La pintora Miné Okubo nació el 27 de junio de 1912 en Riverside, California. Sus padres, naturales de Japón, se conocieron cuando llegaron a Estados Unidos para representar a su país en la Exposición de Artes y Oficios celebrada en Saint Louis, Misuri, en 1904. Su padre, Tametsugu Okubo, tenía un título universitario, y su madre Miyo Kato, era una famosa calígrafa.
Sin embargo, cuando decidieron quedarse en Estados Unidos, Tametsugu trabajó en una tienda de caramelos y como jardinero, mientras que Miyo se ocupaba de la casa y de los siete hijos de ambos. Miné recordaba a su madre pintando cuando tenía un momento libre, pero solía perder la paciencia con ella porque era incapaz de producir copias exactas.
Miyo falleció en 1940, y un año después Miné pintó “Miyo y gato”, en el que se la ve sentada en el banco de un parque con un libro en el regazo (¿la Biblia?) y un gato a su lado. Los gatos fueron un tema recurrente en su pintura y siempre que firmaba un autógrafo añadía el pequeño dibujo de uno. Incluso hemos leído que en algún momento de su vida fue “canguro” de gatos en Nueva York, pero no hemos podido comprobar la veracidad de la información.
Los Okubo era una de las pocas familias japonesas de Riverside. Aunque Miné se interesó por la ciencia siendo adolescente, acabó convenciéndose de que era “un mundo de hombres” y se decantó por las artes. En 1933 obtuvo una beca para la Universidad de California en Berkeley. Después de licenciarse, trabajó en el Proyecto Federal de Arte pintando murales. En 1938 ganó la codiciada beca Bertha Henicke Taussig, que le permitía viajar durante dieciocho meses por Europa estudiando arte.

La II Guerra Mundial estalló en septiembre de 1939 mientras Miné estaba en Suiza, pero consiguió embarcar en Francia y regresar a Estados Unidos. En 1940, ya en San Francisco, ganó el primer premio en la Exposición de Arte de la Universidad de California y fue escogida para ayudar a Diego Rivera en algunos de sus murales.
El 19 de febrero de 1942, la vida de Miné Okubo, y de gran parte de la comunidad japonesa de Estados Unidos cambió para siempre. El presidente Franklin Roosevelt firmó la Orden Ejecutiva 9066 para el traslado forzoso de japoneses y descendientes de japoneses afincados en la Costa Oeste a campos de detención. La familia Okubo fue separada e internada en diversos campos.
Miné y uno de sus hermanos acabaron en el centro de “reubicación” de Tanforan, un antiguo hipódromo en San Bruno, California, donde compartían un box de 6 por 3 metros que aún olía a estiércol y dormían en sacos de heno. Posteriormente fueron trasladados al campo de detención de Topaz, en Utah.

Haciendo frente a las dificultades, y con los pocos medios de que disponían, Miné Okubo, el profesor Chiura Obata y otros detenidos daban clases de arte en Tanforan y, más tarde, en Topaz. También fue una de las fundadoras de la revista literaria Trek, en Topaz, para la que realizaba ilustraciones. Al estar prohibidas las cámaras fotográficas en el campo, decidió documentar su experiencia mediante dibujos. Realizó más de mil.
A principios de 1943, un dibujo suyo de unos centinelas en el campamento ganó un premio ofrecido por el Museo de Arte de San Francisco y fue publicado por el periódico San Francisco Chronicle, cuyos editores le encargaron una serie para el suplemento dominical. Esto, a su vez, llamó la atención de la revista Fortune, que la contrató para un número especial sobre Japón con otros dos artistas “nikei” (japoneses nacidos en Estados Unidos), Yasuo Kuniyoshi y Taro Yashima. Sus ilustraciones describiendo los campamentos causaron sensación.
Con la ayuda de Fortune, Miné Okubo pudo salir de Topaz en 1944 e instalarse en Nueva York gracias a que los editores de la revista le habían conseguido un apartamento de alquiler controlado en Greenwich Village, donde viviría y trabajaría hasta los últimos meses de su vida. Sin dejar de pintar e incluso de exponer, puso orden en los dibujos realizados durante su encarcelamiento y en 1946 publicó “Citizen 13660” (Ciudadana 13660), el número que le había asignado el Estado.
El libro incluye doscientos seis dibujos y textos suyos en los que describe las tormentas de polvo, la falta de intimidad, los “exámenes de lealtad” a los que debían someterse los internos, los barracones…
Pese al éxito del libro, se sentía incómoda en el mundo de los galeristas y volvió a aceptar encargos para pintar murales, además de trabajar como ilustradora y publicar dibujos en revistas. Casi cuarenta años después de su publicación, “Citizen 13660” fue galardonado con el Premio American Book en 1984 y por The National Women’s Caucus of Art (Asamblea Nacional de Mujeres por el Arte) en 1991.
En una ocasión, Miné Okubo dijo: “Sabía que nunca me casaría. Pobre de mi madre. Arruinó su vida por trabajar tanto para sus hijos. Nunca tenía tiempo para sí misma. Dejó de pintar. Yo tenía claro que no lavaría los calcetines de nadie ni cocinaría para nadie. Ni hablar”.
También dijo que su madre le sugirió que dibujara un gato cada día, pero que no solo debía mostrar su aspecto físico, sino su personalidad. No hemos encontrado ninguna fotografía de la artista con un gato, pero algo nos hace sospechar que compartió su vida con más de uno.
Ella misma se tachaba de “inadaptada”, y los que la frecuentaban la describen como una mujer ingeniosa, divertida, gruñona, creativa y bromista. Se la conoce sobre todo por los dibujos del denigrante trato al que fueron sometidos durante tres años los japoneses estadounidenses después del ataque a Pearl Harbor – a pesar de que muchos murieron luchando en las filas del ejército americano –, pero dejó más de dos mil obras de diferentes formatos y estilos. Falleció el 10 de febrero de 2001.
“Soy una persona que desea contribuir a mejorar este mundo. Para mí, el arte y la vida son lo mismo. He tardado 50 años en descubrirlo, pero ya lo he conseguido”.

Queremos acabar esta entrada con una foto que no tiene nada que ver con gatos, pero que ilustra perfectamente el miedo producido por la ignorancia, el desconocimiento y la cerrazón que suele traducirse en racismo. Una mujer señala un cartel que reza: “Japos, seguid andando. Esto es un barrio blanco”.
Un comentario sobre “Los gatos de Miné Okubo”