El estudio de tatuajes State of Grace (Estado de Gracia), de San José, California, publicó en 2013 el libro “Monmon Cats”, con texto y dibujos de Kazuaki “Horitomo” Kitamura. Sus 118 páginas contienen un sinfín de maravillosos dibujos de tatuajes de gatos. Ahora bien, no se trata de los típicos tatuajes de gatitos bonitos, sino de espléndidas obras por sus colores, complicado diseño y simbolismo. “Monmon” significa “tatuado” en japonés.

Pero ¿qué empujó a Kitamura, más conocido como “Horitomo” en el mundo del tatuaje, a centrar su trabajo en los gatos? En la introducción del libro, el artista explica que el gato no ha sido bien tratado en algunas partes del mundo: “Me parece que hay ciertas similitudes entre los sentimientos encontrados que mucha gente tiene acerca de los gatos y los tatuajes en la sociedad japonesa. Por eso me parece que los gatos y los tatuajes están hechos el uno para el otro”.

Sigue diciendo que siempre le han inspirado los grabados del gran artista Kuniyoshi Utagawa (https://gatosyrespeto.org/2017/08/10/los-muchos-gatos-de-utagawa-kuniyoshi/), que vivió a finales del periodo Edo y principios de la era Meiji. Los tatuajes se usaron como castigo en Japón, pero al final de la época Edo (siglo XIX) empezaron a ponerse de moda y muchos dibujos eran obra de los grabadores. Esa moda quizá se deba a la publicación de la novela china “Suidoken”, ilustrada con grabados de escenas heroicas, dragones, tigres y flores que acabaron “grabados” en la piel de ricos mercaderes.

A principios del siglo XX, los tatuajes fueron prohibidos en Japón y no volvieron a legalizarse hasta el año 1948, durante la ocupación estadounidense. Por entonces, los tatuajes se asociaban sobre todo a los Yakuza, la famosa “mafia” japonesa. Los dibujos no solo servían para embellecer el cuerpo, sino como protección.

Yakuzas tatuados
Tatuaje Yakuza antiguo

El tatuaje tradicional japonés, “irezumi”, no tiene nada que ver con el occidental. Se realiza manualmente, con tinta “nara”, la misma que usaban los grabadores de la época Edo, y requiere largas horas de trabajo. Un tatuaje de cuerpo completo como el de los Yakuza puede llegar a costar 30.000 euros.

Los tatuajes siguen sin ser muy bien vistos en Japón. En 2012, el alcalde de Osaka lanzó una campaña para que las empresas despidieran a los empleados tatuados. Muchos baños públicos, playas o gimnasios no permiten la entrada a personas tatuadas, quizá por la connotación Yakuza. Pero son cada vez más populares, basta con no enseñarlos en público.

Horitomo descubrió los tatuajes hace más de treinta años, cuando abandonó las cocinas del restaurante donde aprendía a ser un chef por la tabla de surf. Algunos de sus amigos estaban tatuados y la idea le gustó. Después de un incidente muy desagradable con una ola, decidió que el surf no era lo suyo y pensó en aprender a tatuar. Algo que, según él, su madre sigue sin perdonarle.

Empezó su aprendizaje en 1993 en un estudio en Nagoya, uno de los primeros en ofrecer tatuajes con la técnica y modelos occidentales. Cuatro años después se mudó a Tokio, donde trabajó en dos estudios, y en 1998 se fue a Osaka para ser el primer artista de un estudio recién abierto. Para entonces había ido a convenciones por todo el mundo, tanto en Europa como Estados Unidos. En esa época era conocido como “Washo”.

A medida que profundizaba en el arte de los tatuajes, se interesó por la técnica tradicional japonesa y estudió con el gran maestro Yoshihito Nakano, conocido como Horiyoshi III, autor de numerosos tatuajes Yakuza. Al acabar su formación, el maestro le dio el nombre de Horitomo, formado a partir del prefijo “hori”, cuyo significado es “grabar”.

Horyoshi III (Yoshihito Nakano)

Transcurrieron otros cuatro años hasta que Masoyischi Kikuchi, el productor del videojuego “Yakuza”, vio los dibujos de varios de los mejores tatuadores tradicionales del momento, entre los que estaba Horitomo. Se puso en contacto con él y le pidió que se uniera al equipo de la primera entrega del videojuego.

En todos estos años de aprendizaje, Horitomo había tenido una compañera: una gata llamada Ginnan que su esposa llevó a casa después de encontrarla hambrienta y en mal estado en Osaka. Horitomo se enamoró de Ginnan, otro nombre para las nueces de Gingko, y en gran parte fue su inspiración para el libro “Monmon Cats”. Falleció en 2015, siendo ya muy mayor.

La gata Ginnan

En palabras de Horitomo: “Los dragones son muy importantes en los tatuajes japoneses, gustan a todo el mundo, pero no se prestan a muchos cambios. Sin embargo, el gato permite añadir símbolos, motivos budistas o procedentes de leyendas tradicionales”. Y añade: “Además, tengo la sensación de que al dibujarlos y pintarlos, los gatos me prestan parte de sus poderes”.

En 2007, Horitomo, su esposa y Ginnan se trasladaron a San José, California, donde empezó a trabajar en el famoso estudio “State of Grace”, propiedad de Ryudaibori, otro  célebre tatuador, antes conocido como “Horitaka”.

Horitomo y Ginnan

Horitomo y Ginnan

A su llegada a San José, Horitomo se dio cuenta rápidamente de que los tatuadores supuestamente tradicionalistas no respetaban las imágenes escrupulosamente. Por ejemplo, el símbolo estaba en el hombro equivocado, el sable en la mano incorrecta. Fue cuando decidió escribir su primer libro, “Immovable—Fudo myo-o Tattoo Design by Horitomo” (Inamovible – Tatuajes Fudo myo-o, por Horitomo), de 185 páginas, publicado también por el estudio “State of Grace”.

Además de seguir diseñando tatuajes y tatuando, participa regularmente en sesiones colectivas para mostrar cómo se realiza el “tebori”, el tradicional tatuaje manual japonés. Consiste en el uso de agujas esterilizadas, afiladas a mano y de un grosor algo mayor que las máquinas eléctricas. El tatuaje se elabora introduciendo las agujas en la piel mediante pinchazos sumamente precisos. Es un método bastante más doloroso que el occidental.

Deja un comentario