En abril de 2017, estando en Barcelona, conocimos a Lluís, hablamos muy poco, unos minutos nada más, pero en esos breves momentos, tocamos el tema gatos. Nos dijo que tenía una gata “visitante” desde el verano pasado y que había decidido realizar un cortometraje en torno suyo. Le ofrecimos hacerle una entrada en la web el día que estuviera acabado el corto. Nos vimos otros cinco minutos un mes después y desde entonces hemos intercambiado varios correos electrónicos hablando de gatos.
El cortometraje dura trece minutos y empieza con la voz de Lluís diciendo: “Todo empezó un verano al volver a casa después de estar un par de meses fuera. Una noche algo saltó sobre las sábanas, despertándome del susto”. Ese algo era una gata blanca y negra con antifaz, barba y nariz manchada.
Decidió llamarla “Fright” (Miedo) por la asustadiza que era y quizá también por el enorme susto que le pegó la primera noche que saltó a su cama, quizá convencida de que no había nadie. Ella también debió asustarse, por cierto.
Pasaron las semanas y el tiempo empeoró. Las cosas se complicaron para Lluís: dejar la ventana abierta significaba helarse, pero si la cerraba, Fright no podía entrar. Optó por dejarla abierta el máximo tiempo posible, hasta el día que hizo demasiado frío y la cerró con Fright dentro de la habitación. A los cinco minutos se dio cuenta y empezó a maullar de forma desgarradora, al tiempo que golpeaba el cristal. Cuando abrió, salió disparada y tardó dos días en volver.
Llegó la primavera. Ya hacía meses que Fright comía el pienso que Lluís le había comprado. Se tumbaba en la alfombrilla que había colocado delante del ventanal abierto. Incluso dormía en la cama, siempre y cuando no estuviera ocupada por el humano. Se acercaba a la cámara que la rodaba y parecía posar.
A medida que pasaban más tiempo juntos, la relación entre los dos crecía. Lluís se preocupaba cada vez más por ella, sobre todo durante las noches que la gata no estaba en su habitación. Las peleas gatunas le despertaban y temía que le hubiera pasado algo. Una mañana regresó con una pequeña herida. Lluís nunca supo si había tenido un encontronazo o si se debía a otra cosa.
Lluís nos mandó fotos de Fright y nos dimos cuenta de que tenía la oreja cortada, quizá una indicación de que una protectora le había aplicado el programa CES (Captura, Esterilización, Suelta). Él ya había decidido que era una gata después de semanas de paciente observación.
Volvió el verano, Lluís encontró trabajo y pasó muchas menos horas en casa. Fright empezó a espaciar sus visitas. Curiosamente, a pesar de que nunca dejó que la tocara (es más, le arañó una vez que lo intentó), contaba con su presencia. Un día no regresó. Estamos seguros de que no solo iba por la comida, sino también por la compañía. Para Lluís, la desaparición de Fright dejó un hueco que aún no ha podido llenar. “Supongo que ese es el peor de los casos, cuando te abandonan sin un porqué”, dice.
Sigue esperándola, cree verla en la calle, pero siempre es otro gato; incluso sueña con ella. Todavía duerme con la ventana abierta con la esperanza de que regrese. Pero la terraza permanece vacía, Fright ya no se acicala mientras observa lo que hace Lluís en el interior de la habitación.
Fright tenía la cola cortada, lo que, según Lluís, hablaba de un tormentoso pasado. Pero también es posible que fuera una/o de esas/os gatas/os que eligen vivir con alguien una temporada y que, al encontrar la ventana o la puerta cerrada más tiempo de lo habitual, un día deciden buscar una nueva casa un poco más lejos.
Conocemos el caso de una amiga estadounidense: un gato siamés apareció delante de su puerta a finales de otoño, pasó el crudo invierno y parte de la primavera en su casa antes de desaparecer cuando empezó a volver el calor. Al año siguiente se enteró de que estaba en otra casa a unas diez manzanas de la suya. Ojalá Fright haya hecho lo mismo.
Por cierto, Lluís se ha graduado en la Escola de Cinema de Barcelona (la ECIB) y por eso quiso hacer un cortometraje de Fright. Empezó estudiando Dirección de Ficción, pero al tercer año se dio cuenta de que prefería la Dirección de Documental. Según él, rodar un documental le aporta tranquilidad, mientras que una ficción, aunque sea un cortometraje, le estresa.