Adrienne Ségur

El padre de la princesa era el monarca de seis reinos. Su madre, embarazada de ella, pasó por delante de un vergel con frutales y se le antojó probar la fruta, pero para hacerlo tuvo que prometer a unas hadas que les entregaría a su hija recién nacida. El Rey, al enterarse, se opuso muy contrariado, pero un sinfín de desgracias sufridas por sus súbditos le obligó a respetar la promesa de su esposa. La niña creció en una torre mágica de la que no podía salir con la única compañía de Loro y Perrito, dos animales que poseían el don de la palabra. Un hada llamada Violenta la visitaba cada día subida en un dragón.

Garnier Frères (1850-1880)

Pero un día apareció un príncipe bajo su ventana y ambos se enamoraron. Loro les sirvió de mensajero, el joven le dio su retrato… Sin embargo, las hadas ya planeaban casarla con un “hado”, el Rey Mignonnet (Guapito), aunque su aspecto nada tenía que ver con su nombre, sino todo lo contrario. La joven le rechazó de mala manera y por la noche volvió a lanzar la escalera que había tejido para que subiera el apuesto príncipe.

El rey Mignonnet (Guapito)

En ese momento llegaron las hadas con el dragón, que se tragó al príncipe, y la joven princesa fue transformada en una gata blanca, así como toda la corte y los ciudadanos de uno de los seis reinos de su padre. Del parecido entre el primer y el segundo amor de la gata blanca solo se repite que es asombroso, pero no se da otra explicación. Vuelven juntos ante el Rey, y la Reina Gata Blanca le dice que siga gobernando tan bien como hasta ahora, ella dará un reino a cada uno de los otros dos hermanos porque con cuatro tienen de sobra el príncipe y ella.

Ilustraciones de Frédéric Clément

Un cuento sorprendente que no responde del todo a las reglas a las que estamos acostumbrados actualmente. Para empezar es un cuento largo. Aquí hemos hecho un brevísimo resumen. Madame d’Aulnoy describe con detalle el palacio y su decoración, la torre encantada donde está encerrada la gata blanca, la ropa de la protagonista, de la Corte, de los criados…

Maravillas de papel

Incluso relata minuciosamente una batalla naval entre ratas y gatos. Los gatos tienen todas las de perder en un principio, pero consiguen sobreponerse y ganan. La gata blanca, sabia y precavida, no permite que maten a todas las ratas porque también son necesarias.

La batalla naval según Frédéric Clément

Es un cuento cruel en muchos aspectos. Las hadas quieren quedarse con una niña recién nacida y casarla luego con un ser contrahecho y nada simpático, pero ¿con qué fin? El hechizo solo terminará cuando alguien se atreva a cortar la cabeza y la cola de la Gata Blanca… Cuando se refiere al príncipe que trepa por la escalera hacia su ventana, habla de él como “su esposo”. Y, como en cualquier cuento de hadas que se precie, el tiempo no existe.

Maravillas de papel

El escritor de libros infantiles estadounidense Robert D. San Souci (1946-2014) realizó una versión muy edulcorada del cuento porque debió considerarlo no apto para niños. Pero dado que fue asesor de la factoría Disney, no es de extrañar que quisiera censurarlo.

Los cuentos de Madame D’Aulnoy han seguido publicándose a través de los siglos, ilustrados por mujeres como la catalana Lola Anglada (1892-1984), la primera ilustradora profesional en España, además de autora de varios libros. Afiliada a la UGT durante la Guerra Civil española, fue represaliada posteriormente por el franquismo, quedando truncada su carrera.

Adrienne Ségur (https://gatosyrespeto.org/2020/06/18/gatos-y-cuentos-de-hadas-de-adrienne-segur/) incluyó el cuento de la gata blanca en dos recopilaciones “Érase una vez” y, como no podía ser de otro modo, en “El gato Jeremías y otras historias de gatos”.

Adrienne Ségur

Pero hablemos un poco de la autora. Nacida Marie-Catherine Le Jumet de Barneville en 1650 o 1651, bajo el reinado de Luis XIV, fue obligada a casarse a los quince años con el barón d’Aulnoy, François de la Motte, veinte años mayor que ella, y conocido por su afición a la bebida, las mujeres y el juego. Unos años después, la baronesa tramó un plan con un amante y con otro hombre para que su marido fuera acusado de lesa majestad, crimen castigado con la muerte.

Lola Anglada

Declarado inocente y condenados a muerte los dos hombres que le acusaron, Madame d’Aulnoy consiguió escapar milagrosamente (escondiéndose en una iglesia), pero debió exiliarse primero en Flandes, en 1672,  y luego en Inglaterra, en 1675. Regresó a París en 1677, y un año después partió para España con el pretexto de visitar a su madre, la condesa de Gudanne, a la que Carlos II protegía. Por cierto, la autora escribió “Relatos de un viaje a España”, traducido al castellano por primera vez a finales del XIX, donde se incluyen ideas sorprendentes en cuanto a las costumbres españolas de entonces.

Ideas tan sorprendentes que ha llegado a decirse que nunca estuvo en España… En 1682 realizó otro largo viaje a Inglaterra y en 1685 regresó definitivamente a su país natal con el permiso del Rey Sol por “servicios realizados a la Corte”. En otras palabras, Madame D’Aulnoy era una espía.

Lola Anglada

En París se instaló en el Faubourg Saint-Germain llevando una vida muy discreta, pero abrió un salón literario al que acudían regularmente todas las mujeres intelectualmente brillantes de la época (y no eran pocas). Fue amiga de Charles Marguetel de Saint-Denis, señor de Saint Évremon, político y escritor libertino francés de gran renombre.

Versión de Robert San Souci con ilustraciones de Gennady Spirin

Su marido, con el que no compartía casa desde hacía mucho, falleció el 21 de agosto de 1700 habiéndose gastado su fortuna y parte de la de su esposa. Al parecer, la gran popularidad de los cuentos la ayudaron a mantener a sus cuatro hijas. Su primogénita y su hermano, nacidos ambos en 1667, ella en enero y él en noviembre, murieron siendo muy pequeños. Tuvo dos hijas en los dos años siguientes y, posteriormente, en 1676 y 1677 otras dos de padre desconocido.

Maravillas de papel

Luis XIV ya era muy mayor cuando se publicaron por primera vez los cuentos de la autora. Además, estaba bajo la influencia de la muy austera Madame de Maintenon. Lejos quedaban las diversiones de su juventud, las fiestas, las representaciones teatrales, los conciertos. La religiosidad y la moral marcaron el final del reinado del Rey Sol, y los cuentos de hadas, una diversión mundana practicada en los salones de entonces, sirvieron para aliviar la pesadumbre y recordar con nostalgia las fastuosas fiestas de antaño con decorados dignos del mejor cuento de hadas.

Lola Anglada

Al fin y al cabo, Madame d’Aulnoy se nutría en la misma fuente maravillosa que Luis XIV, cuya predilección por los cuentos se debía a los que oyó a sus nodrizas siendo niño. Algunas fiestas, como “Placeres de la isla encantada”, de las que se conservan informes, demuestran su inclinación por todo lo feérico.

Adrienne Ségur

Fue la séptima mujer admitida en la Academia Galileiana de Ciencias, Letras y Artes de Padua, con los nombres de “La elocuente” y “Clio”, musa de la Historia. Falleció en París el 14 de enero de 1705 a los 54 o 55 años.

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