Hace unos meses, el 22 de octubre pasado, publicamos una entrada sobre el libro de John Gray “Filosofía felina” (https://gatosyrespeto.org/2022/10/27/el-gato-y-la-filosofia-de-john-gray/), en el que el autor hablaba de otro titulado “The Cat from Hué” (El gato de Hué), cuyo subtítulo es “Una historia de la guerra de Vietnam”, escrito por John Laurence. ¿La historia de un gato durante la guerra de Vietnam?

John Laurence

La curiosidad nos llevó a pedir el libro y descubrimos uno de los textos más apasionantes y conmovedores jamás escrito sobre la guerra de Vietnam, una guerra injusta e innecesaria, cruel y absurda – todas las guerras lo son, dirán, pero esta lo fue especialmente. Y en efecto, entre muchas otras cosas, John (al que todos llaman Jack) Laurence cuenta la historia del gato de Hué.

La batalla de Hué duró desde el 31 de enero al 3 de marzo de 1968. John Laurence, corresponsal de la cadena estadounidense CBS, llegó a la ciudad imperial el 3 de febrero y conoció al gato el 19. Sentado en el suelo de una habitación de una casa abandonada, vio entrar a un gatito tricolor esquelético, un gatito de la buena suerte, como decían los vietnamitas. Con sumo cuidado, abrió una lata de “C-ration” (carne enlatada) y se la ofreció, pero el gatito, a pesar de tener mucha hambre, no se acercó, y John acabó por dejarla en el suelo.

Al día siguiente, Laurence volvió a la casa y se sentó en la misma habitación. La lata estaba vacía.  Al poco apareció el gatito, mucho más confiado que el día anterior. Se acercó y le olió las botas, incluso los dedos. John empezó a hablarle y abrió otra lata. Esta vez cortó el contenido en trozos, el gatito se lanzó y engulló la comida sin apenas masticarla. Cuando acabó de comer, Laurence le limpió las legañas con la esquina de una toalla mojada. El gato no se opuso.

Llegó el momento de irse, se despidió del gato y subió a un jeep para coger un helicóptero que le llevaría a Danang, pero en el último momento supo que el gatito se moriría de hambre, volvió a bajar y se lo metió en el amplio bolsillo de su camisa. Era así de pequeño. Acababa de empezar una relación que duraría trece años. John le llamó Mèo (pronunciado Mey-o), “gato” en vietnamita.

John Laurence en Vietnam

Mèo no tardaría en convertirse en una auténtica fiera temida por casi todos, humanos y gatos. Entre las tremendas trastadas que protagonizó, la primera ocurrió en el helicóptero camino de la base de Danang. Laurence se dejó vencer por el cansancio y se durmió, Mèo se escapó y acabó en el hombro del piloto, agarrado al cinturón de seguridad, mirando a su alrededor con suma curiosidad. El piloto no se inmutó y solo preguntó, riendo, en qué se estaba convirtiendo la guerra.

Ya en Danang, Mèo demostró no tener miedo a nadie ni a nada, además de un apetito desmesurado. Comía todo lo que se le ponía delante: hamburguesas, cabezas de pescado, atún en lata, lo que fuera. Por la noche, con la tripa llena, dejaba que John le sacara las pulgas e intentara limpiarle un poco. Dormía a los pies de la cama y mordía las piernas de Laurence si este se movía. La reputación de Mèo creció entre los soldados estadounidenses, pero nunca se dejó tocar por ninguno. Laurence y un amigo le envolvieron en una toalla, le sujetaron y decidieron que era un macho. Mèo tardó en perdonarles semejante ignominia.

La batalla de Hué, la que más bajas había producido hasta entonces, acabó. Se calcula que al menos el 60% de la ciudad quedó destruida. Para entones, Laurence ya llevaba ocho meses en Vietnam realizando reportajes con un cámara y un sonidista bajo fuego real, viendo caer a jóvenes reclutas de 18 años, pasando miedo. Era su segunda vez en el país.

Cuando se desplazaron a Saigón en avión, Mèo realizó el viaje en una caja de cartón. Parece ser que no fue un pasajero modelo, sino que no dejó de maullar en todo el viaje, pero al menos no consiguió escaparse. Entonces, el libro da un salto atrás, al primer viaje del corresponsal a Vietnam entre 1965 y 1966. Durante muchas páginas, Mèo no aparece. Poco a poco nos enteramos de que el joven Laurence llegó a Vietnam por primera vez con 26 años convencido de que era una guerra justa, pero empezó a cambiar de opinión, sobre todo cuando regresó en 1967, sentimiento compartido por un gran número de soldados que lucharon en ella.

En Saigón, el gato y el corresponsal se instalaron en el hotel Continental Palace, donde Laurence tenía una habitación permanente que daba a una larga terraza dominando el jardín. Como era de esperar, Mèo se hizo con la terraza y pasaba largas horas en la barandilla observando lo que ocurría más abajo, hasta que, un buen día, pensó que era hora de bajar.

No tardó en dominar a los demás gatos que iban a pedir sobras a la puerta de la cocina. Otra famosa trastada suya fue cuando aterrorizó a una mujer francesa que cenaba en una de las mesas del jardín y se comió el pollo directamente del plato. En el jardín del hotel vivían dos pavos reales y uno desapareció. Las malas lenguas acusaron a Mèo, pero un pavo real nos parece algo exagerado por muy gato terrorista que fuera.

En general, a Mèo no le gustaban los estadounidenses, y John Laurence decidió que era un vietcong. Cuando le dio el único baño de su vida, cuál no fue su sorpresa al descubrir que Mèo no era blanco y negro, sino blanco con difusas manchas anaranjadas.

Mèo era un gato siamés, un guerrero zen, sereno y valiente, así le describe Laurence, y fue el rey del Continental Palace durante su estancia. Por fin, CBS pensó que John Laurence debía regresar a Estados Unidos, pero ¿qué hacer con Mèo? Nadie quería quedarse con él, no había más remedio que llevarle al país enemigo. A pesar de unos terribles maullidos, fue al zoológico de Saigón para que le vacunaran y dieran un pasaporte. Tardó 36 horas en llegar, encerrado en una jaula de bambú en un vuelo que salió unos días después del de Laurence.

Avisado de que ya estaba en Nueva York, Laurence fue a recogerlo al aeropuerto JFK.  En un almacén enorme se dirigió a dos funcionarios preguntando por el gato que venía de Vietnam. Lo primero que le dijeron fue que debería estar prohibido traer gatos vietnamitas a Estados Unidos porque eran un verdadero peligro. No es de extrañar, ya que cuando le habían acercado un cuenco con agua, Mèo les había arañado y mordido. Fue tachado de “animal salvaje”.

Mèo, de momento, viviría en Connecticut con Doris, la madre de Laurence, y con Jeff, su hermano pequeño. Pero eso ya lo contaremos en la segunda parte de la historia del gato de Hué. Para ilustrar esta primera parte hemos escogido obras del artista vietnamita Cao Linh.

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