
Barbara Hanrahan fue una grabadora y novelista australiana nacida en Adelaida el 6 de septiembre de 1939. Al fallecer su padre de tuberculosis cuando ella tenía un año, creció en una casa habitada únicamente por mujeres: su madre, que trabajaba como dibujante de publicidad y no volvió a casarse hasta bastantes años después, su abuela y su tía abuela.

Estudió en la Escuela Técnica de Thebarton, el barrio de Adelaida en el que vivía, y posteriormente se diplomó como profesora de arte en el Adelaide Teachers’ College. Entre 1957 y 1960 también se apuntó a clases nocturnas en la recientemente fundada Escuela de las Artes del Sur de Australia, donde el artista alemán Udo Sellbach la introdujo en el arte del grabado.


De esa época es el «Gato con rama», que no fue impreso hasta 1972, acompañado de un pequeño poema que dice: “El gato y las hojas que caen. Vean al gato en el muro jugando con las hojas que caen, hojas marchitas – 1, 2 y 3 – del noble saúco”. La artista comentó en una ocasión que le había marcado el expresionista alemán Ernst Ludwig Kirchner (https://gatosyrespeto.org/2015/03/04/ernst-ludwig-kirchner-y-cien-gatos/), pintor y grabador que dedicó más de cien obras a los gatos.


En 1963 dejó Adelaida para trasladarse a Londres y se matriculó en la Escuela Central de Arte para estudiar con la famosa grabadora Gertrude Hermes (de la que incluimos el único grabado que hizo con un gato). Libre por fin del encorsetamiento convencional de la clase media de Adelaida, se sumergió en la escena pop londinense.


Experimentó con grabados basados en el cine, las revistas y la cultura pop estadounidense en general, además de tocar temas abiertamente sexuales. Al graduarse en 1963, regresó a Adelaida porque se quedó sin dinero, pero volvió a Londres un año después quedándose en la capital británica hasta 1975.

Allí conoció a Jo Steele, un ingeniero australiano que acabó convirtiéndose en escultor y que sería su compañero de por vida. Fueron años difíciles para Barbara Hanrahan. Dio clases en escuelas de arte y, al fallecer su abuela, se centró en temas como la familia. Sin dejar de crear numerosos grabados, empezó a escribir y publicó su primer libro semi-autobiográfico, “The Scent of Eucalyptus” (El olor del eucalipto), en 1973.


En 1971, su primera exposición individual, en la Galería Clyde Jessop, no tuvo el impacto deseado entre la crítica, que la ignoró y solo vendió dos grabados. Sin embargo, y a pesar de no vivir en Australia, ya había expuesto con éxito en Adelaida y en Sídney.

Al volver a Adelaida en 1975 enseñó Grabado en la Escuela de Arte del Sur de Australia, pero al cabo de un año se fue de nuevo a Londres y trabajó con Blair Hughes-Stanton. La artista se decantó por colores atrevidos con un gran énfasis en el detalle y una mezcla entre realidad y fantasía.


De nuevo en Adelaida en 1978 siguió dando clases y produciendo grabados sin dejar de escribir. Para entonces había publicado otras tres novelas y ya era bastante conocida como escritora. Siempre inquieta, decidió volver a Londres en 1981 y permaneció allí tres años antes de regresar definitivamente a Adelaida en 1984 al diagnosticarle un cáncer.

A pesar de su enfermedad, la tremenda producción de la artista apenas disminuyó hasta el día de muerte, el 1 de diciembre de 1991, a los 52 años. Hizo miles de grabados y publicó nada menos que catorce libros. Jo Steele, que quedó a cargo de la herencia de Barbara Hanrahan, donó unos 300 grabados a la Galería Nacional de Australia y otros 200 a la Galería de Arte del Sur de Australia. Sus memorias se publicaron póstumamente en 1998.


Si tomamos en cuenta su enorme producción, las obras que incluyen un gato representan una parte ínfima de la misma. Quizá tuviera gatos, pero algo nos dice que no fue así. Tenía un pie en un continente y el otro en el lado opuesto del mundo, no habría sido práctico vivir con un gato. Ya sabemos que no son animales muy viajeros. Como mucho, hubo gatos en el hogar matriarcal en el que creció.

Existen tres versiones del mismo grabado con una pequeña leyenda debajo que dice así: “El perro viene cuando se le llama, el gato se va. La mejilla del mono está muy calva, a la cabra le gusta jugar”.
En todos los grabados suyos incluidos en esta entrada hay un gato, aunque en un par de ellos quizá sea algo difícil verlos.

Los gatos acompañan a las mujeres y a las niñas en sus obras. Hemos encontrado tres grabados con mujeres sentadas en gatos, más una sentada en un tigre. En los dos en color, las mujeres alzan una rama con hojas, la misma rama que acompaña a varios gatos. En los otros dos, el tigre tiene cara de sol, y en “Cat Lady”, un sol idéntico está en el cielo. Los mismos simbolismos se repiten constantemente en sus grabados con gatos.

En su libro más autobiográfico, “Michael and Me and the Sun” (Michael y yo y el sol), dice, hablando de su vida de adolescente en Adelaida: “Era dos personas. Una parte de mí parecía estar de acuerdo en quedarme con ellas (mi madre, mi abuela y mi tía abuela) y sentarme en el jardín, arrancar la mala hierba del césped y de debajo de los prunos. Pero siempre, desde muy pronto, aparecía otra persona que quería ser como fue mi padre, que no quería preocuparse por cositas como ‘¿Tienes las uñas sucias? ¿Habrá polvo en los muebles?’ Es la parte que se liberaba cuando hacía grabados, la parte que me obligó a irme”.


La obra de Barbara Hanrahan recogió el espíritu de su época. Fue una pionera en su Australia natal en la lucha por la igualdad de género y la liberación social. Exploró arquetipos femeninos en su obra: la madre, la hija, la virgen y el objeto del deseo. Y el gato tuvo un significado en sus grabados.
