Wisława Szymborska fue una poetisa, ensayista y traductora polaca nacida el 2 de julio de 1923 en Bnin, ahora parte de la ciudad de Kórnik. Su padre era el capataz del conde Władysłav Zamoyski. Al morir este en 1924, la familia se trasladó primero a Toruń y, posteriormente, en 1931, a Cracovia, ciudad donde la autora vivió hasta su muerte en 2012.
A partir de 1943 trabajó en las oficinas del ferrocarril, evitando que no la deportaran a un campo de trabajo en Alemania. Fue más o menos en esta época cuando empezó a escribir relatos cortos y algún que otro poema. En 1945 se matriculó en la Universidad Jagejellónica de Cracovia para estudiar Literatura Polaca antes de decantarse por la Sociología.
Publicó un poema por primera vez en el diario Dziennik Polski en 1945 y, a partir de este momento, sus trabajos aparecieron regularmente en diversas publicaciones. Tres años después se casó con Adam Włodek, también poeta y editor del periódico antes mencionado, del que se divorció en 1954. El matrimonio no tuvo hijos y su amistad duró hasta la muerte de él en 1986.
El primer libro de Wisława Szymborska debía publicarse en 1949, pero no superó la censura “por no cumplir con los requisitos socialistas”. Sin embargo, la estuvo afiliada en el Partido Unificado Obrero Polaco hasta 1966, lo que no le impidió trabar amistad con disidentes e incluso unirse en 1964 a un manifiesto de artistas exigiendo libertad intelectual. Siempre mantuvo que la política no tenía cabida en la poesía.
En 1953 se unió a la revista literaria Życie Literackie (Vida literaria), en la que siguió trabajando hasta 1981 con una columna de crítica literaria a su cargo desde 1968. Después de dejar Vida literaria, fue la editora de la revista mensual NaGlos (En voz alta) coincidiendo con su creciente oposición al régimen político.
También tradujo poesía barroca francesa al polaco, así como las obras de Théodore-Agrippa d’Aubigné, un soldado poeta hugonote que vivió durante las Guerras de Religión francesas.
Fue galardonada con el Premio Nobel en 1996; el Herder en 1995; el Goethe en 1991 y el Kościelski en 1990. Su reputación se basa en una obra relativamente escasa, menos de 350 poemas. En una ocasión, un periodista le preguntó por qué había publicado tan poco, a lo que contestó: “Tengo una papelera en casa”.
Falleció el 1 de febrero de 2012, cuando estaba preparando un nuevo libro de poemas, publicado poco después a pesar de que no pudo darle el visto bueno. Un año después se estableció el Premio de Poesía Wisława Szymborska en su honor.
A menudo se servía de la ironía, la paradoja, la contradicción y la sutileza para comunicar sus preocupaciones y obsesiones. Dos temas recurrentes aparecen en muchos de sus poemas, el terrorismo y la guerra. En “El fin y el principio”, la autora dice: “Después de toda guerra / alguien tiene que recoger”. Es posible que uno de los poemas más tristes que jamás haya escrito sea “Gato en un piso vacío”, en polaco “Kot w pustym mieszkaniu”.
Wisława Szymborska amaba a los gatos, como demuestran las tres fotografías suyas realizadas en diferentes épocas de su vida con tres gatos, un blanco y negro, un atigrado y un negro. No hablamos polaco, por lo que no nos queda más remedio que “retraducir” el poema desde el inglés.
Morir – eso no se le hace a un gato./ Pues ¿qué puede hacer un gato/ en un piso vacío?/ ¿Trepar por las paredes?/ ¿Restregarse contra los muebles?/ Aquí nada parece haber cambiado,/ pero nada es lo mismo./ Nada se ha movido,/ pero hay más espacio./ Y de noche no se enciende ninguna lámpara.
Pasos en la escalera,/ pero son nuevos./ La mano que deja el pescado en el plato/ también ha cambiado./ Algo no empieza/ a la hora habitual./ Algo no ocurre/ cuando debería./ Siempre, siempre había alguien aquí,/ pero de pronto desapareció/ y se empeña en seguir desaparecido.
Se ha examinado cada armario./ Se ha explorado cada estantería./ Las excavaciones bajo la alfombra no han dado resultado./ Incluso se quebró una orden,/ papeles esparcidos por doquier.
Queda dormir y esperar./ Pero ya verá cuando aparezca,/ ya verá cuando se presente./ Se va a enterar/ de lo que no se hace a un gato./ Bastará con deslizarse hacia él/ como de mala gana,/ con gran lentitud,/ con patas obviamente ofendidas,/ y nada de saltos ni grititos, al menos al principio.
Sencillo, directo, escueto y perfecto. De lo más triste. ¿Una metáfora? Quizá. Un gato sabría que su humano no volvería, ¿o no?
La ciudad de Kórnik, donde nació, erigió un monumento dedicado al poema; se ve a un gato sentado en un banco encima de las páginas del poema y a un hombre de pie con la mano de derecha a la espalda sujetando una placa con el título.