En muchas películas aparecen gatos (aunque menos que perros), pero en pocas ocasiones tienen un papel realmente relevante dentro del guion. En 1947 se estrenó “Dos edades del amor”, dirigida por George Sidney, adaptada a partir de la novela de Sinclair Lewis “Cass Timberlane: A Novel of Husbands and Wives”, publicada en español por la Editorial Abril de Buenos Aires en 1946 con el título “Cass Timberlane: Una novela de maridos y mujeres”.
La historia es sencilla. El juez Cass Timberlane (Spencer Tracy) se enamora y se casa con una mujer más joven que él, Virginia Marshland (Lana Turner), a la que sus amigos tachan de advenediza. Virginia acaba teniendo una aventura con el mejor amigo del juez, y este le dice que se vaya, pero cuando cae enferma, vuelve a traerla a casa.
Hasta ahora nada que ver con gatos. Pero sí. El juez es alérgico a los gatos. De hecho, un gato negro de patas y cara blancas se cuela regularmente en el juzgado, lo que le produce auténticos ataques de estornudos que le impiden dictar sentencia como debe hacer un juez digno de serlo.
Hay una foto de Spencer Tracy sentado en el estrado vestido con toga jugando con el gato. Si es un fotograma de la película, el juez, a pesar de su alergia, demostraba afecto por los gatos.
Un día vuelve a su casa y se encuentra con un minúsculo gatito en las escaleras. El ama de llaves no sabe cómo ha llegado hasta aquí. Intenta ahuyentarlo y solo consigue que el gatito – en realidad una gatita – huya despavorido escaleras arriba. Pero en cuanto la mujer de su vida descubre al animal, se enamora de él y decide que se llamará Cleopatra. Como es un nombre muy largo para un ser tan diminuto, se queda en Cleo.
Le guste o no al juez, Cleo ha encontrado un hogar. Lo curioso es que Cleo sigue apareciendo en numerosas escenas de la vida conyugal de la pareja, en sus peleas. Por ejemplo, está en la cama de Virginia cuando ella se recupera después de perder a su hijo… Tanto en la novela como en la película, Cleo tiene un papel muy claro, el de gato de la casa.
El 18 de junio de 1947, Patricia Clary le dedicó su columna en el periódico The Republic. Según ella: “Vieron a mil candidatas antes de escoger a la más idónea para un papel principal en una de las películas más importantes de Hollywood”.
Y sigue diciendo: “Debía ser atractiva, distante, aunque amable, receptiva pero digna, atlética y sigilosa, sofisticada y felina, adorable como una gatita. Y Cleo lo es. La búsqueda de Metro-Goldwyn Mayer para tan importante intérprete empezó con William W. Huber, el especialista en gatos que llevaba veinte años suministrando gatos a Hollywood. A pesar de tener veinticinco gatos, ninguno encajaba con la descripción de Cleo. ‘Eran demasiado comunes’, explicó el portavoz del estudio. ‘Cleo nunca olvida que es una dama’”.
El artículo explica que William Huber recurrió a la SPCA (Sociedad para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales) y que cuando por fin encontró a Cleo, le dio un cursillo de interpretación de cuatro semanas amenizado con hígado crudo, nata líquida y un poco de hierba gatera. “No demasiada”, dice Huber. “La hierba gatera es para los gatos lo que el alcohol para los seres humanos. A Cleo le encanta”. Añade que no se puede meter prisa a un gato actor, no suelen hace caso al director e interpretan la escena como mejor les parece en el momento.
Y acaba diciendo: “Cleo no es la perfecta dama que aparenta en la pantalla. En realidad se llama Willie y tampoco es un caballero”.
El 2 de diciembre de 1947, casi seis meses después de la publicación del anterior artículo, apareció otro en el Milwaukee Journal, sin firmar, pero algo más realista. “Ocho gatos sin hogar del tipo callejero, todos procedentes de la SPCA, son las últimas incorporaciones que demuestran – una vez más – que nadie roba una escena como un niño o un animal, basta con preguntárselo a Lana Turner”.
“De los ochos gatos escogidos, seis interpretan a Cleo, la culpable de las crisis de estornudos del personaje de Spencer Tracy. Los otros dos hacen de sí mismos brevemente en las escenas del juzgado”. El artículo sigue explicando que para el autor, Sinclair Lewis, incluir en la novela a un gato haciendo travesuras no representaba ninguna dificultad, ni tampoco para los guionistas que se ocuparon de la adaptación, pero era otro cantar para el pobre director de la película.
Walter Huber, un antiguo impresor, que tenía a la sazón 54 años, era el gran especialista en gatos de Hollywood. No hemos encontrado ninguna foto suya. El “entrenador de gatos” fue contratado para la duración del rodaje y se estipuló que, además, la gata «estrella» recibiría un salario de cien dólares semanales. Al ser más de una, ignoramos si esta cantidad se distribuyó entre todas o se multiplicó.
Pero seis semanas antes del comienzo del rodaje, ninguna gata encajaba con el perfil deseado. El guion especificaba que Cleo era una gata atigrada y que aparecía primero como una gatita de semanas, luego como una gata adolescente de cuatro meses y, finalmente, de un año. Dado que el comportamiento felino no es del todo predecible y los animales se cansan rápidamente en un plató, Huber debía encontrar “dobles” de las mismas edades.
De los seis gatos que encontró en la SPCA (y salvó de una muerte segura, ya que en la época se sacrificaba a los animales a las pocas semanas si nadie los adoptaba) para interpretar a Cleo, dos eran hermanos, y todos sin excepción eran gatos machos. Huber dice, con razón, que es mucho más fácil conseguir que un perro haga lo que uno quiere y que por eso se dedica a los gatos, hay muy poca competencia.
El personaje de Cleo debió de impresionar a los lectores de la novela y al público de la película. En 2009, más de 60 años después de su estrenó, el grupo Benton Harbor Lunchbox le dedicó una canción: https://www.youtube.com/watch?v=Ur5v-GMrNIg.
Y si el Milwaukee Journal publicó un artículo sobre Cleo es porque Spencer Tracy había nacido en Milwaukee, estado de Wisconsin.