Lowell Herrero nació el 10 de octubre de 1921 en Oakland, California. A los seis años ya pintaba con un amigo suyo que vivía al otro lado de la calle. Unos años después empezó a dibujar viñetas de granjeros, a pesar de no saber nada de granjas ni de sus habitantes, según comentó en una ocasión.

Envió sus dibujos a los ilustradores de Walt Disney, entre otros a E.C. Segar, el creador de “Popeye”. No solo le contestaron animándole a seguir, también le enviaron dibujos suyos. En el instituto logró ahorrar dinero para ir a la universidad con la intención de entrar después en Walt Disney como animador, pero Pearl Harbor lo cambió todo.

Tenía 21 años, y para evitar que le reclutaran, se ofreció voluntario en los Guardacostas de San Francisco. Primero fue marinero, pero sus superiores se dieron cuenta de que sabía dibujar y le destacaron a la base. Allí pasó más de tres años dibujando viñetas para el periódico “Barracks Watch”.

Al acabar la guerra pudo pedir un préstamo al gobierno por su condición de exsoldado que le permitió estudiar en la Escuela de Artes y Oficios de California, en Oakland, donde conoció a Nathan Oliveira, un pintor nacido en la misma ciudad y uno de sus grandes amigos.

Al poco de graduarse en 1949 encontró trabajo como ilustrador en la empresa Standford & Sanvick de San Francisco. En 1953 fundó, con dos amigos, la agencia de diseño gráfico Butte, Herrero & Hyde, que no tardó en tener mucho éxito y clientes por todo el país.

Pasaron los años y Bruce Butte, uno de los tres socios, dejó el mundo del diseño gráfico para dedicarse a la pintura. Fue un momento decisivo para Lowell Herrero. Empujado por su amigo Nathan Oliveira, también decidió lanzarse. En una entrevista dijo que había perdido el interés por el diseño comercial, sobre todo después de separarse de su primera mujer.

En 1980 conoció a Janet Gentile, proveniente asimismo del mundo de la publicidad. Le dijo que tenía pensado dejar el arte comercial y que sus ingresos iban a caer drásticamente, pero Janet se ofreció a ayudarle durante un año. En esa misma época comenzó a pintar las series de gatos y vacas que acabarían en los calendarios superventas publicados por Lang Graphics.

Las vacas de Lowell Herrero, cuando las representa al lado de un granjero, son en ocasiones desmesuradas en comparación al hombre, pero tratándose de un gato con una vaca, el primero cobra importancia y la vaca pierde tamaño. Sus animales son expresivos, aunque miren fijamente al autor como si se tratara de un fotógrafo, y muchos de sus gatos parecen haber sido observados en la realidad, como si hubiera tenido gatos.
Un conocido suyo, Bill Dodge, abrió una galería en Carmel y vendió un cuadro que le había pedido prestado. Después de vender unos cuantos más, le organizó su primera exposición en solitario. Posteriormente, Carolyn Walsk, dueña de una galería en Nantucket, Massachusetts, también le descubrió. Lowell pintaba temas de la Costa Este para una galería y de la Costa Oeste para la otra.

Se casó con Janet y se compraron una vieja casa victoriana en el barrio South Park de San Francisco. La abuela de Janet vivía en Calistoga, en el Valle de Napa, y adquirieron un terreno en el Monte Santa Helena para construir un enorme estudio con paredes de vidrio.

La naturaleza que le rodeaba quizá le recordó las viñetas que dibujaba de niño cuando no sabía nada del campo. A partir de ese momento pintó cuadros de gran tamaño con escenas de vendimia, cosechas y trabajos en el campo que le aportaron aún mayor fama.

También sentía una profunda atracción por la Toscana, región que descubrió en varios viajes después de casarse con Janet. Un día plasmó una casa de campo imaginaria de la Toscana en un cuadro, y la pareja convirtió su sueño en realidad al construir la casa en el Valle de Napa, cerca del estudio, en 2001.

Lowell Herrero decía que parte de su éxito se debía a que distorsionaba la figura humana, que lo exageraba todo, que aplanaba los paisajes, dejándolos sin relieve. Pero que, al contrario de los auténticos artistas naífs, él controlada lo que hacía porque había estudiado.

Reconocía que los pintores que más le habían influido eran Picasso, Matisse, Seurat y Van Gogh, aunque su estilo no tenía nada que ver con el de ellos. Su uso de la distorsión, del puntillismo en algunas obras y una aparente ingenuidad le convirtieron en un artista difícil de encasillar. No tenía miedo al “merchandising”. No solo ilustró calendarios, sino que sus gatos y vacas decoran hasta la saciedad tazas, platos y otros objetos. Eso sí, en el reverso de cada plato se especifica que son de decoración y no para uso práctico.


Algo en sus cuadros nos hace pensar que debió ser un hombre con sentido del humor, amable y amante de los animales. Sus mejores amigos se metían con él llamándole “La leyenda en vida” (por la fama que le dieron los calendarios) o también “El Sr. Maravillas”, pero el diminutivo más habitual era “Hache”.


Nunca dejó de pintar hasta que falleció el 28 de noviembre de 2015 a la edad de 94 años. Él mismo decía: “Me entusiasma pintar. Me encanta el arte. Nunca me jubilaré. Cuando me vaya, quiero que sea delante del caballete, pintando. Mientas pinto, soy el hombre más feliz de todo el Valle de Napa”.
