
El británico Arthur Rackham dedicó toda su vida a ilustrar cuentos y libros de los llamados “infantiles”. Su pasión por el dibujo empezó cuando era muy joven; solía irse a la cama con papel y lápices para dar rienda suelta a su creatividad debajo de las mantas, y acababa dibujando en la funda de la almohada cuando le quitaban el papel.

Nació el 19 de septiembre de 1867 en Lambeth, al sur de Londres, en el seno de una familia de doce hermanos. Su padre, un ayudante de notario, se llamaba Alfred Thomas Rackham, y su madre, Anne Stevenson. Su talento llamó la atención en el colegio, pero a los 16 años, supuestamente para mejorar su salud, fue enviado durante varios meses a Australia, donde no dejó de pintar acuarelas de los inmensos paisajes característicos de ese país.

Su padre no aprobaba la tendencia artística de Arthur y, a su regreso de las antípodas, le convenció para que aceptara un puesto de administrativo en el parque de bomberos, lo que no le impidió asistir a clases nocturnas en la Lambeth School of Art. Siguió trabajando en el parque de bomberos hasta 1892, mientras dibujaba y pintaba por las noches.


En 1888 vendió su primera acuarela a la Royal Academy of Art por dos guineas, y cuatro años después empezó a trabajar como ilustrador en el desaparecido periódico Westminster Budget. Los dibujos del principio eran bastante convencionales, pero algunos de los que vendió a otros periódicos mostraban su enorme imaginación. En esa época se interesó por la ilustración de libros, una especialidad en la que acabó centrando todos sus esfuerzos.

Curiosamente, el primer libro que ilustró no fue un cuento, sino una guía de viajes de Canadá y Estados Unidos titulada “To the Other Side” (Al otro lado), en 1893, a la que siguió “The Ingoldsby Legends” (Las leyendas de Ingoldsby), una colección de leyendas, mitos e historias de fantasmas recopiladas supuestamente por Thomas Ingoldsby, pero en realidad obra de un pastor protestante experto en mitología, Richard Harris Barham. Aquí aparecen los primeros gatos negros acompañando a brujas malvadas o bondadosas, según la leyenda.
El año 1900 fue muy importante para Arthur Rackham: se casó con Edyth Starkie, una retratista con la que pasaría el resto de su vida, y las noventa y cinco ilustraciones realizadas para “The Fairy Tales of the Brothers Grimm” (Cuentos de hadas de los hermanos Grimm) le catapultaron a la fama. En los diez años siguientes se publicaron dos nuevas ediciones con más ilustraciones del artista. En la más notable, la de 1909, añadió otros cuarenta dibujos.

Siguió ilustrando cuentos de hadas y fantasías con gran éxito, quizá por su profundo conocimiento de los textos a los que iban dirigidos los dibujos. A pesar de reconocer cierta influencia de Aubrey Beardsley, George Cruikshank y Richard Doyle en su obra, su estilo es único, diferenciándose claramente de sus contemporáneos.

En 1905, las ilustraciones de “Rip Van Winkle”, de Washington Irving, le estableció de forma definitiva como el mejor ilustrado eduardiano, y las famosas Galerías Leicester empezaron a exhibir sus dibujos, que por cierto se vendieron como panecillos. Ilustró un sinfín de libros. Después de ver los dibujos en la galería, J.M. Barrie, el autor de “Peter Pan”, le pidió que ilustrara la primera edición de “Peter Pan en los jardines de Kensington” (1906), y al año siguiente se dedicó a la nueva edición de “Alicia en el País de las Maravillas”, para la que realizó fantásticas acuarelas, como la sonrisa del famoso gato de Cheshire (https://gatosyrespeto.org/2016/09/22/el-gato-de-cheshire/). A pesar de una gran acogida, estos dibujos fueron controvertidos debido al éxito de la anterior edición, ilustrada por John Tenniel.


Después de la I Guerra Mundial, el gusto de los británicos cambió y no se sentían tan atraídos por las ilustraciones de Arthur Rackham. Sin embargo, ocurrió lo opuesto en Estados Unidos, y la Biblioteca Pública de la Ciudad de Nueva York le encargó que creara una segunda serie de acuarelas para la segunda edición de “El sueño de una noche de verano”. A principios de los años treinta se publicaron en Estados Unidos numerosos libros con sus ilustraciones. El más exitoso, “Fairy Tales by Hans Andersen” (Cuentos de hadas de Hans Andersen), fue descrito por Hugh Wadpole como “el mejor libro de dibujos del año”.

En 1936, sus acuarelas y dibujos se exponían por toda Europa y el continente americano, pero el artista sufría de una enfermedad crónica que le impedía dibujar con tanta velocidad como antes. Ese año, el editor estadounidense le propuso ilustrar “El viento en los sauces”, de Kenneth Grahame. Casi treinta años antes, en 1908, había tenido la posibilidad de ilustrar el famoso libro, pero la había rechazado por haberse comprometido a realizar los dibujos de una primera edición de “El sueño de una noche de verano”. Existe una carta escrita por Rackham en 1909 contestando a unos niños en la que deplora profundamente no haber podido ilustrar “El viento en los sauces”.


Fue el último libro en el que trabajó antes de fallecer el 6 de septiembre de 1939, trece días antes de cumplir 72 años. La necrológica del diario The Times, de Londres, le describía como “uno de los ilustradores de libros más insignes de su época” con “un lugar especial en el corazón de los niños”. Pero Barbara Edwards, su única hija, prefirió decir que “su única ambición era hacer bien su trabajo para que disfrutara cuanta más gente mejor”.

Walt Disney, un gran admirador de Arthur Rackham, pidió a los dibujantes de su empresa que se adaptaran al estilo del ilustrador para el largometraje “Blancanieves y los siete enanitos”, de 1937. Pero por mucho que comparamos los dibujos de la factoría Disney (aunque todavía no lo era del todo) con los de Rackham, no vemos el más mínimo punto en común.
Arthur Rackham dibujó muchos gatos durante su vida porque abundan en los cuentos de hadas. Hay gatos simpáticos y no tan simpáticos, sonrientes, pensativos, gatos ejerciendo de gatos, gatos de todo tipo, de cualquier estilo.
