañana. Buscando un poco, hemos descubierto tres casos de felinos ingleses interesados en usar el transporte comunitario.
La más antigua remonta al 12 de abril de 2007. En ella se relataba cómo un misterioso gato blanco, con un ojo verde y otro azul, y con collar violeta, subía regularmente al autobús de la línea 331 en Wolverhampton, Midlands, para bajarse en la parada siguiente. Los conductores acabaron llamándole Macavity, por el misterioso gato del poema de T.S. Eliot (ver entrada del 29 de enero de 2014).

Macavity esperaba el autobús delante de unas casas adosadas construidas en los años cincuenta y bajaba en la siguiente parada, unos 400 metros después, delante de un puesto de “Fish and Chips”. No sabemos si iba a comer o si es fruto de la casualidad.

En el artículo, el conductor Bill Khunkhun explicaba que cuando lo vio por primera vez, se quedó muy sorprendido porque no lo había visto subir. Al día siguiente, el gato reapareció y esta vez vio dónde subía.
También hablaba un pasajero, Paul Brennan, de 19 años: “Me fijé en el gato hace unas semanas. Al principio pensé que estaba con alguien, pero al verlo bajar, me di cuenta de que viajaba solo. Se sienta en la parte de delante, espera a la siguiente parada y se apea. El primer día me quedé extrañado, pero ahora me parece de lo más normal. En realidad, es el pasajero ideal, no hace ruido, no se mueve y no se mete con nadie”.

En la segunda noticia, del 30 de julio de 2009 y publicada por el Telegraph, se habla de un gato blanco y negro de pelo largo llamado Casper, residente en Plymouth, condado de Devon, que en la época tenía la respetable edad de 12 años. Subía cada mañana al autobús de la ruta nº 3 a las 10:55 de la mañana en punto para bajarse unos 18 kilómetros y una hora después en la misma parada y regresar a su casa. Empezó cuatro años antes, en 2005, y todos los conductores le conocían y se aseguraban de que bajara en la parada correcta.
Casper era el gato de Susan Finden, una asistente social de 65 años, que le adoptó en un refugio de Dorset en 2002. “Desde que lo traje a casa, Casper siempre tuvo la costumbre de desaparecer durante varias horas”, decía en el artículo del Telegraph. “Por eso le llame ‘Casper’, por el fantasma. Al cabo del tiempo, los conductores me dijeron que subía al autobús”.
“No podía creerlo, pero lo vi con mis propios ojos”, seguía diciendo Susan Finden. “Le gusta la gente, el autobús para delante de casa y debió verme subir alguna vez”.
El 10 de enero de 2010 aparecía otra noticia anunciando que Casper había muerto después de ser atropellado por un taxi cuando cruzaba la calle para coger el autobús. El taxi no se paró para auxiliarle y cuando Susan Finden se dio cuenta, ya era demasiado tarde. Posteriormente, su humana escribió el libro «Casper the Commuting Cat», con la ayuda de Linda Watson-Brown, donde se describen las andanzas de Casper, su ascenso a la fama y su inesperada muerte.

Otro conocido pasajero felino es Dodger, cuya noticia también fue publicada por el Telegraph más recientemente (15 de diciembre de 2011). Este gato rubio tenía entonces nada menos que 15 años y hacía regularmente el recorrido entre Bridport y Charmouth, en Dorset. Algunos de los conductores incluso le llevaban latas de comida para que estuviera bien alimentado durante el viaje.
Pertenecía a Fee Jeanes, de 44 años. En el artículo decía: “Nos mudamos aquí hace 19 años y la casa está detrás de la estación de autobuses”. Cree que Dodger quizá se aficionó a los autobuses porque se está muy bien dentro cuando da el sol, “como en un invernadero”, según ella.
Explicaba cómo se enteró de que su gato era un pasajero habitual en el autobús: “Dodger había desaparecido. Llegó una amiga de mi hija diciendo que le había visto en el autobús. Tuve un ataque de pánico y me precipité hacia el coche, pero en ese momento llegó el autobús, paró al lado de casa, se abrieron las puertas y Dodger bajó tranquilamente”.
Al parecer, esa misma tarde vio a Dodger volver a subirse al autobús. Corrió para avisar, pero la conductora le dijo que le conocía y que le encantaba ocupar un asiento recién liberado por un pasajero porque estaba más calentito.
En el mismo artículo, el portavoz de la compañía añadía que “no nos importa que Dodger viaje en el autobús, pero hemos pedido a los conductores que no le den de comer porque tiene dueña. Dada su avanzada edad, creemos que puede viajar gratuitamente”.
Hemos encontrado una noticia del 24 de febrero de 2012 en la que se anuncia el fallecimiento de Dodger por causas naturales.
¿Solo ocurre en Inglaterra?