
Remedios Varo nació en Anglès, Girona, en 1908, hija de Rodrigo Varo y Zejalvo, de origen

andaluz, y de Ignacia Uranga y Begareche, procedente de Euskadi. Su padre era ingeniero hidráulico y siempre la apoyó cuando, desde muy pequeña, demostró su inclinación por el dibujo. La alentó a pensar por sí misma y a leer lo que le apetecía, a pesar de que su madre, una católica devota, se empeñó en que tuviera la educación habitual de una niña de buena familia en un colegio de monjas. Esto último solo sirvió para que Remedios rechazara la religión tradicional y se entregara más a las ideas universalistas de su padre. A los 15 años, en 1924, ingresó en la Real Academia de San Fernando, en Madrid, donde se licenció al cabo de seis años. No tardó en casarse con un compañero de estudios, Gerardo Lizárraga, y ambos se trasladaron a París.


El matrimonio duró poco y se separaron amistosamente al regresar a Barcelona. Parece ser que, unos años después, Remedios descubrió gracias a un noticiario cinematográfico que él estaba en un campo de refugiados republicanos en el sur de Francia y consiguió sacarle poco antes de que los alemanes entraran en el país. En 1935 conoció a los pintores surrealistas Jean Michel, Oscar Domínguez y Esteban Francés, con los que formó un círculo artístico que inventó el famoso juego «Cadavres exquis». Remedios también se unió al colectivo los Logicofobistas, muy interesados en el surrealismo, y cuyo objetivo era unir el arte con la metafísica. Expuso con ellos en la Galería Catalonia en 1936.


Ese mismo año conoció al poeta surrealista francés Benjamin Péret, que había ido a Barcelona como delegado del Partido Obrero Internacional. Se enamoraron locamente, como demuestra toda una serie de cartas y los poemas que le dedicó, y ella le acompañó de regreso a París en 1937, lo que le impidió volver a España porque Péret era trotskista. Entró en relación con el círculo de André Breton, gran amigo de Péret, y se codeó con Dora Maar, Max Ernst, Leonora Carrington y Roberto Matta, entre otros. Para sobrevivir, dibujaba viñetas y copiaba cuadros. Comparada a su posterior época mexicana, pintó pocas obras originales, e incluso mucho después dijo: «Iba a las reuniones, hablaban mucho y aprendí muchas cosas. Participé en dos exposiciones, pero no tenía los años ni la seguridad suficientes para enfrentarme a un Paul Eluard, un Benjamin Péret o un André Breton. Estaba boquiabierta ante estas personas tan aventajadas».

Con la invasión alemana, Péret fue encarcelado y Amparo con él por ser su mujer, aunque no estaban casados. Ella no estuvo mucho tiempo presa, y en cuanto Péret salió de la cárcel consiguieron los documentos necesarios para huir a México a través del Comité de Rescate de Emergencia dirigido por el estadounidense Varian Fry. El 20 de noviembre de 1941 embarcaron hacia México.


Para sobrevivir se dedicó a la pintura comercial durante tres años, y tardó otros nueve en exponer. Conoció a Frida Kahlo y a Diego Rivera, pero sobre todo seguía viendo a expatriados europeos, como la pintora inglesa Leonora Carrington y el piloto y aventurero Jean Nicolle. Al regresar Péret a París en 1947 se trasladó a Venezuela, donde vivió dos años. De vuelta a México conoció a Walter Gruen, un austríaco que creyó profundamente en lo que hacía la pintora y le aportó una estabilidad económica y emocional que le dieron alas. Expuso en solitario por primera vez en 1955 en la Galería Diana de Ciudad de México con un éxito inmediato. Participó en el Salón del Arte de la Mujer en 1958, y su representante Juan Martín abrió una galería en 1960 y una segunda en 1962 donde expuso regularmente sus obras. Hablando de México, dijo: «…no me era posible pintar en medio de tanta ansiedad. En este país encontré la tranquilidad que siempre había buscado».

Murió en los brazos de Walter Gruen de un ataque al corazón el 8 de octubre de 1963, a los 54 años. A partir de ese momento, Gruen se dedicó a recomprar tantos cuadros como pudo de Remedios Varo con la ayuda de su tercera esposa, Ana Alexandra. Consiguió reunir 39 cuadros que prestó y posteriormente donó al Museo de Arte Moderno (MAM) de Ciudad de México. La sobrina de la pintora, Beatriz Varo Jiménez, intentó demostrar que legalmente los cuadros eran suyos, ya que Gruen y Varo jamás se casaron – es más, a su muerte se descubrió que jamás se había divorciado de su primer marido -, pero por suerte Walter y Ana Alexandra pudieron probar que eran suyos a través de los certificados de compra.


En 1971, el MAM organizó un retrospectiva visitada por más público que cualquier otra, incluso más que las de Diego Rivera y José Clemente Orozco. En 2000, más de cincuenta cuadros suyos se mostraron en el Museo Nacional de las Mujeres en las Artes en Washington DC.
Es verdad que ocho cuadros y dos bocetos de gatos en toda la obra de la pintora no son muchos, lo reconocemos. Pero sí podemos asegurar que a Remedios le gustaban los gatos y que le gustaron siempre porque las fotografías que hemos podido encontrar son de épocas muy diferentes.
En una la vemos vestida con una blusa blanca presentando a un gato atigrado. Por el peinado y el entorno, la foto debió ser tomada en la década de los 30 y nos atrevemos a pensar que en España. Hay otra posterior donde está sentada ante un cuadro sujetando a un gatito negro.
Luego otras dos, en color, con un gato negro adulto, ¿es el mismo gato que el anterior? Y la última, que debió ser publicada en un periódico, con un gato gris de pelo largo. También sabemos que el gato representado con un zorro se llamaba Pituso.
Maravilloso… En qué país de edita esta revista virtual?
mcc
Muchas gracias, España.