El actor James Mason y su esposa, la actriz y autora Pamela Kellino, fueron famosos por su amor a los gatos, sobre todo siameses, que estaban muy de moda en los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo.
En una foto hecha probablemente en 1945 para la promoción de la película “La mujer bandido” (Wicked Lady) vemos, de izquierda a derecha, primero a Toy Boy (en el suelo), al siamés Tribute en brazos de Pamela Kellino y a Whitey Thomson (Blancucho Thomson, a pesar de ser negro como un tizón) con James Mason. La gata Augusta Leeds no está en la foto al estar ocupada en otros menesteres y parece ser que el perro que no se digna a mirar a cámara estaba de paso.
En la época, las revistas y los diarios hablaban a menudo de los numerosos gatos que poblaban los hogares de los Mason, al principio en el condado de Surrey, Reino Unido, y posteriormente en Beverly Hills, California. En 1949, cuando aún vivían en la bonita casa de Surrey – no se mudaron a California hasta 1951 – publicaron un libro titulado “The Cats in Our Lives” (Los gatos en nuestra vida), escrito por los dos e ilustrado por él.
El libro no es fácil de encontrar y su precio oscila ahora entre las 70 libras (páginas amarillentas) y los 289 dólares. La pareja cuenta anécdotas que vivieron con sus gatos (y algunos perros). Por lo que hemos visto, las hay cómicas y también trágicas. Viajaban a Estados Unidos en barco para poder llevarse a sus adorados gatos. El editor que publica el libro es Michael Joseph, un gran amante de los gatos al que pronto dedicaremos una entrada.
El periodista Howard C. Heyn, del medio “The News and Courier”, visitó a James Mason en su casa, y el 3 de julio de 1949 escribió: “Por muy mordaz que parezca en la pantalla, Mason es bastante reservado en su hogar. Es educado, pero distante con los extraños”.
Y sigue diciendo: “Los fabulosos gatos de los Mason también demostraron ser retraídos. Entraron y salieron del salón, pero ninguno trepó por las paredes. Mason me dijo que tenían nueve gatos, contando a un ‘invitado’. Tanto él como Pamela están entusiasmados con la publicación de su nuevo libro”.
“Pamela me contó que los ocho gatos tienen una habitación propia al fondo de la casa, conectada al exterior por una escalera privada. Cuando los Mason se mudaron, y a medida que vaciaban las cajas de cartón, las almacenaban en la habitación del fondo. Un día, los ocho gatos desaparecieron. Después de buscarlos por todas partes, los encontraron allí, cada uno sentado con suma dignidad en una caja de cartón. Bastó con cambiar las cajas por unas nuevas para que quedaran definitivamente instalados”.
En Beverly Hills, Pamela y James compraron la propiedad que Buster Keaton había hecho construir para su mujer, Natalie Talmadge, en un terreno de algo más de una hectárea. Mason encontró en la casa una gran cantidad de bobinas de nitrato que todo el mundo daba por perdidas. Gracias a que se encargó de hacer transferir la imagen a un soporte de celulosa, se pudieron salvar varias películas producidas por el cómico.
En Estados Unidos seguían teniendo nueve gatos. En otra entrevista realizada en los años cincuenta, Pamela Kellino le explica al periodista – a quien le parecen muchísimos gatos – que si te gustan los gatos, siempre llegan más. Mason añade con cierta ironía: “La señora de George Sanders sale disparada para Europa y nos pide que cuidemos de su gato. Regresa, pero se olvida del gato, y el gato se convierte en uno de los nuestros”. La “señora de George Sanders”, en esos años, era Zsa Zsa Gabor, nada menos. De ahí la “cierta ironía”.
Amantes de los gatos del mundo entero escribían a la pareja, contándoles historias de gatos que en un principio no leían. Sin embargo, mientras esperaban a su hijo Morgan, decidieron hacerlo y se quedaron atónitos ante la calidad de algunos de los relatos. Escogieron diez, publicados en 1956 por la editorial Julian Messner. Inc., bajo el título “Favorite Cat Stories of Pamela and James Mason” (Historias favoritas de gatos de Pamela y James Mason) e ilustrados por Gladys Emerson Cook.
Personalmente nos parecen mucho más divertidas las ilustraciones realizadas por Mason para el primer libro. Por cierto, este segundo es bastante más barato que el primero, entre 33 y 44 dólares.
Los años pasaron y la pareja siguió adoptando gatos, hasta que se divorciaron en 1964. En un escueto artículo en el New York Times se lee que Pamela obtuvo la custodia de la hija e hijo de ambos, Portland, de 15 años, y Morgan, de 10, y que los Mason llevaban 23 años casados. Pero no se menciona quién se quedó con los gatos. Probablemente Pamela, ya que James le dejó la casa de Beverly Hills.
Una vez, James Mason dijo: “No hace falta enseñar a un gato a divertirse, su genio es ilimitado en este terreno”.
Pamela, de nombre de soltera Pamela Helen Ostrer, nació el 10 de marzo de 1916. Fue actriz, escritora y guionista. Conoció a James Mason estando casada con el director de fotografía Roy Kellino, del que conservó el apellido después de divorciada. Falleció el 29 de junio de 1996, a los 80 años, de un infarto en su casa de Beverly Hills.
James Mason nació el 15 de mayo de 1909 en el Reino Unido. Se matriculó en Arquitectura en la Universidad de Cambridge, pero muy pronto lo dejó para dedicarse al teatro, aunque nunca estudió Arte Dramático. Fue objetor de conciencia durante la II Guerra Mundial, por lo que su familia dejó de hablarle durante varios años.
Es recordado por papeles protagonistas en películas de aventuras como “El prisionero de Zenda”, cintas románticas como “Ha nacido una estrella” (con Judy Garland) o por dar vida al profesor Humbert Humbert en “Lolita”. No le importaba interpretar a antihéroes o a personajes desagradables. Falleció el 27 de julio de 1987 en Lausana, Suiza. Sus cenizas están enterradas en el cementerio de Corzier-sur-Vevey, no lejos de su amigo Charlie Chaplin.
Acabaremos con un curioso retrato del actor. Según lo que hemos podido descubrir está o estaba colgado en un pub de Charing Cross, Londres. No tenemos ni idea de si esto es verdad. Es curioso, desde luego, aunque no muy bueno. Se ve a Mason sentado en un sillón con un siamés en el regazo delante de un friso de dibujos prehistóricos. Sorprendente. ¿Un sillón en una cueva prehistórica?