Walasse Ting nació en Wuxi, cerca de Shanghái, en 1928, con el nombre de Ding Xiongquan. Pintor, escultor, artista gráfico y poeta autodidacta, empezó pintando siendo muy joven. Él mismo decía que había dibujado su primera libélula a los cinco años y vendido su primera acuarela a los 19. En 1946 fue a Hong Kong, donde empezó a darse a conocer como pintor. Decidió cambiarse el nombre por el de Walasse Ting en 1950 porque, según él, sonaba un poco como Matisse, un pintor al que admiraba mucho, y siguiendo la tradición china adoptó un seudónimo poético con el que firmó todas sus obras a partir de ese día, «El ladrón de flores».
Llegó a París en 1953 y conoció a los miembros fundadores del movimiento vanguardista CoBrA (por Copenhague, Bruselas, Ámsterdam), Karel Appel, Asper Jorn y Pierre Alechinsky. A finales de los años cincuenta, el epicentro del arte occidental se había trasladado a Nueva York, ciudad a la que se mudó en 1958, relacionándose con artistas expresionistas y pop como Sam Francis, Tom Wesselmann, Andy Warhol y Claes Oldenburg. A principios de los sesenta, Ting y Sam Francis tuvieron la idea de publicar una colección de 68 litografías de los pintores más en boga del momento. El libro, titulado «One Cent Life» (La vida a un céntimo), que incluía poemas de Walasse Ting, salió a la venta en 1964 en una tirada de solo dos mil ejemplares, tuvo un tremendo éxito y actualmente está muy cotizado entre los coleccionistas.
En París había sobrevivido a duras penas, pero en Nueva York le fue mucho más fácil vender sus obras. Allí produjo una serie de cuadros abstractos de colores muy brillantes antes de inclinarse por un estilo más figurativo representando sobre todo a mujeres, flores y animales, y dentro de estos últimos especialmente gatos. Gatos con mujeres, gatos solos, gatos de dos en dos y de tres en tres, gatos rodeados de flores, gatos brillantes de todos los colores, gatos expresivos algo rechonchos que a pesar de ser azules, verdes, amarillos o rojos son auténticos gatos. Incluso sin ver la foto del pintor con su gato blanco y negro en brazos, sabríamos que Walasse Ting los amaba profundamente.
Después de vivir veinte años en Nueva York, se instaló en un espacioso estudio de Ámsterdam. A pesar de haberse ido de China mucho tiempo atrás, solía decir que los árboles y canales de la ciudad le recordaban al Lago Oeste de Hangzhou. Acabó viviendo entre Ámsterdam y Nueva York, y viajando bastante a menudo a Tahití, como Gauguin, en busca de los colores que tanto le gustaban.
Expuso en más de sesenta ocasiones en las grandes galerías y museos del mundo entero. Actualmente podemos admirar sus obras en las colecciones permanentes del Guggenheim y del Museo de Arte Moderno de Nueva York, en el Instituto de Arte de Chicago, en la Tate Modern de Londres, el Centro Pompidou de París y el Museo de Arte de Hong Kong.
El Museo Cernuschi de París inauguró una exposición dedicada al «Ladrón de flores» el 7 de octubre de 2016 que cerró sus puertas el 26 de febrero de este año. En 1970, el artista donó ochenta obras al museo; la colección fue restaurada en años recientes y, después de la retrospectiva realizada por el Museo de Taipéi en 2011 compuesta sobre todo por obras de los años 80 y 90, el Museo Cernuschi quiso mostrar el conjunto de la obra del artista. La mitad de los lienzos expuestos procedía de la colección privada del museo y la otra, de colecciones europeas y estadounidenses.
Quizá lo más notable de la obra de Ting Walasse sea la fuerza y la vitalidad que desprenden sus representaciones, que a veces dan la impresión de querer salir del marco. Quienes le conocieron dicen que era un hombre lleno de energía, de alegría y con un gran sentido del humor.
Falleció el 17 de mayo de 2010, en Nueva York, a los ochenta años.