Durante mucho tiempo se creyó que el gato había sido domesticado en Egipto, pero en 2004 un grupo de arqueólogos franceses descubrió en Chipre los restos de un gato de ocho meses en un yacimiento neolítico fechado en 9500 a.C. y se han encontrado otros en poblados cercanos a Jericó que remontan a 6000 años a. C.
Los restos más antiguos conocidos en Egipto proceden de una tumba de época prefaraónica de Mostwagedda, al sur de Asiut, en la que un hombre está enterrado con una gacela y, a sus pies, un gato, datado en 4000 a.C., aunque es imposible saber si era salvaje o domesticado.
Los gatos salvajes más comunes eran el Felis chaus (gato de la junga) y el Felis silvestris Lybica (gato del desierto), animales de pequeño tamaño que debieron acercarse a los poblados y acabaron por convivir con los seres humanos.
Las primeras imágenes de gatos son las de una estela procedente del templo donde se veneraba al faraón Neferkara Pepy (2236-2143 a.C.) en Saqqara. Tres representaciones juntas podrían significan “multitud”, de ahí que se haya transcrito como “Ciudad de los gatos”.
En un contexto doméstico, el gato aparece por primera vez en la tumba de Baket III, en Beni Hasan, donde uno se enfrenta a un ratón. Se han encontrado figuritas de gatos en tumbas del Imperio Medio, lo que indica su creciente popularidad. Se estima que el gato azul moteado de loza está fechado entre 1850 y 1650 a.C. La pequeña vasija de alabastro en forma de gato (1980-1801 a.C.) es la representación tridimensional más antigua conocida de un gato.
A partir del reinado de Tutmosis III (1479-1425 a.C.) el gato se representa con mayor frecuencia en las tumbas, sobre todo en Tebas. En una estela de la tumba de Meri-meri, contemporáneo de Amenofis III (1391-1353 a.C.), hay un gato debajo de la silla de la mujer. Su posición se repetirá infinidad de veces en el arte egipcio: sentado, con el rabo metido entre la curva de la pierna y la tripa, para reaparecer después.
En una pintura mural fechada hacia 1250 a.C. de una tumba de Deir el-Medina se ve al escultor Ipuy, que vivió en el reinado de Ramses II (1279-1213 a.C.), sentado con un gato minúsculo en el regazo, y a su lado, su esposa Duammeres con la gata madre mirándonos desde debajo de su silla.
El gato es, en realidad, un elemento muy menor, sea simbólico o no, en la composición general y suele rellenar un espacio vacío (debajo de una silla), algo muy corriente en el arte egipcio.
Encontramos gatos en las escenas de caza de las tumbas, como por ejemplo en la pintura que describe a Nebanum en un pequeño bote de papiro a punto de lanzar un palo. Su esposa está detrás y su hija, entre sus piernas (llenando un espacio vacío). El muerto siempre iba acompañado de su familia, y queda claro que el gato de Nebanum formaba parte de ella. Se estima que fue realizada en 1450 a.C.
Por cierto, el gato también tuvo un papel en la medicina egipcia, famosa en el mundo antiguo. La grasa, el pelo y los excrementos del gato macho, así como la placenta y el pelo de la gata hembra formaban parte de diversas recetas, todas ellas de uso externo. Por ejemplo, la placenta de una gata mezclada con otros elementos impedía la aparición de canas, y el pelo de gata mezclado con leche humana y resina se aplicaba en las quemaduras, acompañado del debido sortilegio.
La forma animal no necesitaba ser explicada porque formaba parte de la vida diaria. No había gran diferencia entre el ser humano y el animal al no existir la categoría de “animal”. En otras palabras, los seres vivos incluían a los dioses, a los humanos y a los animales. El corazón y la lengua del dios creador Ptah estaba “presente en todos los dioses, todas las personas, todo el ganado, todos los gusanos, todo lo que vive”.
Ra, el dios sol, se representaba de numerosas formas, y una de ellas era con cabeza de gato. En el “Libro de los muertos”, un gato en la viñeta correspondiente al sortilegio 17 mata al enemigo del dios sol, la serpiente Apofis, con un cuchillo sagrado, haciendo posible que el sol vuelva a salir al día siguiente y el mundo no desaparezca.
Entre 1540 y 1069 a.C. los artesanos que construyeron y decoraron las tumbas reales del Nuevo Imperio del Valle de los Reyes vivían en el poblado de Deir el-Medina, no lejos de Tebas. Dejaron numerosos documentos escritos en tinta sobre papiro, así como pequeñas escenas en óstracos, placas de piedra caliza mucho más baratas y abundantes que el papiro.
La mayoría de óstracos son del periodo ramésida (1295-1069 a.C.) y muchos fueron hechos por diversión. Entre las escenas de animales, los gatos ocupan un lugar de importancia, pero los roles suelen estar invertidos. El ratón se ha convertido en rey y el gato le abanica.
En otro, fechado hacia 1150 a.C., un ratón observa a un gato castigar a un joven. ¿Habría atormentado a un gato? Por cierto, las tumbas de Deir el-Medina son las que contienen más representaciones de gatos.
En el pensamiento egipcio, un concepto era formado por dos opuestos, por ejemplo, el valle del Nilo y el desierto, el Alto y el Bajo Egipto. En 1850 a.C. aproximadamente las diosas Sejmet y Bastet eran consideradas opuestos complementarios, pero cada una seguía representada con cabeza de leona.
No se sabe exactamente en qué época empezó a verse a la gata como una manifestación de Bastet, pero la asociación cobró mucha importancia cuando la ciudad de Bubastis obtuvo preeminencia durante la vigésima segunda dinastía (945-715 a.C.). El nombre de uno de los reyes de dicha dinastía fue Pamiu (Gato macho), que reinó entre 773 y 767 a.C.
El festival de la diosa Bastet en Bubastis se convirtió en uno de los mayores y más populares, y también se celebraba en otras partes del país, como Esna y Tebas en el Alto Egipto, así como en Menfis. Bastet pasó a ser un elemento habitual en los nombres personales de la época tolemaica y solo era superada en popularidad por Osiris.
Los cementerios de animales se hicieron más habituales durante el último periodo faraónico, desde 400 a.C. Cada vez se momificaron más animales al considerarse manifestaciones de un dios. Algunas de las necrópolis de gatos cercanas al templo de Bastet en Bubastis remontan al 900 a.C.
Hemos encontrado la información para este artículo en “The Cat in Ancient Egypt”, el espléndido libro de Jaromir Malek, una de las mayores autoridades mundiales en arte y cultura egipcios. Es conservador del Archivo del Instituto Griffith en el Ashmolean Museum de Oxford, y autor de decenas de estudios y libros sobre esta materia. Uno de ellos, “Egipto: 4.000 años de arte”(Phaidon), está publicado en español.
Gracias por esta publicación!
GRacias, Maggie, pero creo que nos hemos quedado cortos.