Pío Baroja y Nessi (San Sebastián, 28 de diciembre de 1872 – Madrid, 30 de octubre de 1956) fue un escritor perteneciente a la Generación del 98, hermano del pintor y escritor Ricardo Baroja, de la escritora Carmen Baroja y tío del antropólogo Julio Caro Baroja y del director de cine y guionista Pío Caro Baroja.
Estudió Medicina en Madrid y Valencia, doctorándose en 1893, aunque ejerció poco tiempo como médico. Su concepción filosófica fue influenciada por Kant, Nietzsche y Schopenhauer. Este último le inspiró un profundo anticristianismo que mantuvo hasta su muerte.
Ingresó en la Real Academia Española en 1935 y emigró a Francia cuando estalló la Guerra Civil. Regresó en 1940 para instalarse en Madrid, donde llevó una vida alejada de cualquier actividad pública, hasta su fallecimiento el 30 de octubre de 1956.


Entre 1900 y 1950 escribió nada menos que 85 obras, entre novelas, ensayos y cuentos. Agrupó sus novelas en ocho trilogías y dos tetralogías. Este prolífico/prolijo autor dijo lo siguiente acerca de los gatos:
“A los perros se les tiene más cariño; a los gatos, al menos yo sí, más estimación. El perro parece un animal de una época cristiana; el gato, en cambio, es completamente pagano. El perro es un animal un poco histérico, parece que quisiera querer más de lo que quiere, entregar su alma al amo; el gato supone que un momento de sentimentalismo es una concesión vergonzosa. El gato realiza el ideal de Robespierre de la libertad. Como bonito, no hay otro animal doméstico que se le asemeje. Tiene, además, su casta una fijeza y una inmovilidad completamente aristocráticas; en cambio, el perro es una masa blanda con la que se hace lo que se quiere”.
Y Jesús Marchamalo, escritor y periodista, dijo del autor:
“Pío Baroja amaba los gatos. En la calla Mendizábal, donde vivió con su madre, cuidaba dos gatos: Chepa y Apitita. Luego se trasladó a la calle Ruiz de Alarcón y tuvo otro felino doméstico: Miki, que ‘andaba siempre cerca de la estufa – la chubesqui – en el salón de aquella casa suya fría como el aliento de la muerte’. En casa, Baroja, además de las zapatillas de felpa, llevaba bufanda, las solapas subidas y boina. Quizá por todo ello alguien dijo que Baroja es uno de los personajes literarios más fotogénicos de su época. Sale muy bien en las fotos”.