El gato leopardo (Prionailurus bengalensis) es un gato pequeño cuya distribución geográfica es la más amplia de todos los felinos. Se le encuentra en zonas boscosas de Indonesia, Filipinas, Borneo, Malasia, Tailandia, Myanmar, Laos, Camboya, China y Taiwán, así como en Corea, India, Paquistán y el Lejano Este ruso, aunque en menor medida. Su hábitat varía mucho e incluye bosques tropicales, de pino y de repoblación, zonas de matorrales, semidesérticas y de cultivo, como caña de azúcar y aceite de palma, siempre que haya agua cerca. Se han avistado especímenes hasta tres mil metros de altitud.

Existen varias subespecies que difieren en el color del pelaje, el tamaño del cuerpo y de los colmillos. Las pruebas arqueológicas han demostrado que el gato leopardo fue el primero en ser domesticado en la China neolítica hace unos 5.000 años en las provincias de Shanxi y Henan. Con el tiempo fue sustituido por descendientes del Felis silvestris lybica procedente de Oriente Próximo.

Es del tamaño de un gato doméstico, aunque las diferencias según las regiones son importantes. Por ejemplo, en Indonesia mide unos 45 centímetros de largo con un rabo de 20 centímetros, mientras que en la región de Amur, entre China y Rusia, alcanza los 70 centímetros. El peso varía entre 4,5 y 7 kilos. Es un poco más alto que el gato doméstico, con unos 40 centímetros desde el hombro. El color también puede variar: tiende al amarillo en el sur y al gris plateado en el norte. El pecho y la parte inferior de la cabeza son blancos. Todos tienen manchas negras repartidas por todo el cuerpo (lomo, espalda, cola, patas y mejillas) y rayas negras que nacen justo encima de los ojos y acaban entre unas orejas pequeñas.

Sello ruso con gato leopardo de Amur

El gato leopardo es un hábil escalador, sobre todo de árboles. También sabe nadar, pero solo lo hace cuando no le queda más remedio. Como todos los gatos, es nocturno y pasa las horas de luz en una guarida bajo raíces de buen tamaño, en el tronco de un árbol o en pequeñas cuevas. Solo sale de día si no hay seres humanos en las proximidades.

Es un animal solitario, excepto durante la estación del celo, que no tiene un periodo concreto en el sur de su hábitat. En la zona más fría, tiende a reproducirse entre marzo y abril para que las crías nazcan durante los meses de más calor. El celo dura de cinco a nueve días y el periodo de gestación, de 65 a 70. Las crías, normalmente de dos a cuatro, abren los ojos diez días después. Empiezan a alimentarse con comida sólida al cabo de unos 28 días, coincidiendo con la aparición de los colmillos permanentes. Si no sobrevive ninguna de las crías, la madre puede volver a ponerse en celo y tener otra camada.

Se expresan como los gatos domésticos y ambos sexos marcan el territorio con orina, dejando heces en puntos expuestos, rascándose la cabeza contra rocas o árboles, y haciéndose las uñas.

Son carnívoros que se alimentan con una gran variedad de presas de pequeño tamaño que incluyen mamíferos, lagartos, anfibios e insectos. En gran parte de las zonas, los pequeños roedores, como ratones, ratas y topos, forman la mayor parte de su dieta, suplementada con hierba, huevos, aves y presas acuáticas. Al contrario de otros gatos, no “juegan” con el animal cazado, limitándose a sujetarlo con las garras hasta que este muere.

En Hong Kong, el gato leopardo es una especie protegida de acuerdo con la “Wild Animals Protection Ordinance Cap 170” (Ordenanza de Protección de Animales Salvajes, Capítulo 170). La población sobrepasa los 50.000 individuos y no está en peligro. En 2002 fue incluido en la lista “Least Concern” (Preocupación menor) por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Sin embargo, preocupa su creciente pérdida de hábitat y que se siga cazando en numerosas regiones.

En China se caza al gato leopardo por su piel. Entre 1984 y 1989 se exportaban unas 200.000 pieles cada año. Un estudio realizado en 1989 demostró que los comerciantes tenían unas 800.000 pieles almacenadas. Desde que la Unión Europea prohibió la importación en 1988, Japón se convirtió en el principal comprador. A pesar de que se ha conseguido reducir fuertemente la venta de pieles, se sigue cazando por su carne y para domesticarlo. En muchas regiones se le mata sin más por considerar que es dañino para las aves de corral.

En Myanmar se descubrieron 483 partes corporales de al menos 443 ejemplares en cuatro mercados estudiados entre 1991 y 2006. Tres de estos mercados, situados en la frontera con China y Tailandia, contaban con clientes de diversas nacionalidades. El gato leopardo está protegido legalmente en Myanmar, pero la aplicación de las reglas de CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres) es totalmente inadecuada.

El gato leopardo de Tsushima, en grave peligro de extinción, está incluido en la Lista Roja Japonesa y dispone de un programa de conservación especial financiado por el gobierno japonés desde 1995.

Gato leopardo de Tsushima

En Estados Unidos, el gato leopardo forma parte de la lista de Especies en Peligro desde 1976, por lo que está prohibido importar, exportar, vender, comprar y transportarlo de un estado a otro sin un permiso. Cualquiera que importe o exporte un gato leopardo sin un permiso de CITES se enfrenta a una importante multa.

Sin embargo, mucha gente se empeña en domesticar al gato leopardo. De hecho, el gato de Bengal, que apareció en concursos de gatos en los años setenta, es un cruce entre el gato leopardo y el doméstico. Un gato de Bengal debe ser de cuarta generación para ser considerado adecuado por los criadores, y los gatos “fundacionales” de las tres primeras generaciones se reservan para la reproducción.

Es muy posible que la pequeña fiera llamada “Bâ-tou” que heredó Colette (https://gatosyrespeto.org/2018/12/13/los-gatos-de-colette/) fuera un gato leopardo. El diplomático que se la entregó le dijo: “Viene de Chad, pero quizá sea de Asia…” Colette se enamoró profundamente de Bâ-tou, pero muy a pesar suyo tuvo que entregarla al “Jardin des plantes” de París.

Bâ-tou en «Chats de Colette», Albin Michel, 1950

En Gatos y Respeto creemos que los animales no domésticos deben seguir libres en la naturaleza, que no deben convertirse en juguetes o trofeos vivos de los seres humanos y que intentar acostumbrarlos a una vida doméstica es una enorme falta de respeto hacia ellos.

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